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Una épica imposible

Kristalina Georgieva Sergio Massa
Kristalina Georgieva y Sergio Massa. | Cedoc

Una voz encumbrada del equipo económico asegura que el paquete de medidas para sumar dólares aparecerá este lunes en el Boletín Oficial y estará operativo desde entonces. Los detalles, dice, serán precisados hoy domingo en un encuentro con la prensa en el Palacio de Hacienda, tras una nueva reunión con el staff técnico del FMI, ayer sábado, en Washington. La demora en los anuncios, sostiene esa misma fuente, radica precisamente en que las medidas a poner en marcha están atadas a los términos del acuerdo: deben ser aprobadas por el Fondo. Este condicionamiento pone en duda todo lo anterior. Pura incertidumbre.

Economía busca cómo evitar una devaluación. En su habitual Informe del Sector Externo, el Fondo ha hecho saber el miércoles que la Argentina debe corregir el atraso cambiario y devaluar su moneda entre un 15% y 20%: si la había, despejó cualquier duda acerca de qué es lo que quiere. El ministro de Economía Sergio Massa debe conciliar ambos objetivos y lograr que el FMI libere fondos adicionales mientras acecha un vencimiento de US$ 2.600 millones, postergado hasta fin de mes. Tarea de funambulistas. Las medidas que afina Hacienda apuntan a esa demanda, pero en Washington, todo indica, no convencen.

Este trabajo resultaría sin embargo sencillo para Massa si se lo comparara con el de bajar toda esta negociación a tierra, a su electorado; no digamos a todos los argentinos, sino a quienes consideran votarlo. Es a ese universo, el propio, al que le está hablando en estas horas en su doble condición de ministro-de-Economía-candidato, extravagancias que la Argentina se permite. Esa dualidad está llevando a Massa al curioso lugar que ocupó Scioli en 2015: los peronistas acaso lo voten, pero podría no ser candidato de nadie.

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Presiones

Se le puede adjudicar a Macri la irresponsabilidad de haber endeudado a la Argentina con el FMI para salvar su gobierno. Peor que eso es que esa deuda nos haya sometido otra vez a asistir a negociaciones interminables con la burocracia del Fondo y los gobiernos centrales que la avalan. A esta narrativa de stand-by, facilidades extendidas, staff level agreement y boards a la que se regresa en un loop una y otra vez. Sería injusto decir que el libro Una temporada en el quinto piso, de Juan Carlos Torre, debe su éxito a la retrospectiva de las negociaciones con el Fondo en los años de Alfonsín. El libro es un trabajo sociológico, etnográfico. Pero las semejanzas estremecen. La vicepresidenta se lo envió al Presidente de regalo en su cumpleaños 63. Hace poco dijo que el Presidente parecía no haberlo leído.

Los encuestadores deberían preguntar cuánto se sabe de lo que se negocia con el Fondo. Sería interesante que seleccionen las respuestas por simpatías políticas. ¿Cuántos son los kirchneristas que saben que cada vez que se le paga un vencimiento al Fondo se renueva deuda?

Massa quiere que nos salteemos este tiempo y miremos adelante: ya deslizó su deseo de cancelar -como Kirchner-  la deuda con el FMI. Ayer su compañero de fórmula Agustín Rossi lo presentó casi como promesa de campaña. Una fantasía. No hay reservas ni épica de desendeudamiento posible.