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Jugando con amigas

Después la discusión se desbocó hacia la relación entre centro y periferia en el campo intelectual.

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Me acuerdo que hace muchos años, con mis amigas A.C. y F.E. (por supuesto por separado), jugábamos al “juego de las sincronías”. Consiste en mencionar libros o películas o discos aparecidos en la misma época (la diferencia no puede ser mayor a tres años) y que, en principio, no tienen mucho en común entre ellos. Es como poner en el mismo horizonte temporal a obras impensadas que aparecen, a priori, como heterogéneas o incluso antagónicas. Por ejemplo, de 1969 es la versión de Sinatra de “Rain in My Heart” y también “Let It Bleed”, de The Rolling Stones. Y así, para quedarnos en 1969, se me ocurrió mencionar a “El Fiord”, de Osvaldo Lamborghini (publicado ese año, aunque escrito en 1967) y “El Apando”, de José Revueltas, publicado el mismo año por la editorial mexicana Era. Pero algo ocurrió con esa respuesta, y un juego habitualmente sin mayores implicancias, se convirtió en una larga discusión sobre política literaria. Intentaré ser fiel, y transcribir ajustadamente los debates. La primera objeción, remitió a la poca distancia entre un texto y otro, a la falta de heterogeneidad de la elección. En parte es cierto y en parte no (siguiendo con México, la frase me recuerda a la forma habitual en que respondía Octavio Paz, todavía hoy objeto de sorna: le preguntaban si se sentía un buen poeta, y él comenzaba la respuesta diciendo “Sí, y no…”; le preguntaban si veía cerca el fin de la Guerra Fría, y él contestaba “Sí, y no…”). Es cierto que poco hay en común entre Lamborghini y Revueltas: ni la edad (Revueltas era 26 años mayor), ni las lecturas, ni las biografías, ni las herencias que dieron, ni los estilos de escritor, ni, por supuesto, sus textos. Hasta aquí, la elección de ambos libros encajaba perfectamente con el juego. Pero alguien (o mejor dicho: yo mismo, en un gesto autoincriminatorio) definió a “El Fiord” y a “El Apando”, como dos de los más grandes textos políticos de la literatura latinoamericana de fines de los 60. Alejados (y en discusión crítica) con la estética del Boom, en “El Apando” y “El Fiord” la política irrumpe como un efecto de la sintaxis; es la sintaxis, la frase, la que está recargada –sobredeterminada– de política; de una política de la lengua que avanza de manera escondida, lacerante, cortante, claustrofóbica: la utopía de una sintaxis sin afuera. “El Fiord” es bien conocido entre nosotros, El apando quizás menos. Podría decirse, entonces, que es una obra maestra de literatura carcelaria, la historia de la enajenación en una celda de castigo. Pues, perdí: hay muchos puntos de contacto entre “El Fiord”, y “El Apando”. Pero para salvar mi honor, pregunté: ¿Cómo podría leerse la literatura argentina sin Lamborghini? ¿Y cómo la mexicana sin Revueltas? Y entonces, tímidamente, agregué: “Quizás aquí Lamborghini ocupa un lugar demasiado central, y allá Revueltas uno demasiado lateral”. Lo de “tímidamente” era falso: sabía lo que estaba diciendo. Sabía que para mis amigas el daño era irre-parable: ¿Cómo que Lamborghini se había vuelto “demasiado” central? ¡Imposible! (también pensé en mis amigos mexicanos, que seguramente me habrían contestado algo similar sobre Revueltas). Después la discusión se desbocó hacia la relación entre centro y periferia en el campo intelectual, y sobre otras cuestiones por el estilo, sobre las que volveré uno de estos domingos, o tal vez nunca.