COLUMNISTAS
1° DE MAYO

Encontrar esperanza

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Frazada corta. Aumentan los tironeos por la suba de precios. | EFE

La palabra “esperar”, en su uso, es anterior al vocablo “esperanza” y, aunque siendo términos muy parecidos, esperar es creer o saber que algo va a suceder, aguardarlo, y que puede ser negativo o positivo. Mientras que esperanza es la confianza de que algo bueno sucederá.

Las y los trabajadores están, desde hace tiempo, en modo espera. Aún con el impedimento de que la realidad nacional no nos permite ver claro qué es ser trabajador.

Tenemos trabajadores en relación de dependencia, temporarios, contratados, autónomos, monotributistas, de temporada, registrados, precarios, informales, eventuales.

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Tenemos trabajadores manuales, artesanales, intelectuales, calificados, presenciales, telemáticos, profesionales, técnicos.

Hay trabajadores de tiempo completo, parcial, de alto riesgo, nocturno, diurno, intermitentes, doméstico, subempleados.

Incluso hay trabajadores/as no reconocidos, los que se dedican a las tareas del cuidado, los voluntarios, los familiares. También los jubilados.

El desocupado, a su vez, es toda persona que cumple con estas tres características: no posee trabajo, está disponible para trabajar y hace gestiones concretas para lograr un trabajo. Tenemos desocupados que ya han trabajado en alguna ocasión, y los que nunca tuvieron empleo y lo buscan por primera vez.

Por otro lado, hay una gran cantidad de personas, los inactivos, que se encuentran fuera del sistema laboral, sea registrado como informal. No buscan trabajo y carecen de programas efectivos de inserción en el empleo con su consabido impacto en las asignaciones y subsidios.

El trabajo ha sido, aún lo es, una fuerza social que ayuda a construir una comunidad. Crea vínculos entre las personas, incluso las dignifica.

No es la tarea sino el sujeto que la realiza la medida de la integridad. La dignidad va en la persona mientras que el capital es un instrumento de la producción. El capital es trabajo acumulado por personas de todas las generaciones, las anteriores y las presentes.

Pero la pobreza y la indigencia (recordemos las cifras de nuestro país) ponen a la persona en el extremo de su dignidad. El ser humano debe ser consciente de que no tiene precio, pero cuando se mira y observa la situación de su familia, su entorno, puede llegar a la desesperación (palabra derivada de espera) de entregar esa integridad.

En las relaciones laborales se viene acentuando el proceso mediante el cual la riqueza obtenida ya no depende en gran proporción de la cantidad de horas humanas de trabajo.

Se fue expulsando a la persona fuera de la zona productiva y se la va echando del ámbito de los servicios.

Entramos al tiempo del aceleramiento de la desocupación. Para los países más desarrollados esta desocupación o subocupación significará ocio, pero para países como el nuestro la desocupación o el trabajo precario arrojan a la pobreza.

Por lo tanto, junto a la realidad tecnológica, el trabajo va perdiendo su cualidad integradora con el otro, en la esfera ciudadano-política y su posibilidad de asociación para defender sus derechos, sobre todo los laborales.

Es difícil saber lo que espera, íntimamente, cada trabajador/a este 1° de Mayo y aún más dificultoso es conocer si esa persona tiene esperanza.

Las encuestas muestran el desaliento respecto al futuro inmediato del trabajo en la Argentina, sobre todo, el formal. Aquellos que ya no tienen, ni buscan empleo, los inactivos, señalan la desesperanza, que a veces es personal y otras colectiva.

La renta inesperada y el salario desesperado, el entorno político desesperante, van haciendo que, cada vez que buscamos en el GPS “esperanza”, la aplicación no la encuentra y se empecina en marcarnos que para avanzar hay que generar trabajo de calidad, decente.

*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y convencional nacional UCR.