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Comienza otro ciclo con el advenedizo Milei y la ruptura del bicoalicionismo

Empieza otro ciclo con un tercer advenedizo, Javier Milei, para descomponer la formula química de los dos partidos que ejercían el equilibrio político. Salga primero, segundo o tercero.

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Mauricio Macri | PABLO TEMES

Tres explosivos laten para el próximo 22 de octubre en cada bloque partidario. Una de las bombas, esa noche reventará el equilibrio político actual de los tres tercios. Tal vez otra —si el resultado del comicio no habilita una segunda vuelta para el 19 de noviembre— también estalle para convertir al sistema en una conflagración. Pocas veces se imaginó este panorama en un país acostumbrado a resolver sus diferencias políticas entre dos fuerzas, bipartidismo aderezado con extravagancias gourmets: radicales versus peronistas con mixturas menemistas o kirchneristas unos, otros fusionados con alfonsinistas social demócratas o liberales de derecha en tiempos de Mauricio Macri. Empieza ahora otro ciclo con un tercer advenedizo, Javier Milei, para descomponer la formula química de esos dos partidos. Salga primero, segundo o tercero.

El turno de los explosivos internos se enfoca hoy en Patricia Bullrich, el 22, si para esa oportunidad, como contempla más de una encuesta, no llega a calificar para la final. A partir de ese momento, casi de inmediato, se inicia el despedazamiento de la coalición opositora. El eje terrorista pasa por Mauricio Macri, quien luego de entrevistar empresarios rusos esta semana en Miami, luego fue de visita a la Universidad de Harvard, en Boston. Allí instalo su artefacto bélico, puso el reloj en marcha. Había llegado enojado a USA: tuvo un acceso de furia con la azafata del vuelo, el último domingo, porque el avión no pudo ofrecerle señal para ver el debate de los aspirantes presidenciales. Le reclamó a la servidora, airado: “¿Para que pague el wifi, me puede decir?”. Es de imaginar la respuesta, conciliatoria, pacífica. Ni así pudo calmarse. A él también lo acecha el vértigo aunque no compite y, como cualquier vecino, sabe que la derrota de su candidata podría implicar el derrumbe de Cambiemos. Por un lado,  lo obligara a desertar de sus socios radicales, cuestión qué tal vez no le disguste. Al contrario. En el partido centenario, a su vez, abundan quienes se posicionaron en la vereda contra al ex Presidente: sabrá Dios quien inicia primero los tramites de divorcio. Hay un cúmulo de ofensas registradas. Sin embargo, hay una fuerza superior que por ahora los condena al silencio, los mantiene unidos: van juntos el 22 en muchos distritos, no solo en el presidencial. Deben mostrarse unidos en elecciones a gobernador y municipales, de Entre Ríos a Buenos Aires o Capital Federal, triunfar en esos puestos poco difundidos que son vitales para conservar el andamiaje de cada partido.

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Un sector de la UCR se ha envalentonado con la recuperación y copamiento en algunas provincias este año, piensa que ya no necesita alianzas para sobrevivir, menos con aquellos que se tapan la nariz cuando se encuentran. O sea, Macri. La mecha se encenderá si quedan para una definición Javier Milei y Sergio Massa: varios radicales, empezando por Gerardo Morales, se habrán de pasar al espacio del ministro de Economía. Otro sector, la UCR de la Capital —Nosiglia, Yacobitti, Lousteau— quizás proceda en el mismo emprendimiento por otras razones: al encono con el ingeniero (por ejemplo, más de uno de los dirigentes porteños promete puñetearse con Macri luego de insultarlo, si lo tropieza por la calle: se evitan nombres para evitar que el periodismo engendre violencia) le añaden una rabieta con el  primo Jorge, quien no los llama ni para tomar el te, a pesar de que les gano la interna por apenas unos centímetros. Pero este otro Macri se muestra poco negociador, al menos con ellos.  

Candidatos
Elecciones 2023 | Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich. Foto: Télam

Dirá el ex Presidente: “Estoy con el cambio”. Siempre que Milei dirima con Massa, claro. Para el, por otra parte, Massa esta en una consideración más baja que la reservada para Riquelme, Maradona o Bianchi, sus grandes rencores (a propósito, Macri piensa que puede volver a Boca como vocal, en la próxima elección, acompañando a su amigo... Ibarra). Hace pocas horas anticipó en Harvard un nuevo motivo para desalentar a Patricia, agraviarla en algún sentido, quien apenas considera “inconveniente” este tipo de declaraciones. En público, sin duda, porque en otro marco utiliza términos que ella entiende surgidos del hecho de que las tiene bien puestas. O, para evitar otras sospechas, que “ hace con coraje femenino lo que debe hacer”. Lo de Macri significa apoyo a Milei y repudio a Massa. Obvio. Más que la tentación de una oferta para ser un “embajador plenipotenciario”, menos la eventualidad de que algún amigo suyo (Garavano, Dietrich u otro) pueda colaborar como integrante de un gobierno libertario: si gana esta fracción, sobran los casilleros para llenar en esa futura administración. Como dicen en la jerga: hay más sillas que culos. 

La escisión inminente en Cambiemos también se aplica en el Pro, a una discrepancia sin regreso entre el influyente ingeniero y Horacio Rodríguez Larreta, quien luego de perder la interna primero dijo que su meta renovada era el 2027 y ahora se redujo a la senaduría para el 2025. Como siga descendiendo, terminara con su pareja realizando un año sabático en Nueva York. Mientras, se sabe que el   Alcalde ya confeso: “En el caso de que Milei alcance la Casa Rosada, seré el primer opositor desde el primer día”. Es una decisión que se complementa con su simpatía con Massa & Cía, viejos amigos aunque las familias se desmembren, al que habrá de sostener si Patricia no trepa al ballotage. Si la acompaña, es por el odio a Mauricio más que por la simpatía a ella.

Patricia Bullrich y Mauricio Macri en el marco del Segundo Encuentro del Grupo Libertad y Democracia.
Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Foto: NA

Queda pendiente, en ese eventual disloque opositor el paradero interno de Patricia Bullrich, siempre identificada con Macri aunque se vienen distanciando en los dos últimos meses,  desentendimientos personales, celos, egolátrica. Uno porque no quiere ser degradado al retiro efectivo y otra porque se suponía que heredaba el Pro por el mero hecho de ser candidata. Cada uno, en los últimos días, hizo lo suficiente para que el otro se enfadara. Igual el ingeniero seguirá diciendo que ella es su candidata. Sin demasiado empeño o con un empeño que a Patricia no la gratifica. Solo hay reproches, más bien le exige que la acompañe y él le advirtió que tenía sus propios tiempos. Hasta debió usar unas palabras que ella repitió como copia en el debate ante sus adversario: “No me digas lo que tengo que decir”. Algo incómoda, la postulante luego no lo menciono a Macri en una cena del Pro, aunque hablo hasta de la fundación del partido y, por mentas, deshecho o poca atención le ha prestado a ex miembros del gobierno del ingeniero que sueñan con integrarse a un posible gabinete. Igual, la Bullrich está en un aprieto si no logra trepar a las alturas y se produce la explosión en el Pro: ni piensa acercarse a los radicales, con Rodríguez Larreta tuvo picos graves de pelea, indisimulables, y detesta además cualquier relación que se pueda establecer con Massa. Enfrentada con Macri, parece sin destino.

Al mismo tiempo ha desarrollado en estos días de campaña una rabia imposible de olvidar con Milei, casi sin limites, que quizás ninguno de los dos había pensado en rebalsar. Pero cayeron al foso aunque antes se juraban amor eterno como novios de un mismo barrio. Los encegueció el flash de la Plaza de Mayo, los amigos del Campeón o de la Campeona. Por lo tanto, si le toca perder, lo peor será la desgraciada instancia posterior: se ha quedado lejos  de los cabecillas de su partido. Y tal vez no pudo por su cuenta constituir una base dentro del Pro: solo le queda ganar. Y reiterar: A ganar, a ganar, como solía apostrofar su ex jefe y confidente en los noventa, Carlos Menem, relación que nadie invoca y, en cambio, le recuerdan otros episodios que a ella no le interesa refrescar. La torpeza propia alcanza a sus propios asesores, pagos, que le hicieron decir en el ultimo debate, sin que nadie le preguntara, que ella había pertenecido a una “organización juvenil” evitando dar el nombre cuando todos sabían que se refería a Montoneros. Una invitación a que sus rivales, como Milei, le endosaran barbaridades como “poner bombas en los jardines de infantes”. Esta es apenas, una primera bomba a estallar. Quedan la de Milei y la de Massa, si ellos no ganan.

 

CA