Usted habrá visto, como yo y tanta gente, ese programa de TV en el que se nos mostró a una banda de críos adolescentes o menos aun, luciendo armas y hablando de un asesinato que cometió uno de ellos: “fue algo que salió así”. Como si se hubiera tratado de un error sin importancia que se puede arreglar de un plumazo. Decir que fue escalofriante es decir poco. Días atrás, creo que la semana pasada, yo aseguraba que era impresionante algo que al lado de esto es una falta venial. Ahora me gustaría que alguien me explicara qué se va a hacer con esos chicos, los de anoche en TV, con ese muchachito cuadripléjico que se ocupa de planear las fechorías y que se lucía anoche ante las cámaras con armas de guerra sobre sus muslos inmovilizados.
¿Van a meter en la cárcel a todos los integrantes de la banda? Usted me dirá que es lo que se merecen. De acuerdo, pero ¿hacia qué clase de seres van a evolucionar en esa fábrica de delincuentes que es una de nuestras cárceles? Porque no me diga que ahí se los prepara para convertirlos en honestos ciudadanos. Usted y yo y todos sabemos que no, y que habrá gente bienintencionada que lo crea y que hasta contribuya a esos fines con acciones o donaciones completamente inútiles. No hay plata para sacar de la nada ese tipo de cárcel. La habrá para subvencionar novelas y películas de actrices más o menos conocidas. Y no digo que esté mal subvencionar películas y novelas: está muy bien. Eso sí: es una cuestión de oportunidad y de proporción. Tengamos excelentes películas y maravillosas novelas. Y tengamos cárceles dedicadas a educar a los que se salieron del camino de la honestidad y de la ciudadanía responsable. Habrá momentos en los que sean más importantes las películas y las novelas, pero siempre será de primera importancia la reeducación de adolescentes, de chicos como los de anoche que son casi bebés, muchachitos a los que hay que ir formando de a poco con la palabra y el ejemplo y la cultura y el amor y que terminan por obra y gracia de ineptitudes y falencias, transitando el peor de los destinos. ¿Cómo arreglar esa situación? ¿Se acuerda usted de aquellos dos chicos ingleses que se llevaron a otro a un descampado, lo torturaron y lo mataron? Los juzgaron y los metieron en cana. Bien por los johnnies. Pero es que había en donde meterlos y reeducarlos. No sé si todavía están ahí o si ya están afuera y son comerciantes o maestros o albañiles o físicos atómicos. Pero se hizo algo por ellos y por la sociedad. ¿Nosotros podemos? ¿O los encerramos en algún agujero infecto y que se las arreglen hasta que los suelten y salgan a matar otra vez? Le aseguro que no me gusta decir estas cosas y que espero que alguien me demuestre que podemos poner coto a lo que vimos y convertir a esos chicos en rectos y honestos ciudadanos. Ojalá.