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Paradójicos microcuentos

16-4-2023-Logo Perfil
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Un presidente se piensa anarquista y define al Estado como una organización criminal. A causa de su cargo, él es entonces el jefe de la asociación ilícita. Obrando con lógica, manda detenerse a sí mismo. Pero como no reconoce la autoridad y el poder del Estado (criminal), emprende la fuga. En algún momento, el Estado se disuelve y, por lo tanto, no hay policía que lo detenga. Su crimen, entonces, ¿prescribe o se perpetúa? Y él, ¿goza de su libertad sin freno o secretamente anhela el alivio de la detención, el consuelo de la prisión perpetua en cárceles que ya no existen?

Aplicada a la Argentina, esta adaptada fábula de Liu Xao Xi (Dinastía Mong, 230-170 a.C) tiene sus particularidades, pero no vamos a empeñarnos en su descule. Antes de que descubramos por tercera o cuarta o quinta vez que resulta intolerable que los contenidos de nuestros bolsillos sirven para pagar los intereses de una deuda que forma parte de un ciclo de aspiración de los pequeños ahorros de la clase media y el pan de la clase baja y del capital social colectivo (del Estado), y que todo termina en un nuevo ciclo de toma de deuda, inflación y fuga de capitales, podremos entretenernos durante un rato con las oportunas sandeces en debate, que incluyen las típicas confusiones entre arte y entretenimiento, entre ciencia y conocimiento y producción. 

Reconozcámoslo: nuestro actual presidente es el Carlos Marx de los monopolios, es el hombre que decidió que pasamos demasiado tiempo pensando en un mundo para todos y que ha llegado la hora de transformarlo en gran botín de muy pocos. 

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Bien provisto discursiva y gestualmente, sale a la batalla, lanza en ristre, cual Juana de Orcos, mientras un siniestro batallón de ineptos, aprovechados, lambiscones profesionales y toda suerte de personas horribles agitan sádicamente las imposibles banderas épicas del control social cueste lo que cueste y del atornillamiento a un presente desesperante en pos de la incierta esperanza en improbables futuros mejores (“la luz al final del túnel”, “achicar el Estado es agrandar la Nación”, etcétera).

Liu Xao Xi inventó los barriletes (o cometas), fue un absorto observador de estrellas y soñó y diseñó ciudades como alminares que se elevaban cada vez más finamente al cielo. Para dar precisión a su diseño, a cada edificio lo coronaba con agujas. 

Un día, distraído, se tropezó y cayó sobre la más aguda, que le hundió un ojo y le cruzó el cerebro y le salió limpia por la nuca. Todo artista es atravesado por su sueño.