Siempre hay alguien que la pasa mejor que nosotros, y siempre hay alguien que está peor. Esa sentencia ridícula es tan cierta como su análoga libresca: siempre hay un escritor más extremo, más pueril, más atractivo o más repulsivo. Hasta hace poco pensaba que Julio Cortázar había llevado un experimento irrepetible con 62 Modelo para armar, esa novela de 1968 donde el lector está invitado a reordenar sus capítulos. Ahora vengo a saber de la existencia de una novela policial que como toda novela policial habla de muertos y asesinos, pero en la que no se sabe quiénes son los primeros y quiénes los segundos, porque las páginas están desordenadas y los nombres de los personajes hay que adivinarlos. La novela se llama Cain’s Jawbone (La quijada de Caín), y la publicó en 1934 un crucigramista londinense de quien se desconoce el nombre, pero que firma su obra con el nombre de Torquemada, el sanguinario inquisidor español del siglo XV. El día en que fue publicada se ofreció un premio de quince libras esterlinas (lo que hoy sería el equivalente a mil esterlinas) al que fuese capaz de encontrar el orden adecuado de las cien páginas que la componen y de indicar el nombre de los asesinos y sus respectivas víctimas. Solo dos personas encontraron la solución (S. Syndey-Turner y W. S. Kennedy), y durante años no se habló más del tema.
En 2019 el sello británico Unbound reeditó El enigma de Torquemada, que es como se conoce a la novela, y en noviembre de 2020 se presentó la primera persona –y hasta ahora, en el siglo XXI, la única– con la solución. Se trata del actor cómico británico John Finnemore. Pero Cain’s Jawbone pasó a convertirse en un éxito hace pocos meses, cuando una estadounidense, a través de una cuenta de TikTok, involucró a sus seguidores en la resolución del misterio, haciendo que millones de personas corrieran a comprarse el libro y convirtiéndolo en un best-seller. La quijada de Caín aún no tiene traducción en español.
Detrás de Torquemada se ocultaba un poeta y traductor, hijo del propietario del diario South Africa, Edward Powys Mathers. Pero Mathers era, por sobre todas las cosas, un eximio crucigramista, que cuando comenzó a publicar sus crucigramas en el Observer, la edición dominical del Guardian, tuvo mucho éxito. A diferencia de la mayoría de los crucigramistas de la época, Mathers no se limitaba a dar definiciones, sino que construía complejos juegos de palabras, superponiendo varios niveles semánticos y haciendo que la resolución del crucigrama fuera divertida y ardua. Mathers se volvió famoso con los crucigramas, pero tal vez habría que decir que los crucigramas se volvieron famosos gracias a él.
¿Pero por qué La quijada de Caín? ¿Qué clase de título es ese? Desde el siglo IX los artistas suelen representar a Caín matando a su hermano de un golpe propinado con una quijada de asno. En realidad no existe ninguna referencia en la Biblia a esa quijada, pero en rigor de verdad la Biblia tampoco habla jamás de las hojas de parra que Adán y Eva usan para cubrir sus atributos: todos sabemos que en el capítulo III del Génesis se dice que lo primero que pudieron manotear Adán y Eva fueron unas “hojas de higuera”. Tampoco en la Biblia se habla jamás de manzanas, y ahí las tienen. Con lo cual queda demostrado que a la Biblia nadie le hace caso y cada uno interpreta lo que quiere.
Felicitaciones entonces a John Fennimore, que se hizo de mil libras esterlinas, algo así como 1.320 dólares. Que a fin de cuentas no es tanto. Pero lo que importa es otra cosa.