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Poder

El juego de las sillas

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Sillón. Algunos se aferran y se creen con derechos eternos. | Presidencia

El primer lugar para sentarse debe haber sido el suelo y, si seguimos suponiendo, con la domesticación del fuego, las rondas con los humanos apoyados en el piso a su alrededor y/o sobre troncos o piedras.

Cuando asoman las jerarquías, serán las rocas, los montículos, las alturas en las que, los que dominan, se aposenten por encima de los demás.

Sentarse sobre un animal (elefantes, caballos, camellos) también profería señales de poder.

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Lo concreto es que, poco a poco, el mundo comenzó a ser manejado desde algún asiento. Desde un trono, un sillón, un banco, una silla de montar, de juzgar, de ordenar, de impartir e imperar.

El taburete es, tal vez, el asiento más antiguo hecho por los humanos y, cuanto más poder, más ostentosos eran sus materiales.

La silla, se cree, fue inventada por un escriba babilonio en el 4.500 AC.

Orden y Progreso

Los romanos llamaban “sella” a cualquier tipo de asientos sin respaldo y se denominaba “cathedra” a los que sí lo poseían. El maestro se sentaba en una cátedra (silla con respaldo) como los sacerdotes en el templo.

Los faraones usaban sillas y, durante la Edad Media, más allá de los tronos, en los hogares sólo tenían sillas los padres de familia (varones). El resto usaba taburetes, bancos, sillas de tijera o almohadones en el piso.

El término “banco” para las entidades de dinero deriva del mueble que usaban florentinos y lombardos en el Renacimiento, que hacían sus transacciones sobre un banco.

El taburete, que era utilizado de manera general, llegada la Edad Moderna se lo destinaba a esclavos, mientras que la silla y su hermano, el sillón, lo usaban las clases pudientes.

Con la Revolución Industrial, a fines del siglo XIX, la silla decorativa va quedando atrás y se pone de relieve la silla funcional, apareciendo la fabricación masiva.

Pero, aun con esta masificación de las sillas, los lugares que éstas ocupan siguen estableciendo categorías.

Hay sillas alrededor de las mesas, pero la cabecera es un signo. Las butacas en una platea o en un palco denotan algún privilegio, tanto en el teatro, en el cine, en la cancha, en un recital o en un acto político.

Las sillas de ruedas encuentran barreras, impedimentos, obstáculos para sus ocupantes. Tenemos reposeras para el reposo, sillitas para niños. Las banquetas llenas de palabras de panelistas y opinólogos. Los asientos del vértigo y el terror de las montañas rusas, del sillón del dentista y de la propia silla eléctrica.

Y vos, ¿de qué barrio sos?

El sillón y el poder están asociados. Algunos se aferran a ellos y los creen con derechos y eternos. Algunos se fueron de o a Sevilla y perdieron su silla, otros poseen dos sillones, uno de candidato y otro de ministro, otros buscan sus bancas en las Cámaras o en dependencias públicas en donde la burocracia parece comprar más y más sillas, otros se sientan en la Justicia para proteger a tarjeteros de plásticos ajenos en los cajeros automáticos que se llevan lo que no les corresponde.

En menos de un mes elegimos Presidente/a, es el juego de la silla, tres para dos, o para una vuelta. Suena la melodía por las sillas, de la locura, del orden, de la necesidad, del despilfarro. Para algunos, este juego tiene la misma música de siempre, se sacan los sillones, uno a uno, hasta que alguien se siente en el de Rivadavia (que en realidad es el de Roca) que hoy está vacío.

Pero hay otras banquetas: las de los que esperan. Los bancos de los jubilados en alguna plaza, los pupitres de las escuelas, las sillas de enfermos en las guardias, los asientos de bicicletas y motos de reparto, los sillones del teletrabajo o frente a las computadoras, las frazadas y colchones gastados bajo techos endebles, los asientos de los trenes, subtes, colectivos. Son muchos, parece que esperaran sentados, pero es seguro que quieren ponerse de pie.

* Convencional Nacional UCR.