Cuando el viernes agotó sus últimas horas de actividad, el mercado se despidió registrando un dólar a futuro (diciembre) de $41,75. Según la consultora OJF, de Orlando Ferreres, el nuevo punto de equilibrio se encontrará cuando la divisa se estabilice en $37. Esto significa que se está descontando una inflación anual del orden de 34%-35%, en el mejor de los escenarios.
Según Macroview, la inflación de agosto ya se acercaba al 4% antes de la violenta corrida de esta última semana y proyectaba un índice anual de 33%. Las próximas semanas serán determinantes para saber cuánto de este nuevo repunte del dólar, los formadores de precios trasladarán al valor de los productos y servicios. La consultora Focus Market midió un aceleramiento de los precios en góndola de supermercado del 29,8% en julio, dejando el acumulado del año en casi 22%. Fuentes del sector supermercadista de Córdoba admitieron este viernes ante una consulta de PERFIL Córdoba, que “no se descarta un nuevo incremento promedio de 17%, que podría llegar hasta el 20% en algunos rubros; pero, de ahí a que se concrete en todos los ítems va a depender de cuánto caiga la demanda”, explicaron.
Pasando en limpio, la secuencia que sigue implica reordenar las variables fundamentales (dólar-inflación) en la banda de 35 a 37, a partir de una fuerte recesión y merma del consumo.
Incógnitas. ¿A quién le servía o quién agitó el fuego de este dólar tan caliente que, por ahora, solo anticipa más caída de actividad y, por ende, más pobreza? Desde el propio sistema financiero plantean dudas. “Pasó de $29 a $40 sin volumen de operaciones. Debería estar bastante más abajo. Cuando uno analiza la Argentina desde una perspectiva económica, hay condiciones positivas”, dijo el CEO de HSBC Argentina, Gabriel Martino.
“El jueves se llegó a comprar dólar a futuro a $45 apenas abrió la rueda, en operaciones de un millón de dólares. Como el viernes bajó casi 7%, el que hizo eso perdió más de tres millones de pesos en pocas horas”, relataba un operador ante una consulta de PERFIL Córdoba en busca de una explicación a estos movimientos. “Eso muestra mucho afán por especular o que la pérdida no se computa como daño porque el objetivo es otro”, agregó.
¿Le servía al Gobierno ‘incendiar el dólar’ para licuar sus deudas y dar a la economía una competitividad que no logra con reformas estructurales del Estado y del funcionamiento del sistema productivo? No parece coherente (o muy profesional) la decisión cuando estaba encaminado el primer recorte fiscal creíble, un proceso histórico de reducción de la presión tributaria, un horizonte de ingresos récord por cosecha y la cobertura del FMI para terminar el 2019. Ahora, el ajuste tiene un tenor y urgencia que lo vuelve socialmente riesgoso, se anticipa una reversión del programa de baja impositiva y un empobrecimiento general de la población, con mayor impacto en el segmento de clase media y medio-baja, donde el macrismo había cosechado una buena base de votantes. Nada parece terminar de cerrar.
Medidas. Según trascendió el fin de semana, el paquete de medidas que se avecina incluiría: porcentajes pequeños de retenciones al conjunto del sistema exportador; aumento de 10 puntos porcentuales en las retenciones para los principales cuatro cultivos; monotributistas de la mayor categoría quedarían alcanzados por IVA y Ganancias; quienes pagan Bienes Personales con alícuota del 0,25% pasarían a tributar el 1%. En Nación se avecina un recorte del 20% en cargos jerárquicos y reducción de contratos. A provincias sugerirán ampliar base tributaria, mayor combate a la evasión y revaluación de inmuebles rurales.
¿Este es el costo de buscar competitividad con un dólar caliente; es el costo de la inoperancia o el costo de transformar radicalmente el sistema de poderes de un país? El tiempo decantará las respuestas. Por lo pronto, la realidad ya muestra las consecuencias: la pobreza afecta al 48% de los niños en Argentina y 18% de ellos ni siquiera cubre sus necesidades alimenticias, según la UCA.
