Paradojas argentinas: mientras lo critican y tirotean desde casi todos los sectores del propio oficialismo, Martín Guzmán continúa con la acumulación de responsabilidades claves.
El viernes 20 se oficializó, por ejemplo, que el Ministerio de Economía se hará cargo de la Secretaría de Comercio que conduce el cristinista Roberto Feletti. Es nada más y nada menos el lugar desde donde el Gobierno intenta controlar los precios. No hace falta decir que con nulo éxito.
Alberto Fernández tiene la expectativa de que el traslado de Comercio de la cartera de Producción a Economía haga más eficiente el trabajo de la Secretaría y baje la inflación.
Amén del voluntarismo presidencial, resulta curiosa la negación respecto al resultado que puede arrojar este maridaje entre un ministro aupado por los empresarios y un secretario que los presiona para que abran sus costos al Estado.
Dentro del Gabinete hay miradas contrapuestas sobre el significado de este nuevo empoderamiento de Guzmán. Están quienes lo ven como la ratificación albertista de que sólo con más poder el ministro obtendrá mejores resultados. Y están quienes interpretan que en realidad le cargan la mochila con un peso imposible de sostener en estos tiempos.
Es que ahora dependen de Guzmán las dos mayores obsesiones del FMI: lo que gasta el Gobierno en subsidiar la energía y el alza desmesurada de los precios, un fenómeno global que aquí tiene su propia dinámica multiplicadora.
Al respecto, atravesará esta semana el jefe del Palacio de Hacienda una prueba de fuego. La Secretaría de Energía que depende de él dará a conocer la nueva estructura tarifaria de la electricidad y el gas tras las audiencias de hace unas semanas.
De esas audiencias y de estos aumentos, Guzmán hizo a un lado al subsecretario energético Federico Basualdo, al que ya hace un año intentó despedir en vano por oponerse a la quita de subsidios, y entronizó a un hombre de su confianza para la ejecución de este proceso, Santiago López Osornio.
“Cuando los usuarios y las industrias vean cuánto más van a tener que pagar por la luz y el gas, veremos la carita que pone Guzmán, porque van a aumentar mucho más de lo que dijo”, sostiene una alta fuente oficial muy cercana a Cristina Fernández de Kirchner. “El aumentazo es todo de él”, evaluó en el mismo sentido otra funcionaria, enrolada en La Cámpora, que augura un tsunami de frenos judiciales para intentar evitar los incrementos.
A este examen hay que sumarle el de los precios. Y otro no menos inquietante: el runrún interno dentro del Gobierno para que Guzmán sea reemplazado por alguien que genere mejores expectativas.
En los últimos días ya no fue tanto el kirchnerismo el sector más activo con los rumores serruchadores, sino el massismo.
A los publicitados convites gastronómicos del presidente de la Cámara de Diputados a economistas de su cercanía se agregó el choque público con Guzmán por el planteo de subir el mínimo no imponible para Ganancias. Como se contó aquí, ese reclamo de Massa fue conversado a distancia con el Presidente, durante su reciente gira por Europa, quien se olvidó de avisarle a su superministro. Ajá.
En las últimas horas crecieron las intrigas. Desde el massismo se insiste con que ya hay un equipo preparado para el supuesto desembarco en el equipo económico: Miguel Peirano (Economía), Martín Redrado (Banco Central), Guillermo Michel (AFIP) y José Ignacio de Mendiguren (Producción) serían las caras visibles. Aseguran, incluso, que ya tuvieron reuniones preparatorias con funcionarios de acceso diario al Presidente. Allí se desmiente tajantemente esta versión. Pero el río suena todo el tiempo en torno a Guzmán. Y él lo sabe.