Hace algunos días se destinaba tiempo insistente en desarrollar asombro e indignación, algo a lo que se dedican los medios de comunicación, a las palabras públicas de Lázaro Fonzalida, diputado provincial de La Rioja, mientras explicaba públicamente la estrategia electoral ideada para el plebiscito de esa provincia por la reforma de la Constitución y permitir la posibilidad de presentarse por un nuevo mandato al actual gobernador. En paralelo, los mismos periodistas, pero esta vez sin irritación, trataban en esos mismos días de adivinar el futuro de la estrategia electoral de Cambiemos, buscando conocer si Vidal y Larreta lograrían independizarse de Peña y ser libres de su deseo y necesidad eternos de control, o caerían forzados en una nueva campaña nacional. Mientras este segundo caso era tratado como análisis táctico con juegos de adivinación, el primero era asumido como un horror público y por lo tanto como digno de ser señalado con furia. Por qué los peronistas de La Rioja no pueden tener estrategia y los de Cambiemos sí es algo que los mismos relatores de los sucesos no pueden explicar; sin embargo, acciona como ejemplo maravilloso de que en la comunicación la clave es el punto de vista y no la ilusión de realidad de las cosas.
Estamos ahora rodeados por las muestras de indignación del caso Venezuela, del que el gobierno de Macri hace un uso compulsivo e interesante, como fuente también de su propia legitimidad. Lo que en el plano local es el kirchnerismo, en la región es la república bolivariana. Para ese tema la preocupación por los derechos humanos es enorme, igual que la falta de libertad y el llamado preocupado a una democracia plena y completa. Esa misma obsesión no fue planteada al gobierno chino por los días del G20. Macri no solicitó a Xi Xinping elecciones abiertas y el fin del partido único, ni que los buscadores de Internet les permitan a los hombres y mujeres de ese país tener acceso completo a los datos del universo exterior. Para el electorado de Macri, y que Peña conoce como nadie, Venezuela es un faro de energía contundente y con una abstracción maravillosa.
En sus seguidores, Venezuela no es tratado dentro de un grupo de países con problemas de derechos (como sí lo hace Amnistía Internacional), sino aislada como terror inminente. La constitución de ese punto de vista, de esa forma segmentada del observar, será fundamental para su éxito en 2019.
Macri: razones de un triunfo (i)lógico, por Gustavo González.
Cambiemos retoma una estética del discurso ya ensayada en los 70 en Argentina, aunque ahora en un contexto democrático activo. La no intervención de las fuerzas armadas condenaba al país a ser Cuba o permitir que en lugar de la bandera argentina ondeara la roja de la Unión Soviética. Macri está aquí para evitar ser Venezuela, y con indicadores económicos tan deteriorados y sin las esperanzas pasadas, parece ser la única promesa capaz de ser cumplida. La campaña estará repleta de kirchnerismo y “venezuelanismo” sin pausa, ya que ese mensaje ajusta perfectamente a cierto punto de vista abstracto de su votante.
Para el kirchnerismo, probablemente Venezuela sea una exigencia vergonzosa de equilibrio, aunque con muletilla ya ensayada también en los 70 por expresiones de izquierda. El recurso al intervencionismo imperialista allí justificaría todo, copiando a su vez la denuncia local de intervención del FMI, ya que como contracara de Cambiemos, los ahora denominados Unidad Ciudadana también alternan lo regional con lo local. América Latina como el “patio trasero” de la política exterior norteamericana, y su renovada necesidad de intervenir en la vida interna de los países que querrían ser libres, sirve como recurso de punto de vista para seguir creyendo en Cristina Kirchner como alternativa pese a las denuncias acumuladas. En unos y en otros, a la realidad de la economía en formato de déficit, o a la corrupción en evidencia de arrepentidos, se les requiere una salida conceptual para seguir creyendo, por encima de lo que la evidencia expresa.
Para el resto del espectro político, para todos los demás opositores, existe la falta de temas generales que permitan construir puntos de vista que justifiquen su voto. La realidad es un elemento nunca importante, sino más bien adaptable a las demandas de construcción de sentido. Quienes por ahora se llevan casi todos los votos poseen un ejército de hombres y mujeres dispuestos a adornar la realidad, con interminables ilusiones.
*Sociólogo.