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La entrega de Alberto F

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Lapicera para los propios. El Presidente sacrificó hasta ahora a la tropa de su cercanía. El ministro Guzmán se pregunta si tendrá el mismo destino. | Presidencia

“Reaccioné porque me calenté y entendí mi salida. Pero lo que me dolió es que me maltratara públicamente”. El ahora ex ministro Matías Kulfas intenta no irle a la yugular a Alberto Fernández, por quien siente que siempre dio la cara y más que eso. No puede evitar entre sus amistades, en las que se refugió e hizo catarsis, su aflicción ante la actitud presidencial.

A nadie debería sorprender los vaivenes de Alberto F, de quien se podría armar un youtube sin fin con sus contradicciones. Tampoco que sólo lance por la ventana de su Gabinete a propios y casi nunca a ajenos.

Lo que impacta es la incoherencia como patología. El Presidente criticó en público a Kulfas porque no debe hablarse en off the record o no debe usarse el off the record para hablar mal de otros, como volvió a insistir el viernes desde Los Ángeles ante el periodismo que acompañó a la comitiva oficial a la Cumbre de las Américas.

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Se entiende que no pueda decir que debió entregar a Kulfas por la presión expuesta de Cristina Fernández de Kirchner. Pocas cosas lo ponen de tan malhumor como darle la razón a su vice, sobre todo en los últimos meses de separación de hecho.

De ahí a achacar el problema a un off hay un trecho. Primero, porque es un método al que suele recurrir el propio Presidente, en reuniones privadas en la Casa Rosada u Olivos y a través de mensajes por celular, incluso a horas insólitas. Segundo, porque como ya explicó Kulfas, el off del Ministerio de Desarrollo Productivo (que asume como una torpeza) fue posterior a una entrevista radial desde el acto de YPF en Tecnópolis, donde las palabras de CFK azuzaron la ira del funcionario.

Podría resultar una anécdota o parte de la comidilla periodística, pero hacer eje en el tema del off forma parte del relato presidencial para barrer bajo la alfombra los graves problemas que expuso la eyección de Kulfas, tal como los describió crudamente en sus catorce páginas de renuncia.

No se trata tanto allí de mirar las posibles comisiones de delitos, como aclaró el ex ministro en su visita a Comodoro Py del viernes. Igual, a investigar, pero ya se saben cómo son esas cosas acá en general y en particular en los tribunales federales de Retiro. Dos curiosidades al respecto. Una, que un clásico y sombrío operador judicial de CFK haya mostrado interés en el expediente que iniciaron el juez Daniel Rafecas y el fiscal Carlos Stornelli. Dos, que Kulfas fuera a su declaración testimonial acompañado por el abogado penalista Matías Ledesma, que recientemente representó en un recurso ante Casación al presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti.

Volvamos. Lo que expuso Kulfas en su dimisión fue el primer sincericidio oficial de que la mala gestión en muchas áreas claves del Gobierno obedece a la impericia o al boicot del funcionariado según a qué sector del oficialismo responda.

Kulfas se centró en algunos temas que conoce y padeció (hay muchos más) vinculados a la energía, como la famosa construcción del gasoducto Néstor Kirchner o las dificultades para actualizar y/o segmentar las tarifas. La importación energética es el gran agujero negro del déficit fiscal y dispara la falta de dólares pese al récord exportador.

En on y por escrito, Kulfas describió lo que cualquier fuente oficial con confianza viene contando casi desde diciembre de 2019 en off. Incluidas las fuentes camporistas (sí, Cristina, La Cámpora también tiene gente que se expresa en off).

“Creo que a Alberto lo jodió más eso de Matías, que expusiera este quilombo, lo deja mal parado”, reflexiona un funcionario que no viajó a Los Ángeles y conoce hace tiempo a ambos protagonistas.

“¿Vos sabés lo que es remar con los propios en contra todo el tiempo, que no te dejen laburar y encima te salen a marcar la cancha y a criticar?”, explica una allegada al ex ministro.

Ese desgaste entre el cristinismo energético y Kulfas, más la crisis por el aumento de subsidios e importaciones, hicieron que el año pasado la Secretaría de Energía y sus organismos descentralizados pasaran a depender de Martín Guzmán.

Fue en ese marco que el ministro de Economía intentó en vano varias veces el desplazamiento de funcionarios del área, contrarios a sus planes. No se trató sólo de Federico Basualdo, el subsecretario eléctrico. Guzmán mira de reojo el desplazamiento de su aliado Kulfas, al que consideraba como el que más claramente expresaba el pensamiento económico del Presidente: “Si lo entregó a él, también me puede entregar a mí”, analiza en privado el jefe del Palacio de Hacienda.

Si bien es cierto que la llegada de Daniel Scioli como reemplazo de Kulfas alivia a Guzmán (trabajaron con mucha sintonía en el acuerdo de provisión de gas boliviano con destino inicial a Brasil), el ministro sabe que antes le ofreció el cargo a Sergio Massa, uno de sus críticos más duros.

Acaso de estas vicisitudes haya vuelto a hablar Guzmán en los últimos días con un interlocutor de peso –Paolo Rocca, de Techint– antes de definir que Economía tendrá la última palabra frente a cualquier decisión que se tome de ahora en más respecto al gasoducto Néstor Kirchner. Las intrigas parecen no dar tregua.