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Milei y la entrevista con Majul, Rossi y Trebucq

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Milei con Esteban Trebucq, Luis Majul y Pablo Rossi. | Cedoc Perfil

Se puede comenzar señalando una diferencia. Trebucq no solo no tiene corbata, sino que los botones de su camisa son negros en un fondo de camisa blanca, condición que permite que se destaquen todavía con mayor sencillez. Son tres los periodistas que se preparan para hacerle preguntas sencillas a Javier Milei, pero él, Trebucq, está a un costado del grupo, como quien busca un rol todavía en exploración, porque aunque parezca algo alternativo, su incomodidad no es verdaderamente diversa a la del resto del país que intenta comprender la dimensión real de esta nueva experiencia política.

Antes de empezar a hablar Trebucq mastica en su imaginación máxima una pregunta, sus dedos en el borde externo de su boca muestran su estado de reflexión indetenible, y es además, incluyendo al Presidente, el único con las piernas cruzadas, porque Rossi y Majul insistirán durante casi todo el diálogo con las piernas sin cruzar. Pero cuando empieza a hablar, en su primera intervención, sobre la desaceleración de precios, lo hace a través de un micrófono con destino malogrado y casi no se escucha lo que dice, y produciendo para los espectadores el refuerzo de que la única escucha será predominantemente la de las explicaciones de Milei, el protagonista central de esta obra.

Milei es el otro sentado diferente a Rossi y Majul, y está calmo al inicio, como siempre, y agradece la oportunidad de esta situación, antes de comenzar con su clase de economía frente a sus alumnos, que insisten en asentir con sus cabezas todos los conceptos. Es notable la manera en que Milei logra sostener una posición perfectamente erguida, ubicado únicamente en el borde externo de su silla. Y podrá estar así esa casi hora de charla. Milei parece no solo prometer no moverse de sus ideas, sino de sus poses, o en todo caso se dispone a dejar en evidencia su tesón para sostenerlas incluso en condiciones adversas, en las que se podría incluir el agotamiento de una postura en un sillón porque él es quien puede contra todos.

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En la otra punta de Trebucq, Pablo Rossi sostiene una lapicera que no anotará nada, porque ni siquiera hay papel para suponer su uso. Majul tiene muchos papeles en la mano como aquel que revisa los planos de una obra de ingeniería de alta complejidad, pero cuyos contenidos no encontrarán nunca destino de diálogo; y esos son todos mapas de un territorio que todavía no existe, como planos de una ciudad del futuro. Majul ve que tiene anotaciones porque Milei parece haber leído con atención las hojas eternas escritas por Cristina Kirchner, y según comenta a sus escuchadores, él mismo ha modelado las explicaciones que serían deficientes de la líder de un espacio que no es el de él. Y así el diálogo sigue en detalles técnicos sobre el modo en que estaría ordenándose la economía, mientras el tono del Presidente comienza a mutar hacia la intensidad ya conocida por los espectadores.

Si se observa con atención, la cuestión de las copas de agua no está del todo clara. En una mesa de tipo “ratona”, que separa a Milei de sus tres dialoguistas, hay cuatro copas de agua, pero el único que toma ese líquido durante toda la entrevista es Trebucq. No se puede estar del todo seguro, pero es probable que de acuerdo al orden de disposición de esas mismas copas Trebucq se haya estado tomando el agua destinada a Majul, porque desde su copa a la derecha quedan en dirección a Milei dos copas más, pero hacia su izquierda quedaba solo una, es decir que o Rossi o Majul se quedaban sin una de sus copas, representando de esa manera un tema clave que Milei define como una de las leyes fundamentales de la economía, que es el tratamiento de la problemática de la escasez; y al que se puede incluir el otro relacionado a la libre competencia. En un Estado que se aleja de su presencia o regulación, las personas son libres de comportarse en la adquisición de bienes en libre competencia, algo que en este caso hizo el periodista con las copas disponibles.

Se debe pensar sobre roles, y sobre roles en términos de actuación, algo que ha estado espacialmente presente en la sociología a través de Erving Goffman, o incluso de los usos de los recursos de la ficción, o más bien de la dramaturgia, a través de los estudios de Kenneth Burke, que permiten comprender el modo en que datos de origen científico, siempre parciales y en un proceso de sometimiento rutinario a su cuestionamiento, son asumidos en la política como evidencias de una explicación del todo, incluyendo luego indicaciones de buenos y malos, para la toma de decisiones de gobierno. Milei no presenta solo un desafío a sus rivales en términos teóricos, sino especialmente de escena, artísticos. Lali es bajo estas condiciones una lógica contendiente, ya que igual que él tiene una relación con un público masivo en el que ambos representan roles para ser adorados sobre los cuales se resumen, sin mayor complejidad, estéticas públicas de interés para la moda actual. En este mundo del espectáculo hay para Lali, y hay para Milei.

El Presidente frente a sus expositores combina justamente estos dos componentes, el de la ciencia y el de la representación resumida de buenos y malos en un acto escenificado de catarsis que nada tiene de descontrol ni de coherencia. En la misma respuesta asegura que a pesar de usar cálculos matemáticos la economía no es una ciencia exacta, para segundos después afirmar, sin posibilidad de duda, de que la inflación es siempre un fenómeno monetario. De la chance de alternativas en la economía, al cierre de todas esas chances en casi los mismos segundos. Ninguno de los entrevistadores logra desarmar esa conflictiva relación semántica que se mezcla en el mismo enunciado, y nadie puede, porque eso desarticularía la importancia de la escena montada. Allí, en ese contexto televisivo, con copas de agua, sillones y poses sostenidas, lo importante es la representación, no las ideas.

Hacia el futuro próximo la duda central es sobre la tensión entre la ficción representada por esta experiencia y el peso o no de la realidad económica. Alberto Fernández quedó como un actor interpretando a un kirchnerista luchador por la unidad latinoamericana en una obra de teatro ya sin espectadores desde el momento de la foto del cumpleaños de Fabiola; y Cristina Kirchner parece solo lograr sobrevivir como aquella que relata sus días de gloria en una Comic Con con fanáticos que tienen ganas de hacer preguntas y de sacarse fotos para postear en redes. Milei, como la mayoría de los políticos, necesita condiciones económicas reales para alimentar la representación teatral en un tiempo que se extienda, y que por ahora parece exitoso, aunque la realidad comience a presionar. La clave son las funciones dispuestas para un público lógicamente necesitado en seguir pensando que su voto fue correcto.

Las rondas de entrevistas que se activan en serie, cada algún rango de semanas, cumplen así el momento clave en que esta experiencia de gobierno ofrece su equivalente funcional a una gira teatral o a una serie de conciertos. Pueden participar aquellos que tengan la chance de montar, con el protagonista, la representación necesaria que el público espera, con buenos y malos, con un inicio tranquilo y un momento de tensión, que a modo de conflicto, solo el protagonista podrá resolver, en un mundo en peligro, y del que los malos solo serán destinados al castigo para el placer de un público que ya no aguanta más, de ficciones fracasadas.

* Sociólogo