COLUMNISTAS

Envidia de Colombia

PERFIL eligió a Santos para explicar cómo lo hizo Colombia y qué enseñanzas se pueden aplicar o cuáles omitir en nuestro país.

Macri con Santos, en la cumbre del Davos latino.
| Télam

Estuve en Colombia mientras en Argentina caía preso estrepitosamente José López. Primero en Cartagena durante la Conferencia anual de la Asociación Mundial de Diarios, sobre la que informé ayer, y luego en Bogotá, haciéndole un reportaje al presidente Juan Manuel Santos que se publica hoy.

Ver desde Colombia, país que hace 15 años era el infierno y hoy es un ejemplo en varios sentidos, a José López convertido en un infradotado después de ser el segundo del principal ministro y el de mayor presupuesto de los doce años del kirchnerismo me generó sentimientos ambivalentes. Por un lado la tristeza de reafirmar la poca seriedad, incluso para el mal, que tienen quienes nos vienen gobernando desde antes del kirchnerismo, aunque en este último período se haya llegado al paroxismo. Además de ladrones, brutos. Y por el otro lado, cierta esperanza porque, aun con un gobierno mediocre, la Argentina podría mejorar mucho.

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Un buen espejo donde mirarnos es Colombia: en los 90 tenía una inflación superior al 20% anual y ahora es la menor de Sudamérica: el hoy presidente Santos fue en el año 2000 el ministro de Economía que logró vencer la inflación gradualmente, desafío similar al que enfrenta la Argentina actual.

Si un país que sufrió tanto como Colombia pudo progresar, no hay excusas para la Argentina

También Colombia mejoró en un reto que no estaba en la agenda de Argentina hace unos años pero sí es un problema actual: el poder narco. Santos, que también fue ministro de Defensa antes de ser presidente, cuenta cómo hizo su país para –sin haber erradicado la droga– haber podido vencer a los carteles.

Si hablamos de grieta, en Colombia los paramilitares y la guerrilla (principalmente las aún activas, las F ARC y el ELN) son una herida que dividió profundamente a la sociedad durante cincuenta años pero que hoy está camino a un proceso de reconciliación encabezado por el propio presidente Santos.

Los niveles de violencia en Colombia no tienen precedentes: el extinto movimiento M19 directamente tomó el Palacio de Justicia y mató a la Corte Suprema, además de a muchos otros jueces y a 98 personas en total. En ataques a la libertad de prensa, el diario El Espectador sufrió primero el asesinato de su director por sicarios del famoso Pablo Escobar y tres años después un coche bomba con 135 kilos de dinamita derrumbó su edificio como represalia ante su continua prédica contra el narcotráfico.

Si un país que padeció muy recientemente tantos flagelos, con un territorio tres veces menor que la Argentina para alimentar a una población de casi 50 millones de habitantes, logró recuperarse y en sólo 15 años superar por momentos el producto bruto de Argentina y llegar a tener menos problemas de inseguridad urbana que nosotros en sus principales ciudades, no habría excusa para que un país como la Argentina no pueda superar sus problemas actuales. Medellín es un ejemplo de innovación, motivo por el cual este año se realizó allí la cumbre del tramo latinoamericano de Davos, a la que concurrió Macri.

PERFIL eligió a Juan Manuel Santos para explicar cómo lo hizo Colombia y qué enseñanzas se pueden aplicar o cuáles omitir en nuestro país, justo en este momento de incertidumbre y pesimismo.

Santos no es un presidente cualquiera, proviene de una familia tradicional que ya tuvo dos presidentes y un vicepresidente en su historia. Su formación académica no es habitual en Argentina: estudió Economía y Administración de Empresas en la Universidad de Kansas, Estados Unidos. Hizo la maestría en Economía y Desarrollo Económico de la London School of Economics y otra en Administración Pública de la Universidad de Harvard.

Su experiencia pública tampoco es usual: fue ministro de Comercio Exterior durante la presidencia de César Gaviria, ministro de Economía durante la presidencia de Andrés Pastrana y ministro de Defensa durante la presidencia de Alvaro Uribe.

Santos no es un presidente habitual, tanto por sus antecedentes como por su formación

Fue, además, durante una década, subdirector del diario más importante de Colombia, El Tiempo, del que su familia era propietaria, y cuando estaba por ascender a director decidió dejar la empresa familiar para dedicarse a la política. Se nota el periodista en su oratoria porque conserva una sintaxis clara que le permitió no leer el discurso que dio en la Conferencia Mundial de Diarios (cuya síntesis publicamos en página 44), donde comenzó diciendo: “Yo nací entre los rollos de papel periódico, el olor a la tinta, los linotipos. Mi abuelo y mi padre me enseñaban a leer al revés cuando se utilizaban los linotipos. Fui periodista, defendí la libertad de prensa, fui presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP. Como tal, estuve defendiendo la libertad de prensa, por ejemplo, en Chile durante la época de Pinochet, o en Nicaragua cuando recién subieron al poder los hermanos Ortega, defendiendo a Violeta Chamorro. Allá me declararon persona no grata”.

Macri acaba de regresar de tres días de visita oficial a Colombia, donde se reunió varias veces con Santos. Probablemente parte de las ideas que le escuchó y resuenen en su mente sean las que Santos cuenta en el reportaje de esta edición. Una lectura balsámica y esperanzadora en medio de la crisis que vive Argentina, y en donde el estrafalario José López y sus jefes directos, Julio De Vido y Néstor y Cristina Kirchner, no son más que significantes de nuestra decadencia.

Algo que es totalmente reversible si nos dedicamos a atacar con seriedad nuestros problemas. Santos termina diciendo: “Si Colombia ha progresado en medio de la guerra, imagínense lo que podríamos progresar sin esa guerra”.