Miraba a los All Blacks hacer el Haka antes de jugar contra Los Pumas cuando se me ocurrió la idea. “¡Un cierre de campaña con millones de personas protestando así!”. Aluciné un escenario giratorio alrededor del obelisco. Pantallas gigantes de una punta a la otra de la Nueve de Julio. Le cedería espacios publicitarios a las empresas que los auspician para bancar los costos. El Haka sería subtitulado para que la multitud entienda el sentido de los movimientos.
Necesitaba un contacto. Busqué ofertas en Mercado Libre. El más barato era un pibe que ofrecía “tatoo maori”. Tenía tatuados hasta los párpados. Me preguntó qué era el “ruby”. “Ragby”, le aclaré. Dijo que iba a hablar con un tío suyo que sabía. “¿Qué cosa, sabe?, le pregunté. “No sé”, dijo, “pero tiene interné”. De acuerdo, ok, acepté. No podía pedir más por esa guita. A tres días de las PASO me llamó. “Tengo eso”, dijo. “¿Conseguiste? “, dudé. “Maso, no son los originales, pero te van a servir”. Quedé en ver la merca antes de pagar.
“¿No querías un haka-mate?”, me dijo. Detrás suyo se alineaban quince mercenarios obesos cada uno con un mate en la mano, vestidos con camisetas negras cortas, ajustadas, que dejaban ver los ombligos. “Tienen experiencia en apretar gente”, me explicó. Sonreí. Le di una palmada afectuosa a los muchachos. Dije que llamaría. Retrocedí lentamente. Me fui caminando sin darles nunca la espalda. Alcé el brazo, saludé de lejos. Volví al principio. A Google.
“Ka Mate”, leí, es una Haka, danza maorí compuesta por Te Rauparaha, líder guerrero de la tribu Ngāti Toa de la Isla Norte de Nueva Zelanda. Celebra la vida sobre la muerte después de la milagrosa escapada de sus enemigos Ngati Maniapoto y Waikato. El relato comienza con el capitán de los All Blacks caminando entre las filas de jugadores mientras da órdenes: “¡Golpea las manos contra los muslos!/¡Infla el pecho!/¡Dobla las rodillas!/¡Sigue con la cadera!/¡Golpea tus pies contra el suelo lo más fuerte que puedas!”.
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Las acciones se acompañan con gestos faciales muy expresivos para darse ánimo e intimidar. Los ojos desorbitados, la lenga afuera: “¡Muero! ¡Muero!/¡ Vivo! ¡Vivo!/¡Muero! ¡Muero!/ ¡Vivo! ¡Vivo!/¡Este es el hombre valiente!/¡Qué trajo el sol!/¡Y lo hizo brillar de nuevo!/¡Un paso hacia arriba!/¡Otro paso hacia arriba!/¡Un paso hacia arriba!/¡Otro paso hacia arriba!/¡El Sol brilla!”. No me convencía del todo eso de “este es el hombre valiente/ que trajo el sol”. ¿Quién sería ése ahora, acá?, pensé. Que encima te aparezca uno como Milei, asusta más que creer en cualquier cosa que diga Massa.
Por lo demás, la arenga estaba buena. Nada extrema. Puro estímulo. Me gustó eso de “¡golpea tus pies contra el suelo lo más fuerte que puedas!” para descargar tanta bronca acumulada. Tal vez faltaba el toque argento, el coro de la tribuna, el sentimiento incondicional. Algo así como: “Argentina/mi buena amiga/ esta campaña volveremo a estar contigo/ te alentaremo/ de corazón/ esta es tu hinchada que te quiere ver crecer/ no me importa lo que digan/ lo que digan los que mandan/ yo te sigo a todas partes/ cada vez te quiero más”.
Con la excusa de pedir un autógrafo, me acerqué al hotel de los All Blacks. Le conté por señas a un pilar del equipo de qué se trataba el acto, las cosas que hicieron, las que hacen. Mienten, chorean, vacunas, guita, esperanzas. Tiré nombres. De Vido, Cristóbal López. El tipo, tamaño dos por uno, me miraba con los ojos entrecerrados. De pronto, reaccionó. Con gesto de espanto, soltó un rugido gutural, algo así como “uuhuaagggg”, se golpeó los antebrazos con las manos, las piernas, el pecho, sacó la lengua, dio otro grito feroz, y se fue. Entendí.
Tenía que promover una catarsis. Lograr que millones de personas liberaran su furia a gritos para aliviar en parte el dolor acumulado. Que danzaran alrededor del fuego de lo que de verdad sienten, a la luz de la propia historia vivida. Que intercambiaran selfies, o vídeos, imprimiendo en las imagenes los emoticones rojos de ira. Que grabaran un grito terrible, desgarrador, para reproducirlo al unísono. En esas estaba, delirando ya, cuando el país callado, en silencio, votó.
El Haka quedó para noviembre.
*Periodista.