COLUMNISTAS
A FAVOR Y EN CONTRA

La paradoja argentina

A los enojados con el Gobierno les va mejor que a quienes lo votaron. Solo los “duros” ideologizados parecen respaldarlo.

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Argentinismo explícito. | Pablo Temes

Se produce en estos momentos una paradoja muy particular. Algunas cifras muestran un mejoramiento de la economía, pero la percepción generalizada es que la situación es muy mala y con tendencia a empeorar.

Mundo objetivo. Si bien el estimador mensual de actividad económica (EMAE) que produce el Indec va con unos meses de atraso, el último informe que salió el jueves pasado muestra que en febrero se registró un incremento de 1,8% de la actividad respecto de enero. El primer bimestre muestra un crecimiento del 7%, y la variación interanual observa un aumento del 9,1.

Desglosado por sectores se puede observar que Hotel y restaurante aumentó un 31,9%, Transportes y comunicaciones un 14,5% y Explotación de minas y canteras un 14,1%. Obviamente esta descripción está afectada con motivo de las vacaciones, las salidas de mucha gente que no pudo salir por la pandemia y el incentivo dado por el programa Pre-Viaje. Pero el aumento en la minería sí sorprende y es un proxi que muestra que Argentina se está convirtiendo en un exportador neto de materias primas no orgánicas. Tema que también está generando ciertas controversias vinculadas al uso del subsuelo de la patria. Pero volviendo a las cifras frías, también aumentó el comercio mayorista y minorista un 11,7%, lo que hace pensar que se está viviendo un pequeño auge del sector consumo de las familias, clave en el PBI del país.

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Sequía de expectativas. Por otra parte, se puede remarcar que, para enero de 2022, la utilización de la capacidad instalada en la industria fue del 57,9%. Cuando esta cifra se acerque al 60% se pasará una frontera. Sin nuevas inversiones de maquinarias y equipos el crecimiento tenderá a estancarse. La tasa de inversión llegó a un piso histórico en el segundo trimestre de 2020 (9,5%) coincidiendo con la etapa dura de la cuarentena y subió al 13% el cuarto trimestre de 2021. Se debe llegar al 25% anual para que el crecimiento sea sostenido.

Cuando se tiene la perspectiva subjetiva de algunos empresarios, el relato es que están a tope con la producción, y con muchas dificultades para encontrar recursos humanos para sus necesidades específicas y con muchos problemas para obtener los insumos necesarios, gran parte de origen importado. Es cierto que el comercio exterior está trabado desde la invasión rusa a Ucrania pero también hay una “administración” de los dólares por parte del Banco Central.

Hasta aquí parece que fueran todas loas para el gobierno actual, y no pocos pensarán que este panorama plantea un panegírico gubernamental. Otros plantearán que el articulista vive en otro país y unos terceros que los datos del Indec no se reflejan en la realidad efectiva. Y estos últimos parecen tener razón.

Tres hipótesis

  1. La primera hipótesis que puede explicar el desánimo reinante como contraprueba de una mejoría de la situación es la altísima inflación. La respuesta gubernamental que sostiene que el vertiginoso aumento del índice de precios al consumidor se debe a la guerra en el centro de Europa no convence a nadie. En 2018 fue del 47,6; en 2019 fue del 53,8% (ambos años sin eventos externos), en 2020 (con una de las retracciones del PBI más grande de la historia) fue del 36,1%; en 2021 50,9% y lo que va del año una acumulada del 16,1%. Cuatro años y lo que va del actual muestran que el paciente arde de fiebre sin una hipótesis fuerte de los oficialismos para dilucidar el fenómeno. Hoy el sentido común primario lo pasa a explicar por la emisión monetaria y el gasto del Estado en línea con las razones que plantean los economistas ortodoxos.
  2. Un segundo elemento que puede explicar la gran incertidumbre reinante es claramente la “externa” en el Frente de Todos. El subsistema político que llevó a la fórmula Fernández-Fernández está cuestionado principalmente por el segundo componente de la fórmula y provoca la sensación de “que todo puede irse a la mierda” para utilizar la terminología de origen melconiano.
  3. Se puede plantear una tercera hipótesis que combina el drama estructural con las percepciones cotidianas. Más de la mitad de la población económicamente activa está en el llamado “mercado informal de trabajo”, un eufemismo que reúne varias categorías diferentes pero que al final del día están desconectadas de las paritarias, de obras sociales o vacaciones pagas. También buena parte de esa categoría que antiguamente se llamaba “changarín” desconoce o no tiene las habilidades suficientes para desempeñarse en la industria o los servicios fuertemente informatizados. Obviamente cuando consiguen empleo son de mala calidad y sumamente inestables.

Además de este sector vulnerable, existe otro escasamente estudiado, que son los desempleados estructurales. Ya no buscan trabajo, quizás por desaliento personal que no escapa de la depresión subclínica o por vivir en entornos de alta violencia simbólica (y material). A raíz de esto se observa en las grandes ciudades gente viviendo en la calle, personas que son prácticamente invisibles para lo cotidiano o que directamente se observan como amenaza. También se visualizada la multiplicación de barrios precarios y tomas de tierra en distintas provincias. Buena parte de este espacio social hizo caer la web de la Anses frente a la inmensa demanda del nuevo IFE.

Todos enojados. Dentro de esta hipótesis hay una característica demoscópica que se debe señalar, buena parte del sector al “que le va bien” o no es votante del Frente de Todos o lo ha votado en forma muy circunstancial. Es, en definitiva, un sector muy enojado con el Gobierno que protesta frente a cada nuevo impuesto, le toque o no su bolsillo personal (aunque en el sistema económico como tal cada decisión de política económica afecta a los subsistemas y a los agentes). En cambio, gran parte del sector “sumergido” fue votante del FdT (que sacó el 48% en 2019), y obviamente está descontento porque no se ha llenado su heladera (más bien lo contrario). De ahí que la imagen del Gobierno descienda a niveles mínimos. Se puede decir que su sector duro son sectores medios ideologizados que puestos en la disyuntiva se quedan con Cristina Kirchner.

El Gobierno acaba de ofrecer una serie de ayudas económicas bajo la excéntrica idea de que se podrá recaudar entre las empresas que tienen “ganancias inesperadas”, pero el problema estructural está lejos de plantearse, y será recurrente en los próximos años.

*Sociólogo (@cfdeangelis)