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La guerra de los “ismos”

16-4-2023-Logo Perfil
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Imperativo, plano, injusto. Así parece ser el discurso del poder actual. Y si digo injusto, es por su distancia con la realidad. La promesa del cambio se sustenta en el eterno retorno a lo mismo. Doctrinas antiguas que ya no corresponden al estado del planeta ni a la era digital. A su vez, la indignación generalizada no consigue modificar las circunstancias; la crítica se vuelve ociosa, ni siquiera hay permiso para pensar distinto, de un lado se critica al otro, del otro al de al lado. Leo posteos que califican el mero retraimiento como una traición, a quienes no se pronuncian los tildan de débiles o enajenados. ¿Acaso hay que decir lo que el otro quiere escuchar para formar parte de una comunidad? Bartleby, el personaje de Melville, sería muy mal visto en este entorno avasallante. A su manera de resistir, sustrayéndose, la calificarían de cobarde. La frase que tantas veces repite a lo largo de la novela –“preferiría no hacerlo”– no significaría una forma de la denuncia. Sin embargo, como lo describe el narrador, “Bartleby era un hombre de preferencias, no de presunciones”. Al decir “preferiría no hacerlo”, daba cuenta de una “decisión irrevocable” alimentada por la desesperanza.

Podría sumar otros epítetos al discurso imperante. Escindido, vacuo, descalificador. Pero al hacerlo, siento que contribuyo al vaciamiento de sentido. ¿Cómo seguir escribiendo sin apelar a lo mismo? ¿Y cómo escapar a la vanidad de no hacerlo?

En esta ocasión, propongo evitar la bolsa englobante de los “ismos”. 

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En el ámbito de la medicina, estos sufijos refieren a procesos patológicos específicos (reumatismo, paludismo, etc.). Se suele nombrar a través de una patología específica el estado general. De allí la carga negativa del sufijo. El “ismo”, por lo general, radicaliza. 

En el arte, en la política, en las ciencias sociales se relaciona con una escuela, doctrina o ideología (socialismo, capitalismo, existencialismo, surrealismo, etc.). En los discursos actuales han renovado su protagonismo; de manera más enfática, renuentes a la inclusión o el intercambio. Quizá porque los “ismos”, en lugar de favorecer la visión de conjunto, pretenden generalizar una respuesta. U oponerse a otra generalización. 

Ante estas largas palabras, me quedo con los refranes de Sancho Panza. Más populares y menos ampulosos. O con su interpretación de los sueños, cuando dice que son la “capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita el hambre, fuego que calienta el frío, balanza que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto”. A seguir soñando, entonces, ¡sin quedarnos dormidos!