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Violencia

El peor de los silencios

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Holocausto. “Allí sucedió algo con lo que no nos podemos reconciliar”, Hannah Arendt. | cedoc

Apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial, en 1945, la filósofa alemana Hannah Arendt (1906-1975), pensadora política fundamental del siglo veinte, señalaba que, en adelante, el problema del mal sería una de las cuestiones fundamentales de la modernidad. Lo hacía en The Partisan Review al reseñar el libro La parte del diablo, del filósofo y ensayista suizo Denis de Rougemont. El tema del mal es central en la obra de Arendt, y el devenir del siglo anterior y lo que va de la presente centuria avalan su preocupación. En una conversación con el periodista y diplomático Günter Gaus, sostenida en 1964 en la televisión alemana e incluida en su libro Ensayos de comprensión (se puede ver en YouTube) Arendt se refería al Holocausto y a los campos de concentración nazis diciendo que “allí sucedió algo con lo que no nos podemos reconciliar, ninguno de nosotros puede hacerlo”. Sin embargo, después de Auschwitz, de lo impensable y lo indecible, pero finalmente posible, el mal radical y absoluto encontró múltiples formas de seguir presente y manifestándose en el mundo. El sociólogo y ensayista Alan Wolfe, de la Universidad de Boston, describe en su obra La maldad política una gran variedad de esas formas, y concluye que ni la filosofía, ni la teología ni la ciencia pueden explicar esa maldad (aunque lo intentan con evidente esterilidad) y que, en definitiva, tal maldad, que socava la razón y la fe en la Humanidad, no debe juzgarse por sus excusas morales, políticas, psicológicas o religiosas, sino por sus actos y sus consecuencias.

Conciencias en fuga

Acaso no hubo en lo que va del siglo veintiuno una emergencia del mal radical y de su expresión política y religiosa tan brutal como la de la barbarie perpetrada el 7 de octubre de este año por el grupo terrorista Hamas. El pasado lunes 4 más de ochocientas personas de cuarenta países (entre quienes había activistas sociales, diplomáticos y periodistas) se reunieron en un salón del edificio de las Naciones Unidas (organización por lo demás pasiva ante los hechos) para asistir a los relatos, pruebas y documentación de las atrocidades de ese ataque. Testigos directos dieron testimonio de la bestialidad de la violencia sexual a gran escala, ejercida por los terroristas. En su crónica del evento publicada en The New York Times las periodistas Katherine Rosman y Lisa Lerer citan “cadáveres de mujeres encontradas parcial o totalmente desnudas, mujeres con los huesos de la pelvis rotos, los relatos de médicos forenses y socorristas, los vídeos grabados por los propios combatientes de Hamas, e incluso algunos testigos de primera mano, como una mujer, que dijo, haber visto cómo los terroristas de Hamas violaban por turnos a una joven que habían capturado en un festival de música, la mutilaban y luego le disparaban en la cabeza”.

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Por qué ganó la democracia

No es la primera ni la única exposición de lo ocurrido, de aquello que se suponía había alcanzado su nunca más en Auschwitz. Pero sí fue una de las más significativas rupturas del silencio y la hipocresía conque intelectuales, periodistas, medios, organizaciones de derechos humanos, de derechos de la niñez y muchísimas personas supuestamente biempensantes vienen callando, mirando hacia otro lado o intentando justificar lo injustificable e imperdonable, como el presidente español Pedro Sánchez o el brasileño Lula. En el encuentro estuvo presente Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook, persona influyente en el ámbito internacional y fundadora de Lean In, quizás la única organización feminista (dedicada al empoderamiento de las mujeres en la sociedad) que tomó una clara posición ante los hechos y honró su razón de ser. Sandberg fue taxativa: “El silencio es complicidad”, dijo. Y, por cierto, hay en el mundo un silencio que atruena respecto de este tema. Por ejemplo, Sima Sami Bahous, directora ejecutiva de ONU Mujeres, ignoró los reclamos de acción del embajador israelí. “No obtuve respuesta alguna, ni siquiera: ‘Recibí su carta’”, dijo el diplomático. Y ni hablar de organizaciones como MeToo o sus émulas locales. Hace muchos años el eminente filósofo, matemático y escritor británico Bertrand Russell (18702-1970) lo vio claro: “El problema del mundo es que los estúpidos están seguros y los inteligentes llenos de dudas”.

*Escritor y periodista.