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La sociedad, contra las reglas

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Durkheim. Una sociedad es un conjunto de reglas con validez para sus miembros. | cedoc

La pregunta, la queja y el llanto sobre por qué el país que tenía todas las condiciones para ser una gran nación ha terminado peleando en el fondo de la tabla, intentando sobrevivir, siempre se estrella en la misma respuesta: los políticos.

Realidad escindida. No es la tarea aquí defender a una dirigencia política que no ha causado más que desencanto según la propia evaluación de la sociedad. Pero, aunque suena una verdad de Perogrullo la dirigencia política no nació de un huevo, ni ha llegado al gobierno por arte de magia (al menos en el sistema constitucional). Hay algunas disciplinas que se dedican a observar cómo surgen los políticos, de qué estratos sociales emerger, cuál es su trayectoria, etc., tratándolos en general como una élite, sin embargo, cabe la pregunta sobre cuánto de la sociedad en sus características socioculturales existe en esa clase política. Probablemente más de lo que suponemos. De hecho, en el panorama de un par de semanas (aquí), se mostraba usando el modelo de Pierre Ostiguy como los “llamamientos” de los políticos se representa en las valoraciones y formas de ver el mundo del sistema social, simplificado como alto y bajo. Esta explicación parcial muestra que, por ejemplo, para el espacio bajo la división de poderes de la institución republicana es una suerte de patraña para limitar al líder (única entidad que puede incluirlos en el mundo social desde su perspectiva) y desde el espacio alto se rechaza cualquier visión no cosmopolita de la cultura.

La sociedad de la indiferencia

Sin embargo, otra tarea de difícil dimensión es observar que la Argentina es un país donde el Estado (los políticos, pero también su burocracia) obtiene su principio en la multiplicación incesante de las reglas y normativas, en forma de leyes, decretos, circulares, y de toda manera imaginable, mientras que la gran mayoría de las personas creen que seas reglas son ilegítimas, inútiles, de cumplimiento optativo, y en todo caso aplicables para los demás. Esto se puede ver en la calle, por ejemplo, en el escaso cumplimiento de las reglas de tránsito casi en forma independiente de las multas asociadas a su incumplimiento. Que no se le dé prioridad a un peatón que cruza la calle es moralmente inaceptable en Alemania o en Uruguay, pero en la Argentina es la regla. Es más, si alguien frena para que cruce un peatón, el propio conductor se pone en peligro, ya que para el que viene atrás le parecería una acción inesperada e inútil. Este comportamiento se puede extender a gran parte de los formas de relacionarse incluso en el mundo íntimo. Una cuestión que en algún momento investigué se refirió a la “puntualidad”: llegar a un cita diez minutos tarde, hasta casi media hora, no se consideraba como impuntual. Sin embargo, en la misma encuesta la propia mayoría explicaba la molestia que implicaba esperar a alguien que no llegaba a horario.

La barranización de la sociedad. El caso impositivo es otro caso interesante. El influencer Carlos Maslatón concurre a todo tipo de programa de radio y televisión explicando su filosofía 100% Barrani, por el cual habría que tratar de estar totalmente por fuera del sistema impositivo, ya que este es considerado confiscatorio y, por lo tanto, injusto. Esta posición no parece generar otra cosa que simpatía y adhesión, mientras la dirigencia política y económica (como viviendo en una realidad paralela) en los últimos 30 años no ha hecho otra cosa que multiplicar y aumentar los impuestos, que globalmente pueden considerarse confiscatorios, sobre todo para aquellos que pagan todos y no pueden trasladarlos. No es casualidad que cada impuesto que se sanciona tiene “carácter transitorio” esperando un futuro promisorio en el que se podrá quitar. En estos días se dio el curioso alineamiento de los planetas impositivos por el cual caducaban casi todos en simultáneo.

Comunicación y política

Las formas de comportamiento autodestructivo se observan por ejemplo en la dirigencia empresarial. Siempre se ha dicho que las clases burguesas eran organizadoras de los estados nacionales, pero un buen ejemplo desmorona esta teoría. En 2015, no bien comienza el gobierno de Mauricio Macri, se decide llevar las retenciones a cero (excepto para la soja, que iba a ir decayendo) y devaluar llevando el dólar de 9 a 13. Sin embargo, esta doble medida muy festejada por los sectores rurales condenó automáticamente al gobierno de Cambiemos a la desfinanciación del Estado, debiendo concurrir a los fondos internacionales de inversión para financiarse generando el gran negocio del carry trade (en criollo, bicicleta financiera). Cuando los fondos se fueron, el gobierno entró en crisis: devaluación, llegada del Fondo Monetario Internacional, y ¡suba de retenciones! Ni el sector más potente económicamente hablando tuvo una visión de conjunto condenando de antemano al gobierno que apoyaban y que nada menos había desplazado al peronismo.

Postales negras. Son postales de un país que ha hecho del pensamiento mágico una forma de vida, una sociedad que cree que se puede lograr que la pobreza baje a cero sin explicaciones o que a los jubilados se les aumenten los ingresos con las Lebac.

Doctrinas y realidades

Se puede pensar que algo en la organización política de la Argentina está fallando donde la Constitución nacional asegura el derecho a un ambiente sano, pero no organiza a la Corte Suprema, y tiene un sistema electoral destinado a que

Carlos Menem obtuviera su reelección en su momento. Pero, por supuesto, este fenómeno complejo no es un invento argentino. En 1897 Émile Durkheim explicaba que una sociedad no es más que un conjunto de reglas que constituye un orden donde sus miembros puedan desarrollarse plenamente. Cuando las reglas pierden validez, se forman “corrientes de depresión y de desencanto que no emanan de ningún individuo en particular, pero expresan el estado de desintegración de la sociedad”.

En el estado de cosas actual no puede sorprender el surgimiento de partidos antisistema, grupos radicalizados y fanatizados, gente que ha perdido las esperanzas en lo que el país pueda darle y, menos, en las instituciones de la democracia.

*Sociólogo (@cfdeangelis)