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Elite y apocalipsis

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El novelista Jonathan Franzen se pregunta en el New Yorker: ¿para qué alterarnos con falsas esperanzas de cambiar el mundo? Quizás ya es hora de resignarnos a vivir en el apocalipsis, piensa Franzen; no hay nada que podamos hacer. ¿Para qué voy a comer hamburguesas veganas en Boston, para qué voy a usar un auto eléctrico si un petrolero de Texas va a opacar mis esfuerzos contaminando al mil por ciento? Coreografiar el comportamiento de los humanos es imposible; suponer que actúan racionalmente, también.

Enunciado desde la elite intelectual, el razonamiento de Franzen se parece bastante al de Donald Trump, elite de la elite. Donald hace un cálculo similar: si el cambio climático es real, es imposible evitarlo –aunque sí podemos explotarlo como ventaja (ergo su interés en adquirir Groenlandia). Tampoco tiene sentido entrar en pánico ni difundir el peligro –su rechazo al Acuerdo de París expresa que no cree en los esfuerzos que pueda requerir el cambio. Franzen y Trump son excelentes trolls: uno escribe desde una torre de marfil, el otro es una Trump Tower ambulante.

Bruno Latour escribe que las elites se piensan fuera del mundo –ya no les interesa liderar las transformaciones, solo construir refugios. Ya no existe un mundo común, un globo ideal sobre el cual proyectar una globalización. Los delegados de París notaron que si avanzaban con sus espléndidos planes de modernización no habría un mundo donde poder llevarlos a cabo. Debían optimizar sus métodos sumando una variable nueva: el tiempo futuro.

Pero China no se piensa fuera del mundo: renueva su infraestructura hacia las energías sustentables. En definitiva, tiene que haber un mundo para esos 450 millones de chinos que salieron de la pobreza y quieren pasear, conocer el globo. En cambio EE.UU y UK, los países que predicaron la libertad de mercados, eliminar fronteras y “globalizar” a partir de la libre circulación de bienes y personas, cambiaron el libreto: tratan de sustraerse del mundo que ayudaron a crear (donde hordas migran por los cambios en el clima, la guerra y la inequidad). Trump accede al trono prometiendo “un gran muro”, UK se empantana en un Brexit ante el horror que le produce el contacto con inmigrantes.

Las elites se piensan fuera del mundo, por eso sueñan en una ignorancia fatal como la de Franzen: suponer que entre “detener el cambio climático” y aceptar el horror no hay una gradación, ni lugar para la acción.