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Por Jorge Fontevecchia | Más allá de las operaciones contra periodistas y medios profesionales no cooptados, la lista de operaciones y mentiras de la alianza del kirchnerismo con la SIDE es interminable.

Kirchner y Stiuso. Dos caras de la misma moneda.
| Cedoc

Ya Menem usaba a Stiuso y a la SIDE para sus campañas de desprestigio contra adversarios. En los más pacatos 90, las acusaciones preferidas eran sobre las supuestas inclinaciones sexuales. El oprobio era ser homosexual: entonces, a mí me inventaron la concurrencia al bar gay Spartacus y al director de noticias de TN y El Trece, el romance con un compañero del canal.

Con el kirchnerismo, la acusación pasó a ser haber estado a favor de la dictadura. Entonces, yo pasé a ser colaboracionista de los militares, Joaquín Morales Solá, vocero de Bussi en Tucumán, y el CEO del Grupo Clarín, beneficiario económico de la tortura.

Pero la esencia del procedimiento fue la misma: fabricar un falso carpetazo contra alguien, protocolo en el que la SIDE se especializó. Hay que reconocer que no sólo los servicios de inteligencia argentinos fabrican casos, los norteamericanos son especialistas en guerra psicológica y Julian Assange, tras revelar los cables secretos de su diplomacia, fue rápidamente acusado de violencia sexual. Pero, desde Nixon y Watergate, esas prácticas quedaron reservadas para enemigos extranjeros y que los servicios secretos se metan con los adversarios internos en Estados Unidos ya es inaceptable.

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La publicidad oficial fue la exacerbación de los sobres con dinero a periodistas que repartía la SIDE

Guerra psicológica para dañar la imagen del oponente o para extorsionar también hacen los fondos buitre que difundieron el enriquecimiento patrimonial de varios funcionarios kirchneristas. Si esos datos son todo lo que tienen los detectives que contrató Paul Singer, lo estafaron porque las declaraciones juradas son públicas y parte del aumento de patrimonio que denunciaron es fruto de la inflación: 100 pesos de 2003 son sólo 10 de hoy.

Pero si bien los servicios de inteligencia siempre plantaron pruebas falsas, hay que reconocerle a Néstor Kirchner una originalidad: nunca antes se había agregado a esas operaciones de desprestigio el contar con una cadena multimediática propia que difundiera sistemática y repetitivamente estas mentiras como si se tratara de periodismo y medios profesionales.

Con mente emprendedora, Kirchner les agregó a los servicios lo que en las escuelas de gestión empresarial se llama “integración vertical”: una línea de producción completa que incluía la fabricación de la mentira y luego su distribución en medios que parecieran periodísticos. La SIDE y la prensa militante son dos caras del mismo ecosistema, complementarias y potenciadoras.

Seguramente, Kirchner engañó a muchos periodistas que genuinamente estaban militando y creyeron que las carpetas que fabricaba la SIDE acusando a adversarios eran ciertas.

Otro ejemplo de sembrado de pistas falsas fue Jorge Asís, al sostener que la foto que en primicia publicaron PERFIL y la revista Noticias no era de Stiuso. Asís dijo: “Otra vez Stiuso los embocó”, supuestamente haciéndonos creer que esa foto era suya. Pero el “embocado” fue Asís, asumiendo que lo dijo de buena fe y que “las horas de conversaciones con Stiuso” que dijo tener fueron una fanfarronada.

Más allá de las operaciones contra periodistas y medios profesionales no cooptados, la lista de operaciones y mentiras de la alianza del kirchnerismo con la SIDE es interminable. Cuando Carrió era una amenaza electoral seria, le fabricaron dos cuentas no declaras en Suiza a Enrique Olivera, su principal candidato en la Ciudad de Buenos Aires en las elecciones legislativas de 2005. Lo mismo sucedió con De Narváez cuando pasó a ser el candidato más votado de la oposición para las elecciones legislativas de 2009 y le fabricaron un caso de drogas con la efedrina. Y cuando a Massa le tocó ocupar el lugar de principal enemigo electoral en las elecciones legislativas de 2013 entraron a robar en su casa al “rey de las cámaras de seguridad”, completando la cadena de repeticiones con el mismo modus operandi para debilitar adversarios: SIDE más operación más campaña en medios “militantes”.

Ya en la época de Menem había una cadena de periodistas que cobraban mensualmente de la SIDE: los medios que compra Cristóbal López –los de Hadad y Ambito Financiero– fueron los más “infiltrados”. Pero Kirchner agigantó el accionar de agentes como Stiuso porque agregó a los “sobres de dinero” a periodistas un collar de medios propios. La publicidad oficial a medios “militantes” fue la exacerbación de ese sistema.

Al ejemplo del tipo de medios que compra Cristóbal López vale agregar los de Sergio Szpolski, quien directamente tenía como apoderado a Darío Richarte y, como gerente de Finanzas, a Juan Gallea, ambos ex SIDE.

El relato K fue engordado durante años con operaciones de inteligencia que construyeron falsedades que rellenaban los agujeros de esa lógica. Tanto éxito debe de haber ensoberbecido a Stiuso. Haberle hecho creer que toda la realidad se podía fabricar con buena planificación y una propaladora. También tanta eficacia de la ficción convertida en realidad debe de haber vuelto incrédula de todo a Cristina Kirchner, llegando a confundir la realidad con la ficción, algo verdaderamente enloquecedor aun para el más sano y estable. E incluso afectar al propio fiscal Nisman, quien además era operado también por los servicios de contrainteligencia de Irán y de Estados Unidos.

Los medios que compró Cristóbal López, y los de Szpolski, fueron los más “infiltrados” por los servicios

Néstor Kirchner tenía perecidos con Stiuso en su goce por la construcción de la realidad. Se decía que a Kirchner le gustaba ser un gran editor de medios. Esa visión reduce la acción del ex presidente a la de un curador entre las diferentes perspectivas de la realidad. La de Kirchner se parecía más a la tarea de un dios que creaba esa realidad. El periodismo siempre le resultó una tarea menor. Algo que se podía comprar pagando con sobres a los periodistas o con publicidad oficial a advenedizos –y a veces no tan advenedizos– dueños de medios.

Es importante que la sociedad aprenda a distinguir entre medios profesionales y mercenarios, y entre periodistas que cuidan su capital simbólico y desesperados, irresponsables o resentidos. Desarrollar una audiencia más entrenada es parte del proceso de pleno desarrollo de la democracia.