Aníbal Fernández es el principal damnificado político en la provincia de Buenos Aires por los efectos del cambio climático: deberá esperar más de los veinte días que se había puesto de plazo para pedirle a Fernando Espinoza la renuncia a la presidencia del PJ, como anunció a su círculo más íntimo la madrugada del 10 de agosto.
Una iniciativa audaz en combinación con La Cámpora para adelantarse a la que están en condiciones de adoptar Martín Insaurralde, Jorge Ferraresi y Juan Patricio Mussi después de las PASO del 9 de agosto. Las amplias victorias obtenidas por los intendentes de Lomas de Zamora, Avellaneda y Berazategui los habilita a reclamar una reorganización institucional del peronismo bonaerense.
Casi como una réplica del modelo que Julio Grondona aplicó en la AFA y trasladó con éxito a la FIFA hasta la crisis de los sobornos, Espinoza asienta su poder en la alianza que lidera sobre los distritos de la Tercera Sección Electoral de padrones más pequeños, pero también con viejos caudillos que no aceptan la caducidad de su consenso con la sociedad.
Esa liga de necesitados precisa imperiosamente de una figura que garantice taquilla en la opinión pública para camuflar de modo transitorio la mala imagen que la ciudadanía tiene de sus gestiones. Requisito incumplido por el intendente de La Matanza y su compañero de fórmula, Julián Domínguez, pero también por el jefe del Gabinete y Martín Sabbatella, sus vencedores en la competencia por suceder en la gobernación a Daniel Scioli.
Al supuesto interés del candidato del Frente para la Victoria por darle relieve a esa competencia le atribuyen el carácter suicida adquirido para varios de ellos que hubiesen preferido eludirla de haber tenido cómo hacerlo: en su creencia, los cargos de intendente y presidente son los únicos ponderados por el público en una elección nacional.
Más que cualquier atractivo personal, a Scioli lo movilizaría una preocupación que no modificó el resultado de las primarias. Que el titular de la Afsca se convierta en el responsable del Senado bonaerense, llave institucional para la relación con el Poder Judicial y con la cúpula de la jerarquía policial desde la estratégica Comisión de Seguridad.
Con un añadido incómodo que suma otra inquietud: los 20 mil votos de diferencia que logró Fernández sobre Domínguez en Lomas de Zamora. El presidente de la Cámara de Diputados fue de los primeros en rechazar el relanzamiento de la candidatura a gobernador de Insaurralde en febrero con el respaldo de Scioli, encargado meses después de invitarlo a declinarla.
Además de legitimar su victoria, lo que pretende el candidato a gobernador con el alejamiento de Espinoza del PJ es acceder a una herramienta que le facilite afianzar el diálogo pero también la disciplina sobre los díscolos intendentes del Conurbano y despejar el riesgo de eventuales traiciones.
Esa decisión quedó empantanada por las inundaciones. Casi un tercio de los 12 millones de electores habilitados no concurrió a votar. Quienes lo hicieron fue bajo un temporal que dejó al desnudo el déficit crónico de infraestructura hídrica del GBA.
El temor a que el efecto ácido de la lluvia continúe derramándose sobre el oficialismo hasta octubre junto al mal tiempo es la razón de la visita realizada por Domínguez y Espinoza al jefe del Gabinete en la Casa Rosada. Inducida por la presidenta Cristina Fernández, la tregua podría derivar en una amnistía más amplia con varios de los derrotados.
Sería una significativa corrección del plan original: desalojarlos del poder. Algunos intuyen una puerta entreabierta y amagan con utilizarla como vía de escape. Rubén Darío Giustozzi hizo saber que no resigna la pretensión de ser ministro en un futuro gobierno oficialista pese a salir tercero, detrás de Cambiemos.
Derrotado por Mariano Cascallares en la interna por la intendencia (ver recuadro), el diputado nacional elogió el desempeñó electoral del candidato del PRO, el viceministro de Educación porteña, Carlos Regazzoni. Un sutil indicio de dónde podría volcar el esfuerzo del municipio que controla a través del sindicalista de extracción radical, Daniel Bolettieri: Giustozzi eligió alinearse con Domínguez en la interna por la gobernación.
La situación es más compleja en Quilmes. No sólo porque el intendente Francisco “Barba” Gutiérrez venció por estrecho margen a Daniel Gurzi, respaldado por Fernández (25% a 17%), sino porque el chef Martiniano Molina (Cambiemos) resultó el más votado de todos los candidatos con 28 puntos.
Al igual que en Lanús y Tres de Febrero, la buena imagen de Mauricio Macri en el Conurbano explica la urgente mirada revisionista del Gobierno a su ingeniería electoral. El ministro de Hacienda de la Ciudad, Néstor Grindetti (29%), dio pelea al secretario de Justicia, Julián Alvarez (35%), y el periodista Diego Valenzuela (31,23%) quedó cerca de la hazaña contra Hugo Curto (32,30%) que a los 76 años intenta batir su propio récord y cumplir un séptimo mandato.
El desliz de Scioli con el tour relámpago por Italia quebró dos premisas de los jefes comunales. La extenuación confesada en cámara para justificar el viaje con cuarenta municipios bajo el agua derrumbó una: que el gobernador y candidato nunca dice lo que piensa y piensa bien lo que dice. La otra: los 45 puntos que alcanzaría con comodidad para ganar en primera vuelta en una campaña donde el flanco débil es Fernández.
Lo que vuelve más complejo elaborar una respuesta eficaz a un enigma anterior a ese episodio. Cuál será la relación que mantendrán los dos candidatos hasta el 25 de octubre. La tranquilidad que daba la supuesta imposibilidad de entendimiento entre Macri y Massa comienza a ser resquebrajada por esa inquietud que expresa el choque de miradas antagónicas.
Si para los caciques es incomprensible que el PRO haya demorado ocho años en montar una logística partidaria capaz de arrojar mejores resultados electorales, del lado del macrismo expresan satisfacción por haber recogido un promedio del 20% de los votos en la Tercera Sección Electoral, con el padrón más abultado de la provincia de Buenos Aires sin apelar a ese recurso tradicional.