COLUMNISTAS
sentimientos y conducta electoral

La bronca social crece a valores históricos

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Dolarización. Hay que rechazarla con alternativas válidas. | NA

En el último mes, el 60% de los electores percibe en sus conciudadanos enojo/bronca, y cerca de un 35%, tristeza/desánimo. Estos valores de enojo social no son nuevos, los tenemos registrados desde los 90 y se encuentran dentro de los máximos en nuestra serie histórica. Llegaron a estos números en tiempos especiales 1998, 2001, 2002, 2009, 2010, 2013 y actualmente.

En general expresan momentos en los cuales parte de la sociedad está propensa al conflicto social y/o se preanuncia intención de impulsar un cambio de ciclo político. No hay una regla para lo que va a ocurrir a futuro pero dicho porcentual es indicador de una fiebre que se puede agravar sin el antibiótico adecuado.

Creo que la pregunta de la hora es si continuará creciendo o se aplacará , de ello depende el devenir de los acontecimientos futuros. Enojo más incertidumbre no da como resultado conductas conservadoras sino todo lo contrario. Sería lo mismo que pensar que el temor que genera el crecimiento del dólar garantiza que nadie quiera comprarlo. Por lo contrario, más crece su cotización, más deseo hay de tenerlo. No en vano la palabra dolarización comienza a ser parte de la conversación cotidiana.

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¿Quién podrá parar a Milei?

El experto en teoría de las decisiones Daniel Kahneman, a través de sus investigaciones, demostró que la conducta humana tiene aversión a la pérdida excepto en el momento en que no tiene nada para perder. Entonces, quienes tienen algo para perder son electoralmente conservadores en el sentido de repetir su voto, pero hay sectores sociales que nada tienen para perder, es en este delicado momento en el que nos encontramos Un país donde hay trabajo pero pobreza al mismo tiempo es peor desde el punto de vista de las expectativas que un país en donde no hay trabajo y solo hay planes sociales. Allí todos dependen del Estado.

Hoy hay un sector que mantiene el sueño de la movilidad social pero la imposibilidad de lograrla le genera frustración y un vivir el día a día que justifica cualquier conducta. Y hay otro sector para el cual la movilidad social no está dentro de su sistema de valores porque son marginales al sistema. En ambos casos hay decepción total con la política y búsqueda de soluciones rápidas. Por eso hoy el escenario electoral se ha vuelto un jeroglífico.

Comenté en columnas anteriores que hay una relación entre los sentimientos y la conducta social y electoral . Y ¿por qué insisto con esto? Porque a pesar de que está probado por la ciencia que en las decisiones humanas y en la decisión de voto lo que prima son las emociones y es sobre estas que se construye lo racional, gran parte de la dirigencia y muchos analistas realizan análisis políticos basados en explicar la actualidad y proyectar el futuro en base a suponer que el elector tiene conductas racionales que le impedirán hacer esto o aquello. Cuando esta conducta supuestamente racional no se cumple, le echan la culpa al líder carismático o al dirigente autocrático, que estarían engañando con su prédica a los electores.

24 de marzo y después

Esta tendencia a pensar en la conducta racional es lo que hace suponer que Milei no puede ganar una elección, que si en la interna de Juntos por el Cambio gana Bullrich los votantes del libertario irán hacia Patricia, y que si gana Larreta tomará parte de los votantes de Lavagna y del Frente de Todos.

Otros creen que si Cristina fuera candidata el peronismo podría ganar la elección. Todas especulaciones de las cuales la población está ajena.

Hoy el oficialismo está en su peor momento. Con un Presidente que está fuera de escena aunque pretenda ponerse en el centro. Con Sergio Massa en la toma de desiciones a cargo de resolver una nueva crisis de dólares, la estabilidad monetaria y su futuro político, y con una Cristina Kirchner que tiene que decidir si buscará activamente que el Frente de Todos retenga la mayor cantidad de votos –ya sea apoyando claramente a algún candidato o poniéndole el cuerpo a una candidadura propia– o decidirá que es momento de hacer un vacío electoral especulando con demostrar que sin ella el peronismo no es nada. Hoy el oficialismo conserva una base de votantes que podría ampliarse o seguir derritiéndose al calor de lo que suceda con los ingresos y el temor de que lo que venga sea para peor.

Todo al mismo tiempo, en todos lados, sin líderes

Tampoco le va mucho mejor a Juntos por el Cambio. Hay allí proyectos de país divergentes, con profundas diferencias conceptuales entre sus candidatos, y un radicalismo que poco comparte con los halcones. También les es difícil presentarse como el cambio, luego del fracaso de su gobierno. A ello debemos sumarle que, mientras una parte de la sociedad está en demanda de lo nuevo, salvo Manes no hay nuevos en Juntos. Patricia es protagonista desde los 70, Larreta desde entrados los 90. Entonces el tema no es si Juntos puede ganar sino si podrá gobernar con tantas ideas disímiles.

Bajar la fiebre social es tarea básica del oficialismo pero también debe colaborar la principal coalición opositora. Lo que podemos tener es un incremento del conflicto social.

Intentos de echarse la culpa mutuamente solo aumentarán el desprecio social y la búsqueda de nuevas alternativas en un país en donde se puede ganar la presidencia sin tener equipo pero no se puede gobernar sin gabinete sólido y acuerdos legislativos salvo que se quiera tentar una asamblea legislativas. A dudosas posibilidades de dolarización no se las va a doblegar con razonamientos económicos respecto a su imposibilidad técnica Se requiere mostrar que hay alternativas pensadas para que todos ganen en lugar de perder.

*Consultor y analista político.