Es difícil explicarlo. Que con una inflación mensual récord en 20 años y la mayor en un año desde hace tres décadas, el ministro de Economía sea el precandidato presidencial más competitivo del oficialismo habla mucho, tal vez demasiado, del estado de descomposición del FdT. Y del país.
No se llega a esta instancia accidentalmente, más allá del impacto de la pandemia, la guerra o la sequía (según las explicaciones oficiales). La Argentina viene de más de una década de caída persistente de la economía y de graves desequilibrios macro.
La gestión de Alberto Fernández aportó lo suyo al declive. Si bien pese a que logró sostener el nivel de empleo a costa de que cada vez más personas que trabajan en la formalidad se suman al aumento de la pobreza. Ni hablar de los informales.
Massa tomó el timón económico el año pasado y corrió al Presidente de las decisiones claves, en alianza con Cristina. Sacó un par de conejos de la galera y logró apaciguar los ánimos, pero más rápido que tarde empezaron a verse los trucos y el show empezó a perder la gracia. No los agotó a todos, supuestamente.
A su lado sostienen que, sin él, el escenario probable actual sería el de una hiperinflación disparada por una fuerte devaluación y una recesión galopante, producto de la falta de dólares. Es contrafáctico.
La ruleta rusa peronista con Milei
Curiosamente, o no, por primera vez esta semana que terminó Massa se puso en público el traje de candidato presidencial. En tres presentaciones sucesivas, planteó su oposición a las primarias en el oficialismo (tal como propicia el Presidente) y hasta lanzó que “no nos entra un quilombo más, necesitamos orden político para que haya orden económico”.
Ante el silencio de la Vicepresidenta, en el peronismo corrieron interpretaciones contrapuestas sobre la jugada massista. Por un lado, como una presión para que el “operativo clamor” lo tenga a él como destinatario. Por el otro, que sea la previa a su bajada de la candidatura y –por qué no– del Ministerio de Economía, en nombre de una política que no se ordena.
No hay antecedentes en la historia argentina, y acaso tampoco en el mundo, de que quien está a cargo de la política económica gane una elección o sea competitivo con más del 100% de inflación anual. Sin embargo, aquí todo es posible.
La oposición hace su aporte a la confusión general. Aunque aún faltan tres meses para las PASO, cinco para las generales y siete para la asunción de la próxima administración, los economistas de JxC no logran acordar medidas concretas para detener la espiral inflacionaria, que corroe mes a mes, día a día, el bolsillo de cualquiera.
Y la estrella preelectoral, Javier Milei, basa sus propuestas económicas revolucionarias en eliminar el Banco Central y en dolarizar, lo que expone al país a una hecatombe de imprevisibles consecuencias, según advierten hasta expertos económicos de Argentina y EE.UU. que abrazan la teoría liberal.
Nuestra mala costumbre de que siempre podría ser peor y, en nombre de ello, preferir lo que se cree menos peor. Una suerte del pavor después del pavor.