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sorpresa

Un tembladeral

La coalición oficialista va a las urnas con una fórmula sin kirchnerismo.

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Supersergio. | Pablo Temes

Todo lo que se había anunciado ya no será y aquello que parecía imposible se convirtió en realidad. La definición del binomio de unidad para las presidenciales del oficialismo dejó un tembladeral de heridos dentro de Unión por la Patria.

No va más. Cristina Fernández, su hijo Máximo y La Cámpora en su conjunto son los grandes perdedores. La coalición oficialista va a las elecciones con una fórmula sin kirchnerismo. No se trata de una mera derrota en el armado electoral; lo que ocurrió tiene un sabor amargo para el kirchnerismo que anuncia un cambio en la tendencia histórica: Cristina Fernández ha perdido poder.

Si el “qué” resulta novedoso, el “cómo” termina describiendo un final anunciado aún más contundente. El poder de los gobernadores peronistas representados en las últimas horas de las negociaciones por Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja; Gerardo Zamora, Santiago del Estero; y Raúl Jalil, mandamás de Catamarca, se hizo sentir con fuerza para evitar la catástrofe electoral que ponía en peligro la territorialidad de todo el conjunto. Los intendentes del peronismo hicieron lo propio, nadie quería suicidarse con una fórmula que solo representaba la tozudez de la vicepresidenta y los suyos. No estaban dispuestos a “morir con las botas puestas”.

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Massa es el gran ganador en esta pulseada. Estocada mortal para la ideología kirchnerista

La mañana del viernes, el terremoto político desatado por los jefes territoriales sacudió al kirchnerismo duro y puso en jaque a la fórmula Wado De Pedro/Juan Manzur que terminaron incendiados ante propios y ajenos. La política es ingrata pero la mala política es, además, cruel. La mentira y el egoísmo fueron las últimas cartas de la vicepresidenta antes del cierre de listas. Es hora de salir a recoger los platos rotos y hacer control de daños. La conformación final de las listas definirá lo que les haya quedado –como consuelo– a los K puros en los casilleros de diputados y senadores, más algún acuerdo poco probable en los puestos ejecutivos de un eventual gobierno masista. Ya no importa que esos lugares sean el refugio para los dirigentes de La Cámpora y otros acólitos de CFK. Al cierre de esta columna seguían las negociaciones para definir esos lugares.

¿Fue Alberto Fernández el verdugo final de su mentora? Sería un título demasiado grande para quien no ha podido demostrar en la gestión capacidad alguna de liderazgo. Pero hay que reconocerle que, como en sus viejos tiempos de operador político, estuvo en el momento justo en el lugar indicado, para colocar en la fórmula a Agustín Rossi, un moderado que parecía haberse esfumado días atrás. “Alberto hizo lo que tenía que hacer, una vez que no había lugar para seguir militando las PASO, se negó a aceptar una fórmula que hubiera sido una catástrofe. Negoció con los gobernadores, se encargó de desarmar la candidatura de Scioli y le puso un poco más de lógica al caos general”, describió un hombre cercano al Presidente.

Rejuntes electorales

Massa se erigió como el gran ganador en esta pulseada. Una estocada mortal para la ideología kirchnerista. El hombre encargado de negociar con el FMI y otros cucos indigeribles para la mitología K será la cabeza de la fórmula de la coalición gobernante. Otra contradicción que deja muy mal parado al relato que han sostenido durante más de veinte años.

Desde el Instituto Patria se apuraron a decir que “no se sienten derrotados” y que lo que han aceptado es “un acuerdo para salvaguardar la unidad y la institucionalidad”. Una perorata muy similar a la explicación que se publicó en la cuenta de Twitter de Unión por la Patria, para comunicar semejante volantazo. Dicho sea de paso, una cuenta institucional, que representa a los “nombres viejos” con un “nombre nuevo” pero sin ningún nombre propio. Una pieza de colección.

Sergio Massa continuará al frente de Economía hasta las PASO. El desgaste de una contienda presidencial le impedirá cualquier otra actividad. Con algo de malicia pero bastante de razón, un oficialista que lo conoce muy bien dijo sarcásticamente: “Sergio ya no daba más, llegó con lo justo al frente del ministerio. La máquina de humo ya no tiene nada más para dar”. Aun así hay que reconocerle al hombre de Tigre su habilidad para sobrevivir e imponerse. Ahora deberá demostrar hasta dónde puede llegar. Pero, sin dudas, la nueva fórmula le imprime mayor competitividad a la campaña.

Personalismo y descontrol

Entre las caras de la derrota no solo el ministro del Interior ha quedado expuesto al ridículo. En el espacio de Daniel Scioli todo era desilusión. El exgobernador bonaerense había confirmado su candidatura 24 horas antes de su abrupto final junto a la precandidata a gobernadora Victoria Tolosa Paz. Una aventura político-electoral demasiado corta. Juan Grabois había bajado su candidatura por la designación de Wado De Pedro. Estaba furioso y terminó anunciando que se presentará en las PASO.

En la oposición la pulseada por los lugares y cargos tampoco se venía resolviendo con racionalidad. Ayer por la tarde continuaban los tironeos y las negociaciones de último momento. Nunca antes se había visto una pelea por el poder tan descarnada y pornográfica. Los que prometen sacar la Argentina adelante se han comportado con un nivel alarmante de egoísmo y falta de empatía por la situación y los problemas reales de la gente. Los candidatos de la oposición se han encargado de resaltar que, en política, no son todos iguales y no todo da lo mismo.

A juzgar por el papelón que vienen haciendo públicamente y a cara descubierta en los últimos meses,  cualquiera podría pensar que “no son todos iguales” pero se parecen bastante.