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Hoy (y ayer)

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Experimento social. El caso del pueblo libertario. | cedoc

Hoy los argentinos deciden el destino de la Argentina. Eso significa no solo el destino de sus habitantes actuales sino de los futuros argentinos, porque las políticas que aplicará el triunfador tendrán consecuencias que trascienden en el tiempo. La institucionalidad de Alfonsín, la privatización de parte de lo público de Menem, la reestatización de lo mismo del kirchnerismo, el frustrado intento de modernización de Macri y el interregno estanflacionario del gobierno actual que profundiza nuestra neodecadencia crearon las condiciones de posibilidad de este presente político donde los tres candidatos con chances de ingresar a una eventual segunda vuelta son carentes y débiles como no podría ser diferente por el contexto en el que emergen. El más votado en las PASO carece de toda experiencia de gobierno, la candidata de la segunda fuerza más votada, a pesar de su extensa experiencia legislativa y ministerial, nunca condujo el Ejecutivo de ningún territorio, y el candidato oficialista con experiencia territorial y habiendo ocupado cargos de máxima relevancia representa a un gobierno que en situaciones normales difícilmente podría ser reelecto. Tres carentes en búsqueda de destino.

La palabra cambio en distinto grado es común a los tres, cambio sin anestesia en el primer caso, cambio con orden en el segundo y cambio “con calmantes” en el tercero. El distinto grado de ponderación entre el deseo y el miedo que realice la suma de los votantes marcará el resultado que consiga cada candidato. 

Como signo del humor social vale observar cuántos diferentes tipos de moderados de las dos coaliciones que compitieron en 2019 fueron derrotados, desde Horacio Rodríguez Larreta hasta Sergio Uñac en San Juan u Omar Perotti en Santa Fe, entre otros. Moderación parece resultar sinónimo de continuismo y no cambio. Córdoba y provincia de Buenos Aires, como siempre automotivadas, rompieron la tendencia haciendo ganar a los dos oficialismos en las candidaturas provinciales definitivas o PASO, respectivamente.

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Otra señal de la “flecha de la historia” fue la previa  pérdida de gobernadores peronistas y su sustitución por aliados o integrantes de Junto por el Cambio al mismo tiempo de la falta de competitividad local de La Libertad Avanza en oposición a su fortaleza nacional. Demostrando que sin el surgimiento de la candidatura de Javier Milei el escenario electoral de 2023 podría haber sido más similar al de 2021 perjudicando a Juntos por el Cambio y en ese proceso permitiéndole al peronismo soñar con derrotarlo pírricamente (por haber contribuido a crear a su verdugo, pero también al propio), si así fuera, dejando fuera del ballottage a Juntos por el Cambio, algo inimaginable dos años atrás, cuando pronosticaban “un penal sin arquero”.

Sea cual fuere el resultado de hoy, el invariable es el surgimiento de una fuerza libertaria inexistente hace dos años, por lo que vale hacer foco en otras experiencias similares del pasado, el ayer del título de esta columna. El libertarismo es un campo político minoritario en el mundo sin antecedentes de un gobierno nacional o estadual, pero existe el caso en un pueblo rural del estado de New Hampshire en el noreste de Estados Unidos, arriba de Boston haciendo frontera con Canadá, donde se pusieron en práctica las ideas libertarias.

PERFIL publica hoy un extenso reportaje al autor del libro Cuando un libertario se encuentra con un oso (A libertarian walks into a bear, aún no traducido al español) que narra la utopía en 2004 de liberar a un pueblo del estado llamado Free Town Project (el pueblo de Grafton). 

New Hampshire es un estado muy inusual dentro de los Estados Unidos: no cobra impuestos sobre las ventas (algo similar a nuestro IVA), es el único donde  no era obligatorio usar el cinturón de seguridad y no tienen regulaciones de zonificación y se puede levantar cualquier tipo de construcción. Su lema estatal es “vivir libre o morir”.  

Después de analizar 28 ciudades de New Hampshire, los libertarios concluyeron que Grafton era el lugar ideal para llevar adelante su experimento social, porque Grafton había votado separarse de los Estados Unidos en 1850 y anexarse a lo que entonces era la República independiente Vermont, hoy estado vecino de New Hampshire. Además en Grafton vivía un candidato a gobernador del estado, el libertario John Babiarz, quien había obtenido el 7% de los votos, lo que para los libertarios –una minoría– fue un gran éxito.   

Grafton, además de expresar valores no incompatibles con el ideario libertario, carecía de un fuerte sentido de orgullo cívico y ya tenía una  cultura individualista, era ideal para conseguir el mayor impacto con el menor esfuerzo porque siendo lo suficientemente pequeña se la podía copar con facilidad. Tenía solo mil habitantes y con la llegada de 200 libertarios desde distintos lugares del país rápidamente pasaron a “apoderarse de la ciudad, sus funciones gubernamentales y convertirla en una representación social ideal de una sociedad libertaria utópica”.

La mayoría de 200 activistas libertarios eran jóvenes blancos entusiasmados con la romántica idea de “hacer algo muy importante y especial para esta causa política en la que creemos”. Entre ellos había un joven que había ganado millones de dólares en la lotería y compró la suficiente cantidad de propiedades y tierras convirtiéndose en el mayor hacendado del lugar, dándoles espacio a otros libertarios para mudarse.

Un protagonista de la historia es el candidato gobernador, John Babiarz, un ingeniero de software que temía la injerencia del Estado porque sus padres habían huido de la Polonia comunista, pero luego de la llegada de los activistas libertarios extremistas fue decepcionándose de sus propias creencias hasta terminar confrontando con ellos.

Los osos son una metáfora de cómo un sistema social libertario modifica el ecosistema. Al anular el cuerpo de preservación de la vida silvestre que los contenían, los osos cambiaron sus hábitos, dejaron de invernar, pasaron a ser agresivos primero con los animales domésticos, a los que devoraban, y luego con las personas hasta entrar en sus casas. Pero las consecuencias de los cambios que introdujeron los libertarios en mucho trascienden a los osos: la aparición de asesinatos, algo que nunca había sucedido en Grafton. Por la proliferación del uso de armas, los vecinos pasaron a resolver sus controversias con violencia, se multiplicaron por ocho los casos de abuso sexual, fracasó la implementación de vouchers para la educación, la iglesia histórica de la ciudad, para no ser mantenida con fondos públicos, fue vendida a un privado y dejó de funcionar. Finalmente, la reducción de impuestos resintió todos los servicios públicos y con el paso del tiempo la ciudad vecina de Grafton, Enfield, que durante 150 años tuvo la misma población que Grafton, pasó a cuadruplicarla por quienes se mudaban allí también desde Grafton.

Los libertarios de Grafton, además del libre tráfico de drogas, promovían el libre tráfico de órganos humanos y hasta –a modo teórico– el canibalismo legal consensuado. Tras el experimento, “Grafton había quedado tan arruinado por los libertarios, que ya no era un lugar atractivo para vivir”. “Los libertarios están, en general, convencidos de que los problemas que surgieron en Grafton ocurrieron porque no había suficiente libertarismo y no porque hubiera demasiado. Creen que fue un experimento imperfecto, porque ‘tuvimos que pelear con todos los estadistas, con la gente de mentalidad cívica, y por eso no pudimos darles a nuestras ideas una oportunidad justa allí’”.

 El balance del autor del libro se puede sintetizar en este párrafo: “Se recorta programa tras programa, pero nunca se llegan a reducir los impuestos porque las consecuencias de esos programas suelen ser muy costosas. Dejas de darles comida a las familias necesitadas, luego algunas de esas familias comienzan a robar, luego habrá que construir más cárceles y contratar más agentes de policía; este es el impacto fundamental. El argumento fundamental a favor de los sistemas sociales, en general, es que parecen caros, pero son mucho menos costosos que el mundo en el que viviríamos si no tuviéramos esos programas implementados”.

Y concluye: “Ninguna comunidad se ha vuelto completamente libertaria en el pasado. Miles y miles de comunidades individuales a lo largo de miles y miles de años. Y creo que la razón es muy simple: esto no funciona.”

 

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