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martes

Es más hondo

Argentina Arabia 20221122
Argentina Arabia | Agencia Na

¿Cuántas páginas se pueden escribir sobre esos noventa, cien minutos? No vale la pena resistirse. Las reglas del capital suponen negocios millonarios que saben explotar emociones tribales, nacionalismos extremos y también filosofías simples. Hemos regado más tinta que sobre las muertes de Hebe o Pablo Milanés. El fútbol es el mayor laboratorio de artificio. Se juntaron en él ciertos ingredientes explosivos (azar, habilidad, simbolismo, patriarcado, chauvinismo, migración, racismo, publicidad, testosterona, corrupción, Duki) que nadie debería haber juntado sin medir las consecuencias.

Las consecuencias son, por ejemplo, el sufrimiento inútil de los niños: mi hijo no sabe cómo procesar la derrota. No entiende alternativas. No tiene tristeza, sino enojo; y con él los niños no saben hacer nada que sirva. No puede empatizar con la alegría del otro (los que ganan). No logra entender que si alguien gana es porque alguien pierde (o que si hay ricos es porque hay pobres) y ¿por qué nos va a tocar caer del lado afortunado?

Tiene diez años y no lo puede entender. ¿Alguien puede?

Hay tiktoks donde el VAR se equivocó y graficó a otro jugador inclinadísimo, que sí estaba en offside

Es feriado en Arabia, ¡choriplaneros vagonetas!, con videos de jeques celebrando, metralletas al aire: una postal (ojalá falsa) de terror y de poder. Hay tiktoks donde el VAR se equivocó y graficó a otro jugador inclinadísimo, que sí estaba en offside. Circulan cálculos y especulaciones: detrás de cada juego hay un patrón matemático para que la razón no se abisme. A las 7 gente sonriente compraba medialunas; a las 9.15 un silencio humillado se había abatido sobre la ciudad donde vive mi hijo querido; nadie podía buscarse los ojos.

Yo, en cambio, los martes juego con amigos. Y así fue el martes. No tenemos offside porque nadie quiere hacer de árbitro. Carlitos March se para al lado de mi arco para meternos los goles sin correr. Yo juego de 4 pero soy pésimo en esa región nunca marcada de la cancha. Soy pésimo también en otras zonas. Soy pésimo en los vestuarios, donde arengo con una frase tan verdadera como polémica: “ganar es fascista”. Así son los martes para mí desde hace doce años. Me gustaría que mi hijo aprendiera a hacer eso con la pena. Pero hay cosas de las que ni un padre abnegado puede defendernos. Esa hondura ridícula, inesperada, del fútbol no cesa de conmoverme.