Lo que más me gusta del matrimonio metafórico entre Solanas y Carrió es eso justamente: que es metafórico. Fue Lilita la que introdujo la figura retórica (es nuestra campeona en figuras retóricas), al mencionar ante la prensa un “contrato prenupcial” para esta posible alianza. Mientras se vio enfrentada a un matrimonio, puso a proliferar en sí los signos de la Mujer Sola; ahora que se ve enfrentada a una viuda o mujer sola, elige actuar la metáfora de un Matrimonio.
No faltará el malicioso que se indisponga ante esto y alegue que la propia metáfora del contrato prenupcial indica que en esta flamante unión ya existe la desconfianza. Y puede que agregue, en sospecha siempre, que Solanas y Carrió piensan distinto, o que vienen de tradiciones políticas opuestas, o que en verdad más que casarse se juntan y se juntan por conveniencia y nada más, o que los une solamente la indigencia electoral, con la que, por separado, no llegan ni a mitad de mes, es decir ni a mitad de urna.
Yo de casorios no entiendo nada, y lo único que sé es fracasar; ¿pero acaso no prosperan los matrimonios cuando entienden que su verdad es juntarse; cuando unen lo que es distinto, en vez de lo parecido o lo igual; cuando dejan que la desconfianza y la conveniencia los salven de la traición y del desgaste? Solanas ya especificó cuál va a ser en esto su método: hará a un lado su ideología, para colocar por encima de ella “los valores y los principios éticos”. Quienes piensen, como él, que los valores y los principios éticos están fuera de las ideologías, o los que puedan dejar su ideología de lado, o cambiarla por otra, o no tener más bien ninguna, ya saben lo que tienen que hacer. Los novios saludarán en el atrio.
