En medio de la azuzada paranoia cuasiterrorista pre G20 y del fuerte impacto emocional ante el hallazgo del ARA San Juan, un episodio político menos masivo conmovió al círculo rojo: todo el peronismo se unió en Diputados para conseguir poner a dos de los suyos en el Consejo de la Magistratura. Repito: todo el peronismo. Del ultrakirchnerismo al massismo, pasando por el cordobesismo y con la sola excepción de Urtubey.
No es la primera vez que durante la gestión de Macri los peronistas votan juntos a pesar de las peleas públicas que exponen. La última vez fue hace casi un año, para oponerse sin éxito a la reforma del cálculo jubilatorio que consiguió el oficialismo.
Sin embargo, el acuerdo de ahora tiene otro contexto y otra proyección. Cambiemos mantiene la mayoría en el Consejo, órgano clave para la auditoría, remoción y nombramiento de jueces. Pero con el envío a ese organismo del camporista De Pedro y la massista Camaño podrán bloquear los dos tercios que se necesitan allí para decisiones extremas, como el jury para echar magistrados.
No es anecdótico. El peronismo pasa a tener poder de freno en el órgano de contralor judicial justo en el momento en que una parte de la Justicia acelera investigaciones, procesamientos, elevaciones a juicios orales y condenas a ex funcionarios propios, empezando por Cristina. A quien, como a Menem, los peronistas mantienen cerrada cualquier chance de desafuero en el Senado. Este martes 20 volveremos a ver esa novela repetida.
Jueces y Gobierno deberían tomar nota de la unidad peronista para llegar a la Magistratura
El mensaje de este pacto legislativo tiene varios destinatarios. Uno es la Justicia, en especial la de Comodoro Py, experimentada en leer para dónde corren los vientos y cómo desplegar las velas para seguir viaje. Ya habían tomado nota del recambio en la Corte Suprema y el reciente "quiebre" hacia una supuesta mayoría de cortesanos de origen justicialista (Rosatti-Maqueda-Lorenzetti). Convendría no ser lineal en esa lectura. En ninguna.
Otro destinatario es el Gobierno. Dormido en los laureles de la aprobación del Presupuesto (que le costó sangre, sudor, lágrimas y más fondos de lo que preveía), el oficialismo creyó que renovar sus dos sillas de los diputados en el Consejo sería un trámite. Hubo quienes no vieron y otros que no quisieron ver la negociación reservada que aunó al peronismo. Ayer no faltaron desde la Casa Rosada, claro, los reproches hacia Monzó, Massot, Carrió y hasta Angelici, todos por distintas razones y acaso con acumulación de facturas impagas.
Algunos funcionarios dicen que esta derrota puede ser un triunfo comunicacional: no haría falta polarizar con Cristina porque todo el peronismo sería lo mismo y ya no habría un sector “racional”. Ese optimismo difiere con una reciente encuesta nacional de Isonomía que recorre ciertos despachos. Según ella, solo en las PASO las candidaturas presidenciales de CFK, Massa y Urtubey suman el 45% de intención de voto (22 + 14 + 9), contra el 31% de Macri. Foto a tener en cuenta, a pesar de que en política uno más uno no necesariamente es dos.
Hablando de fotos y de peronismo, los cuatro no K que se publicitaron como lanzados (Urtubey, Massa, Schiaretti y Pichetto) buscan en estos días una imagen ampliada. Imaginan sumar al tucumano Manzur y al entrerriano Bordet. No, tranquilidad, no la invitan aún a la ex presidenta, que sigue sumando “arrepentidos”, como se contó aquí (http://bit.ly/cristina-arrepentidos). Ahora fue Pino Solanas. Y habrá más.