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Reflexión

La dispersión es la causa de todos los males

El mundo de las redes sociales tiene dos caras, por un lado, te conecta con otros, por otro, te desconecta de vos mismo.

desierto
Imagen ilustrativa | AFP

No hay plata. Vacaciones haciendo orden, pero dispersa. Por momentos, tiro papeles acumulados, por momentos scrolleo el teléfono. Me detengo cuando una nota del diario El País y una fotocopia mal doblada de los apotegmas de los Padres del Desierto me parece que coinciden, o, mejor dicho, convergen y me empujan al teclado.

El diario español dice que han impulsado un observatorio estatal para el estudio de la soledad que afecta al 13,4% de la población general. En la nota se cuela la cuestión del auge de las redes sociales y el teletrabajo que han contribuido a disminuir “el número de contactos cara a cara”.

Para aquellos ermitaños de los primeros siglos del cristianismo, la soledad era una solución, huían al desierto en búsqueda de paz interior. Para El País, la soledad es un problema social y paradojal. Mas solos, pero más desasosegados, inquietos, angustiados. Una sentencia breve de los Apothegmata dice sin más: “La dispersión es la causa de todos los males”.

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En el WhatsApp leo que Hernán me recomienda No-cosas de Byung Chul Han (2021). Leo un poco, lo que pude encontrar en la web. Me gusta esta frase: “La infoesfera tiene cabeza de Jano”. El dios de enero -Janeiro- otra convergencia. Reinterpreto la sentencia de Byung según lo que vengo pensando: el mundo de las redes sociales tiene dos caras, por un lado, te conecta con otros, por otro, te desconecta de vos mismo.

Han habla de estabilizar la vida y de “la que sería la fórmula de la felicidad”. No parece muy convencido. ¿Qué cuál es? La observación larga y lenta, dice. La observación atenta y detenida, la contemplación, la atención sin intención. Algo que requiere tiempo. Algo que fácilmente retrocede frente a la información. Le doy la razón. Por eso no miro noticieros, ni escucho radio. La información nos hace miopes y precipitados. Muy bueno Byung, te pido perdón por escribir en Perfil.

Han dice no-cosas, en alemán, Undinge. Han no dice nada del objeto de la contemplación. ¿Cuál es la cosa por contemplar? ¿Cuál debe ser? Quizás lo dice en el libro que vino después de este. Todavía no lo leo. Quizás habría que haber traducido Undinge como no-entes. Yo digo no-personas, no-soledad; el desierto es y no es la virtualidad.

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Sigo haciendo orden de papeles. Encuentro los tips de Hebe Uhart para la escritura que me dio Delfina el año pasado. Hebe dice que escribir es como traducir. Pienso, voy a traducir qué me pasa cuando quedo dispersa en las redes sociales; como cuando haces dieta para adelgazar y te recomiendan que anotes qué emoción te impulsó a comer. Lo primero que descubro es que es una decisión. Lo hago porque quiero dejar de pensar o distraerme o relajar. Es una especie de enajenación voluntaria, de dejar de ser por un momento -o por un buen rato- alma y cuerpo todo junto. Una suspensión ficticia del tiempo. Un anonimato, una invisibilización de mí misma para mí misma -y de los otros. Dicho así ¡qué mega-tentación!

Sigo despeinando papeles y scrolleando cada tanto. Ya me encontrará el orden. Ya podré seguir traduciendo.

(*) Doctora en Filosofía. Investigadora FCE, UCA