Me apena que una noción que aprecio, la de relato, se haya ido cargando, como se cargó, de un carácter intrínsecamente peyorativo, que se la use más que nada para indicar impugnación y desprecio. Me apena porque varias de las disciplinas que más me atraen (la historia, la literatura, las transmisiones radiales de fútbol) se basan en gran medida en eso, en el arte del relato. Y además porque varios de los teóricos que me interesan (por ejemplo, Roland Barthes, Georg Lukács, Walter Benjamin, Paul Ricoeur, Hayden White) se detuvieron en ese asunto, el de la narración, ya sea en relación con el tiempo, con la experiencia, con la verdad, con la descripción.
¿Cómo llegamos a un punto así: que la noción de relato se emplee, no ya para dirimir si algo es verdad o mentira, sino para expresar que algo es mentira? Como si, habiendo relatos falsos, no hubiese también relatos verdaderos; como si narrar no pudiese ser otra cosa que mentir (para agregar confusión al panorama, hay algunos mentirosos que, de sus mentiras, alegan que no lo son, pretenden que son “ficción”). A partir de este engrudo conceptual, se pergeñó una formulita de repetición mecánica que se ve circular a menudo: la de “Dato mata relato”. ¿Lo mata? ¿Lo mata? Solamente si se supone que relatar y mentir son lo mismo. Y solamente si se pasa por alto que con los datos, incluso cuando son verdaderos, se puede embarullar, se puede tergiversar, se puede engañar, se puede aturdir. ¿Dato entonces mata relato? ¿Y por qué lo mataría? ¿Con qué fin?
¿Por qué los datos matarían a los relatos, si tanto los necesitan por cierto? Los necesitan para encontrar su inscripción en una línea de tiempo en transcurso, en las secuencias de una cronología indispensable; los necesitan para cobrar sentido, para ser interpretados, para explicar su pertinencia, para justificar su relevancia respecto de otros datos posibles. No se quita importancia a los datos, pero ¿cómo se los podría comprender realmente, si no hubiese alguna clase de relato de por medio? ¿De qué manera, sin un relato, se los podría conectar, relacionar, trazar su significación, establecer su condición de verdad?
La pretensión de que dato mate relato supone ni más ni menos que la fantasía de que la verdad puede existir como una cosa siempre ya dada (es lo que dato significa), que no sea preciso interrogarla y establecerla a partir de la realidad de los hechos, que no haya que pensarla ni que comprenderla, que no haga falta elaborarla ni debatirla. La fantasía de que los datos hablen solos es que después nadie más pueda hablar. La fantasía de una formulación a la que nadie pueda responder, ante la que deban callarse los demás. Una fantasía evidentemente autoritaria.
Por lo demás, un dato matando un relato es, por sí mismo, un relato. Uno que ningún dato refrenda.