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Defensora de Género

Genealogía feminista y la condición de las mujeres

Una primera etapa del feminismo del siglo XX fue precisamente la del “rescate”, encontrar a esas protagonistas y sacarlas del anonimato. Otro momento fue el de elegir y reconocer aquellas figuras inspiradoras.

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Pionera. Se cumplieron 70 años de la publicación de El segundo sexo, obra fundamental de Simone de Beauvoir. | cedoc

Genealogía feminista: En el feminismo usamos la palabra “genealogía” para hablar del trabajo intelectual y político consistente en hacer visibles a mujeres que nos antecedieron y no suelen figurar en las historias documentadas. Y es así no solo porque esas historias solo relevan protagonismos masculinos, sino porque eligen como cualidades destacadas para la relevancia aquellas que protagonizan solo los varones.

Una primera etapa del feminismo del siglo XX fue precisamente la del “rescate”, encontrar a esas protagonistas y sacarlas del anonimato.

Otro aspecto importante de la genealogía tiene que ver con la práctica de elegir y reconocer aquellas figuras femeninas inspiradoras que tuvieron importancia en nuestra formación emocional y política camino al feminismo.

Por supuesto, esas genealogías pueden ser muy personales y diversas, y hay distintas líneas genealógicas; pero si tuviéramos que poner una piedra basal en el siglo XX para el extraordinario desarrollo que tuvo luego la llamada “segunda ola del feminismo”, sin duda sería El segundo sexo, la obra fundamental de Simone de Beauvoir publicada en 1949, de la que se cumplen 70 años.

Esta oportunidad hace que el suplemento Domingo nos anuncie una nueva edición, y lo hace de la mejor manera: en sus propias palabras. “El Código francés ya no incluye la obediencia entre el número de los deberes de la esposa, y cada ciudadana se ha convertido en electora; estas libertades cívicas siguen siendo abstractas cuando no van acompañadas de una autonomía económica...”. Así empieza, para quienes preguntan por la actualidad que podría tener este texto tantas décadas después. Volver a leer El segundo sexo es la gran invitación de este año.

La condición de las mujeres: En su columna del domingo, el Defensor de los Lectores, Julio Petrarca, observa muy oportunamente los deslices inaceptables de la práctica periodística (como siempre lo hace, atento a su rol) en la cobertura del caso de violación de una niña por parte de varios jóvenes en un camping de Miramar.

Absolvieron a los imputados por el crimen de Lucía Pérez y los condenaron por venderle drogas

La noticia, de por sí escabrosa, fue una tentación para prácticas comunicativas impropias del buen periodismo, de las que Petrarca da ejemplos y para las que sugiere remedios. El sábado, en la sección Policiales se cubre este hecho, y el médico psiquiatra forense Miguel Maldonado publica una columna de opinión titulada "La manada sin perdón".

A partir de un hecho en España se ha comenzado a llamar “manada” (con discutible propiedad) a los agresores sexuales que atacan en grupo. Hemos tenido varios casos así en el país. El fallo que dejó impune la violación y femicidio de Lucía Pérez en Mar del Plata, así como la mala praxis policial en la preservación de la prueba en el caso de Miramar son ejemplos de cómo se construye la impunidad de los agresores.

La interpretación de los hechos completa el panorama. Y es en este aspecto de la interpretación que me alarmó una frase en la nota de Maldonado: “Queda claro que de esos padres y mayores solo podrán salir esos jovencitos incapaces de respetar la condición casi sagrada de la mujer”. Sin duda una educación sentimental masculina (que no se reduce al ámbito familiar) que justifique la depredación de las mujeres es un sustento importante del sistema de violencia. Pero la alternativa ¿es pensar la feminidad como una esencia, hablar de “la mujer” como algo sagrado? Esa extrema idealización produce después diferencias entre “buenas víctimas” (las que mantienen las condiciones de sacralidad) y “malas víctimas” (las que descienden de sus altares con conductas profanas).

Las mujeres (siempre en plural, siempre diversas) no pedimos ser reconocidas como sagradas, sino como humanas con derechos, ni más ni menos.