De Pedro Bustos a Facundo Campazzo, pasando por Fabricio Oberto, Leonardo Gutiérrez y el entrenador Rubén Magnano. Córdoba siempre estuvo presente en las finales mundialistas que protagonizó el seleccionado argentino de básquetbol.
La primera vez fue hace 69 años en el porteño estadio “Luna Park”, la sede del estreno de los torneos ecuménicos en el deporte de los lungos. Bustos, riojano de nacimiento pero cordobés por adopción, fue el embajador de la Asociación Deportiva Atenas en el certamen que terminaría consagrando al seleccionado albiceleste con triunfo 64-50 en la final ante Estados Unidos.
Aún lejos de los tiempos de los Dream Team, el básquetbol norteamericano estuvo representado aquella vez por el Denver Chevrolet, el equipo subcampeón de la Liga Industrial, reforzado por un par de jugadores.
El documental “Casaca Nº 3” recuerda la trayectoria de Bustos, un auténtico “comodín” en aquella selección que estaba llamada a seguir haciendo historia y que quedó trunca por cuestiones políticas.
En enero de 1956 la llamada Revolución Libertadora, que había derrocado al gobierno de Juan Domingo Perón, abrió una investigación contra los campeones del mundo de 1950 y los subcampeones Panamericanos de 1951. El gobierno designó una comisión investigadora y los jugadores fueron acusados de “profesionalismo” por haber recibido un permiso para importar un auto de obsequio. Los suspendieron de por vida.
La sanción fue levantada 11 años después, cuando muchos de los campeones ya no tenían edad para competir. “Tiempo Muerto”, un cortometraje que se estrenó en 2012, cuenta la historia de ese grupo de deportistas que de héroes nacionales pasaron al anonimato de un plumazo.
La figura de aquella generación frustrada fue Oscar Furlong, que luego se vinculó al tenis y llegó a ser capitán de la Copa Davis en el equipo nacional de los ’70 que tenía como abanderados a Guillermo Vilas y José Luis Clerc.
Argentina volvió a albergar un Mundial en 1990 pero no pudo repetir la hazaña. Fue octavo con un plantel que integraron los cordobeses Marcelo Milanesio, Héctor Campana y Diego Osella y que disputó sus tres partidos de primera fase en el Predio Feriar.
Con brillo propio
“Fue en Indianápolis donde me di cuenta de lo que podía llegar a lograr aquel equipo. Puedo asegurar que fue allí donde nació la Generación Dorada”, cuenta el villamariense Magnano, el DT del seleccionado argentino subcampeón en el Mundial 2002.
Aquella actuación, que no pudo coronarse con la vuelta olímpica por una apretada derrota ante Yugoslavia (77-84) en el juego decisivo, fue el antecedente inmediato al título olímpico de Atenas 2004.
Leonardo Gutiérrez, el jugador con más títulos en la historia de la Liga Nacional de Básquetbol, y Fabricio Oberto, quien llegó a consagrarse en la NBA con San Antonio Spurs, fueron los embajadores cordobeses en aquel plantel subcampeón.
Ambos repetirían el podio mundialista cuatro años más tarde, con el tercer puesto que lograron en el campeonato que se jugó en Japón, ya con Sergio “Oveja” Hernández como entrenador.
Por entonces, un Facundo Campazzo adolescente empezaba a llamar la atención de propios y extraños defendiendo la camiseta de Unión Eléctrica.
Para él llegarían después los éxitos en Peñarol de Mar del Plata, el despegue hacia la Liga Española y el seleccionado nacional.
Su bautismo mundialista fue en España 2014, donde Argentina fue eliminado en octavos de final por el Brasil que dirigió Rubén Magnano.
Hoy es la figura de un seleccionado al que muchos –al igual que su capitán, Luis Scola– le ven “cosas de la Generación Dorada” y que volvió a poner al básquetbol argentino en lo más alto de la consideración mundial.