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El presidente Milei propone un cambio que da que pensar

Javier Milei en Davos 20240117
Javier Milei en Davos | AFP

¿Por qué muchos queremos que a Milei le vaya bien, pero tememos que no le vaya bien? Porque para muchos debe ocurrir un cambio, porque solo a partir de un cambio se puede salir de un estado de crisis macro y socio-económico de la envergadura que padece Argentina, porque bajo un modelo de excesivo gasto público deviene inevitablemente déficit fiscal, crecimiento de la deuda, inflación y con esto mayor pobreza y marginalidad, y porque si ese modelo de excesivo gasto público además es ineficiente y corrupto, solo podemos esperar un estado de malestar en materia de salud, educación, infraestructura básica, etc.

Por todo esto, es que muchos argentinos manifiestan querer un cambio, pero el punto de conflicto, que hoy puede visualizarse nítidamente en el Congreso de la nación, es si cantidad de argentinos y de sus representantes pretenden el mismo cambio.

¿Por qué para muchos es criterioso no coincidir con el cambio que pretende Milei? Tal vez porque Milei más que un cambio pretende volver a dos modelos ya vividos, a dos momentos del pasado, y esos dos momentos para cantidad de argentinos no fueron de gloria como lo pregona el nuevo presidente.

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Empecemos con la era de Alberdi, cuya bonanza económica se prolongó hasta comienzos del siglo XX. En Argentina de aquella época predominó un modelo llamado Agroexportador, donde Argentina exportaba productos del agro a Europa, en especial a Inglaterra e importaba productos manufacturados y bienes de capital del viejo continente. Fue una época próspera económicamente, porque el producto que mide el crecimiento de la economía nos presentaba una cifra sideral que nos ubicaba como una verdadera potencia económica. Argentina era el granero del mundo porque los granos argentinos se expandían por el mundo. Pero en esta época, socialmente, la mayoría de los argentinos no estaba fantásticamente bien; crecía el producto bruto porque crecía la riqueza de los agroexportadores, de los dueños de los grandes latifundios que representaban a una pequeña élite de la sociedad, mientras que la gran mayoría de la población padecía grandes penurias.

En concordancia con esto último, la élite rica que llevaba a la Argentina a la cúspide económica, también era la que gobernaba o elegía a los que gobernaban. No más de 200 familias argentinas podían votar o ser votadas para conducir las instituciones y la burocracia. Por eso, junto a un modelo de enorme desarrollo económico nos encontrábamos con un modelo político que fue calificado hasta 1912 de democracia limitada, donde los conservadores en el poder, durante largos años embanderados detrás del Partido Autonomista Nacional (PAN) gobernaron décadas de modo ininterrumpido, a través del fraude y con elecciones muchas veces ganadas a punta de pistola, donde se obligaba a que los ciudadanos voten al partido conservador.

Milei no es la dictadura y no es la democracia representativa

Pero en 1912 se promulgó la Ley Sáenz Peña, y así pudimos empezar a gozar del voto universal, secreto y obligatorio, y cuando en 1916 pudieron celebrarse las primeras elecciones post ley Sáenz Peña, y gozamos del derecho de que todos los hombres mayores de edad voten, sin fraude y sin pistolas, se acabó el primer modelo que venera el presidente Milei.

El otro modelo que reivindica Milei es mucho más contemporáneo, el de la década de 1990, una década donde la Convertibilidad llevó a que Argentina pueda estabilizar su economía, deje de padecer el flagelo inflacionario, y esto se llevó a cabo en un momento donde la tasa de interés internacional bajaba, la de la región latinoamericana se volvía atractiva, y así en 1989 se diseñó el plan Brady para reestructurar la deuda externa, y todos los países, Argentina también, pudieron firmar su nuevo plan para poder salir del default luego de lo que se conoció como la década perdida, ya que desde 1982 todos los países de la región se mantuvieron en default post dictaduras militares.

La década de los ´90 sacaba del default a toda la región, y la Convertibilidad en Argentina junto con un paquete de reformas estructurales pro mercado llevaron a superar el enorme flagelo fiscal e inflacionario. Pero esta Convertibilidad eterna, con una apreciación sostenida de la moneda local, llevó a que Argentina se convirtiera en el país más caro del mundo, y a que entonces la industria argentina se resintiera y se quebrara, y esto llevó a que junto a la desindustrialización asomara un desempleo creciente, y el desempleo creciente sostenido en el tiempo generó una desintegración social creciente, y todo esto ocurrió mientras la corrupción se expandía por todas las áreas del Estado, empezando por la cúpula donde el entonces presidente, Carlos Menem, acumuló una docena de causas por corrupción a lo largo de sus dos presidencias y finalmente fue condenado por el pago de sobresueldos a funcionarios de su gobierno y por la venta del predio de la Sociedad Rural. De esa trama de corrupción y de esa Convertibilidad eterna no pudo salir airoso un gobierno recontra ineficiente como el de Fernando De la Rúa, y así luego de una bulliciosa crisis de gobernabilidad llegaron los Kirchner al poder (a no olvidar que las penurias que nos legó la década de los ´90 nos llevaron a que el kirchnerimo se presente como “el sanador” de esas penurias).

Estos son los dos modelos que reivindica el presidente Milei. Y esta es la historia un poco más completa, con sus luces y sus sombras. Sesgar no es bueno, ya sufrimos sesgos por décadas y así estamos, muy mal.

 

Sandra Choroszczcucha – Politóloga y Profesora de la UBA