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En el cuartel de Patricia Bullrich juegan con el slogan "Massa es Larreta"

"Larreta es más falso que un discurso de Massa", repiten marcando que hay unanimidad de criterio en la pelea contra el jefe de Gobierno porteño por la ríspida interna de Juntos por el Cambio.

Horacio Rodríguez Larreta 20230628
Horacio Rodríguez Larreta. | Pablo Temes

Parafraseando a Néstor Kirchner (“Mauricio es Macri”), en el cuartel de Patricia Bullrich juegan con el slogan “Massa es Larreta o Larreta es Massa”. Por una graciosa inspiración del influyente Federico Pinedo, presunto experto en política exterior, quien repite: “Si llegara a la Presidencia Massa, Rodríguez Larreta sería jefe de Gabinete. O, viceversa: Rodríguez Larreta Presidente, Massa jefe de Gabinete”. Dicen que son bromas del ex titular del Senado, aunque reflejan —Freud mediante— la naturaleza del pensamiento.

Expresa un mensaje semejante al cómico under Juan Acosta, una debilidad de Patricia en las flores de su jardín, quien desde la ferocidad del humorismo sostiene: “Larreta es más falso que un discurso de Massa”. Es decir, hay unanimidad de criterio en la pelea contra el jefe de Gobierno porteño por la ríspida interna de Cambiemos.

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La chanza de Pinedo debe ser aprobada por quien él llevo a la cercanía de Patricia Bullrich, el encuestador y estratega Derek Hampton, hoy proveedor de los siguientes mensajes para la candidata: “1) Mantener el riesgo de jugar en los flejes, lejos de la seguridad del centro. Casi un profesor de tenis. 2) Actuar sobre el error del contrincante, hacerlo más explicito en los medios, encarnizarse. 3) Proceder en contra de todo lo que diga Horacio Rodríguez Larreta, azul versus rojo, blanco versus negro, siempre en oposición al rival del propio partido”.

Este Derek es parte de la actualización de la candidata, del lavado de su carrocería y hasta de un cambio de fisonomía que no solo incluye a un peluquero.

Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich
Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich.

Se ha nublado de colaboradores y voluntarios el séquito de Patricia, llueven personajes que antes no integraban su vecindad. O por lo menos guardaban distancia. Ahora está en ejercicio Nicolas Massot, quien dejó sus aventuras en Tigre (concejal) y se integró al equipo por obra y gracia de Emilio Monzó (quien, al no lograr la venia para aspirar a la gobernación bonaerense, se replegó a disolverse en la hechura de la campaña).

Aparecen mediáticos de Macri como la versada en anticorrupción Laura Alonso venida curiosamente de la mano del boquense judicial Daniel Angelici y el filósofo rockero Alejandro Rozitchner, quien demostró su furiosa picardía para replicarle a Elisa Carrió por sus expresiones contra el alfonsinista Luis Brandoni, al que le sospecha cierta decrepitud porque se atreve a competirle por un asiento pago en el Parlasur: “No, Lilita, Brandoni no está grande, es un grande; en cambio, vos estás gaga sin estar tan grande”. No solo en la cúpula se divierten. 

Piezas mal encajadas

Otro derivado de Monzó en el entorno es Sebastián García de Luca, hombre de Chivilcoy como su numen. Dador de sangre política para Patricia, este legislador miembro de la mesa chica decide y consulta, con notable peso en el espacio con nuevas oficinas frente a la Casa Rosada. Al menos, en comparación con alguien de confianza, pero menos determinante, Juan Pablo Arenaza, veterano de cargos en la Ciudad quien le tocó suceder en ciertas áreas al cuestionado Gerry Milman, al que bromean con haber sido un chulo del sector público.

Bien diferente y opuesto Arenaza a Milman. Todavía preguntan en el entorno de Patricia la razón por la cual su alter ego en pasado reciente, el seleccionador de pimpantes señoritas para ocupar cargos públicos, tuvo supremacía en el brain trust de la candidata. Interrogantes a saldar como la del falso abogado D’Alessio que alguna vez se le pegó en el área de Seguridad con indignas maniobras.

También se le asigna, con razón, una categoría de proximidad especial a Damián Arabia, cabeza de un núcleo consultivo, aspirante a diputado y operador desde que la acompañaba en Seguridad. Dentro de ese círculo se ha perfilado una mujer que supera con comodidad a sujetos de toda índole en el entorno de Bullrich. Se llama María Oneto, es abogada, en la que confía más que en su propio marido Guillermo Yanco, quizás por la cofradía femenina, una mujer especializada en números, finanzas y ciertas administraciones como la próxima y última cena de recaudación con 70 mesas en el Palacio San Miguel. No se aceptan precios módicos.

Patricia Bullrich
Patricia Bullrich.

Hay otra clave nueva en el remozado círculo, el consejero intelectual que más atiende la Bullrich en los últimos tiempos, quien no se destaca por su gracia ni por su disposición a provocar risas en sus interlocutores, aunque le encantaría que se le reconociera un apreciado sense of humor: Santiago Kovadloff, galán antiguo, trascendente, que ejerce la filosofía a domicilio y se autopercibe poeta, tal vez por una exquisita vocación traductora de bardos brasileños como Drummond de Andrade o João Cabral de Melo Neto.

Para ella, es la oreja de Dionisio como fabricante de leyendas, se lisonjean en exceso entre sí, el vate le aporta frases y hasta colabora en sus discursos. Se presume. Sobre todo, desde que ahora, cada vez más seguido, prudente la candidata lee en lugar de improvisar en público, para no cometer ni un solo error: empieza a limarse la corteza del personalismo, de la mujer que todo lo hace y puede, cuyo celular es todavía un respirador artificial. Sin ese aparato, se le acabaría la vida.

El nuevo cardumen de la postulante enfrenta dos batallas, se concentra en el desafío contra Horacio Rodríguez Larreta y, luego, si le va bien, el enfrentamiento continuará contra Sergio Massa. Pelear contra Javier Milei sería combatir en el mismo mar. Prefiere mezclar las aguas, como el último elegido del peronismo que solo desea culminar contra ella en la arena del circo. No con su amigo Horacio, también sería lucha en el mismo mar: la prefiere por representar una alternativa distinta a la suya, no porque Larreta sea Massa. O Massa sea Larreta, como tantos dicen.