¿Qué nos pasa a los argentinos? Estamos locos, locos. Más bien un poco nerviosos. Los ánimos se agitan más a medida que nos acercamos a las elecciones. En plena crisis económica (con combo de estanflación, devaluación y derrumbe del salario) y a menos de dos semanas de las PASO, es entendible que los humores estén un poco crispados. Crispación que profundiza el Gobierno que venía a cerrar la grieta —hasta que descubrió que la grieta era un buen negocio electoral— y ahora polariza la polarización. Así busca descontar alguno de los ¿cinco? puntos de desventaja que le muestran las encuestas, algo que por otra parte pondría nervioso a cualquiera.
La polémica sobre las polémicas comenzó la semana pasada cuando un grupo de 150 intelectuales, artistas, científicos y Juan Acosta firmó una solicitada a favor del Gobierno. Una actitud por demás loable y necesaria para un oficialismo que hasta ahora recogió principalmente el apoyo de un grupo de whatsapp de empresarios, de la Bolsa de Comercio porteña, de La Rural y del FMI. De inmediato, varios de los firmantes denunciaron que fueron agredidos y amenazados en redes sociales, algo lamentable y repudiable. Parte de lo que se calificó como ataque, no obstante, fueron cuestionamientos a afirmaciones de la solicitada que son, como mínimo, discutibles: como la idea de que "pasamos a una relación respetuosa del pluralismo y de la privacidad de los ciudadanos".
La denuncia de supuesta persecución fue reforzada días después, cuando el presidente Mauricio Macri la respaldó en Twitter. "Muchas de las personas que aparecían empezaron a recibir mensajes privados y públicos de repudio, ataques a su integridad y desprecio a su persona, además de innumerables tweets agraviantes y violentos", escribió. Luego se despachó con una serie de mensajes contra el "linchamiento digital" y el acoso ideológico. Todo lo cual sería más atinado si no viniera de parte de un Gobierno que metió preso a un pibe de 20 años por tuitear una canción de cancha y a la esposa de un desempleado que protestaba en su contra. El mismo oficialismo durante cuya gestión se difunden fake news contra sindicalistas y escuchas privadas de dirigentes opositores, se reprimen manifestaciones en su contra —en las que, casualmente, suelen aparecer "infiltrados"— y se ataca a los periodistas que las cubren. Algunos de estos problemas, desde ya, no dependen del oficialismo, y varios otros se repetían durante el kirchnerismo. Pero eso también fue parte de lo que Cambiemos prometió cambiar y no pudo, no supo, no quiso.
El viernes se publicó una carta con un llamado a votar por la fórmula presidencial Macri-Pichetto. La carta fue firmada por un grupo de destacados intelectuales y personas de la cultura que quisieron expresar su apoyo haciendo público su compromiso con su nombre y apellido.
— Mauricio Macri (@mauriciomacri) July 28, 2019
Las ideas macristas de persecución pasaron de erróneas a divagantes en boca de Alejandro Rozitchner, el asesor que ve al presidente como Batman y ahora reconoce que la grieta no es tan mala. "Tenemos que entender qué queremos nosotros y alentar a las personas a que desplieguen su voz, a que pierdan el miedo, porque eso es lo que está pasando. Mucha gente no dice que apoya al Gobierno, que apoya a Mauricio, porque lo pueden insultar o decir cosas, o lo pueden acosar", dijo el intelectual. La frase podría parecer disonancia cognitiva de parte de un oficialismo que controla la mayor parte de los resortes del Estado y tiene el mayor respaldo mediático desde el regreso de la democracia. Pero en realidad representa una estrategia: todas las derechas modernas asistidas por Cambridge Analytica se presentan como minoritarias ante una supuesta dictadura de corrección política, o contra un establishment del que en realidad forman parte. Bolsonaro incluso hizo campaña contra un comunismo inexistente, y le resultó, lo que llevó a Cambiemos a intentar imitarlo. Claro que la "persecución ideológica" que lamenta el macrismo no aplica en el caso de Kicillof, porque además de marxista es kirchnerista. Rozitchner tampoco perdió oportunidad de banalizar la represión ilegal y la desaparición de personas en la última dictadura. "Antes era peor, antes se secuestraba, se torturaba; hoy esa misma fuerza, que es la fuerza que se encarnó en el proceso, es la que te insulta si firmás una solicitada que no les gusta", sostuvo, en una afirmación que se descalifica sola.
El tema continuó esta semana con la denuncia de Sandra Pitta, investigadora del Conicet, de que los Fernández la echarían del organismo si vuelve al poder, algo que no pasó en los 12 años anteriores de gestión kirchneristas. En un acto en el que recibió el apoyo de más de 8.000 científicos, el candidato presidencial del Frente de Todos quiso hacer campaña con el tema, pero pasaron cosas. "Sandra Pitta, no tengas miedo, te prometo que te voy a cuidar como a todos ellos, porque vos valés mucho igual que todos ellos", respondió el exjefe de Gabinete. Una frase que no podría ser tomada nunca como una amenaza o un escrache si no viniera del mismo espacio político que apuntaba a jubilados en cadena nacional por querer comprar dólares. Alberto también promete que los Fernández cambiaron: tal vez se habría notado más si hubiese hablado del miedo a la persecución en general en lugar de nombrar a alguien en particular. Incluso (o en especial) si ese alguien ya había expresado sus opiniones en público, tanto en la solicitada a favor de Macri como en su cuenta de Twitter. "Me recuerda a ciertas historias de científicos en la Alemania nazi. Sí: nazis", respondió Pitta tras el episodio. La hipérbole se encamina a convertirse en el deporte nacional en los próximos meses. Y todavía se transmite gratis.