Escribió Albert Camus en La Peste: “La estupidez insiste siempre”. En estos tiempos en los que el mundo de lo mediático y de las redes sociales, del boca a boca y de los remedios mágicos, la epidemia de coronavirus ha generado dos fenómenos que no se desmienten del todo y compiten como fuentes de información para las sociedades: la abrumadora cantidad de espacios dedicados al tema en todos los campos del periodismo (ciencia y tecnología, sociedad, pensamiento, economía, política), no siempre con resultados afortunados, y la no menos alarmante proliferación de informaciones falsas sobre datos estadísticos incomprobables y también tratamientos que oscilan entre lo peligroso y lo absurdo (bicarbonato o imploraciones místicas, por ejemplo).
Agregaba Camus en su libro, boom de ventas en estos tiempos un reciente artículo en la revista AMA Journal of Ethics, actualmente las epidemias comportan no solo una crisis de salud pública sino también una crisis de información, y se propagan no solo físicamente sino también digitalmente: “Todo lo que el hombre puede ganar en el juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo”. A la hora de gestionar periodísticamente la información sobre un evidente drama de escala planetaria, de lo que se trata es de hacerlo con mejores datos, fuentes confiables, descarte de lo superfluo y denuncia de lo erróneo.
Veamos el espacio destinado al coronavirus y sus consecuencias en las más recientes ediciones de PERFIL. El sábado 29 de febrero, el tema ocupaba espacios en la página 12 (Política Económica, “El pánico de mercados por coronavirus, una complicación extra para la deuda”); página 26, Ciencia; páginas 28 a 31, Internacionales; páginas 54 y 55, Escritores (columnas de Pola Oloixarac y Daniel Link). El domingo 1°, la atención dedicada fue mucho menor: solo en páginas 40 y 41, Ideas (columna “Biografía del virus”, por Jaime Duran Barba); y en páginas 42 y 43, Ciencia. No hay mención alguna en las restantes secciones. Ayer fue uno de los temas centrales en la portada (la fotografía principal, que muestra al primer infectado que detectó la Argentina durante su viaje a Italia; y tres anuncios breves remitiendo a sendos informes en el interior: en páginas 26 y 27 (“Confirman seis nuevos casos de coronavirus en la Argentina; suman ocho los infectados” y recomendaciones para quienes regresan de un viaje a zonas con riesgo epidemiológico); páginas 28 a 31, Sociedad; y en las páginas 49, Cultura; 50 y 51, Escritores.
En verdad, tras el análisis del material periodístico publicado en relación con tan espinosa cuestión, poco es lo que permitiría la crítica de este ombudsman. Tal vez, la ausencia de concretos textos destinados a neutralizar aquellas noticias falsas de las que se habla al comienzo de este artículo, en una actitud docente (que es parte de la misión del periodismo). Y sí, seguramente, una parcialidad informativa a favor del virus superstar que consume espacios enormes y en perjuicio –por omisión o escasa atención– de otros dos brotes en Argentina de otras tantas enfermedades que vienen creciendo en cantidad, intensidad y letalidad: el dengue, salvo una nota el sábado 29 de febrero en la página 27, Ciencia (más de 700 casos detectados en 11 provincias, con tres muertes registradas); y el sarampión, cuyas cifras son las mayores de los últimos años, sin mención en las últimas ediciones de este diario.
Por cierto, es una legítima decisión editorial el privilegiar unas noticias por sobre otras, pero nada del ejercicio profesional obliga a desplazar totalmente o minimizar lo que merecería una mejor y mayor difusión. Un reciente artículo de la revista AMA Journal of Ethics señalaba que actualmente “las epidemias comportan no solo una crisis de salud pública sino también una crisis de información, y se propagan no solo físicamente sino también digitalmente”.