Las bandas dedicadas al narcomenudeo en la ciudad de Córdoba, que fueron desarticuladas por la Justicia Provincial en los últimos tiempos, tienen un denominador común: las cárceles. Se detectó que los cabecillas de esos grupos los lideraban desde prisión o que éstas eran ámbito de comercialización.
En octubre del año pasado, se constituyó una Unidad de Investigación de organizaciones criminales integrada por el fiscal de Narcotráfico, Carlos Cornejo, y la fiscal de Instrucción, Celeste Blasco.
En sus 10 años de existencia, desde su creación en 2012, el fuero de Narcomenudeo fue especializando la tarea investigativa. La nueva oficina procura concentrar información de delitos comunes para identificar indicadores de narcotráfico. A partir del cruce de datos, se advierten qué organizaciones hay, su composición y modalidad.
En Córdoba hay dos bandas que mantienen disputas: La Hermandad, de la cual se dice que está menguada en su organización, y Los Zeta o Zorritos, como expresión local de la banda peruana que adoptó el alias de su líder ‘Zorrito’.
¿Cuál es el vínculo con las prisiones cordobesas? A continuación, algunos nombres.
Juan Enrique Carbajal Conde y Cristian Romero Salvatierra. Ambos, de nacionalidad peruana, fueron detenidos por un hecho de privación ilegítima de la libertad. Previo a ello, la Justicia había incorporado datos de inteligencia criminal sobre una profusa actividad en kioscos de narcomenudeo. En la calle, uno de sus operadores era un expresidiario de la cárcel de Villa María, donde purgó condena por tráfico de estupefacientes. El último día hábil del 2021, un fiscal del fuero especial recibió en Córdoba el dato de un magistrado de San Francisco, respecto a la venta de drogas con modalidad delivery. La traían de Buenos Aires. Ahí se armó el rompecabezas. Carbajal Conde y Romero Salvatierra pertenecían a esa banda.
‘Diente’ Villarroel. Toda la familia estaba dedicada al narcomenudeo, con tres kioscos en barrio San Jorge y puntos de venta dentro de la cárcel de Bouwer. La pesquisa se inició a partir del descubrimiento de droga que dos mujeres —con diferencia de días— pretendieron ingresar al establecimiento en sus partes íntimas. Una sobrina y el hermano de Villarroel eran quienes la ‘contrataban’ para introducir marihuana y cocaína a Bouwer y venderla a los internos.
José Carlos Sánchez Rodríguez. También desde la unidad carcelaria lideraba una banda integrada por ciudadanos argentinos con presencia de personas de nacionalidad peruana. El 28 de diciembre se realizaron 18 allanamientos simultáneos en la zona noroeste de la ciudad. El golpe fue certero y 14 personas terminaron detenidas.
El clan de Yiyo Ramallo acecha. En el interior provincial, el caso más preocupante es San Francisco, por la frontera caliente con Santa Fe.
Investigadores judiciales de esa circunscripción confiaron a PERFIL CÓRDOBA que el principal referente que complica el panorama es Evelio Horacio ‘Yiyo’ Ramallo, un temible narco que recibió múltiples condenas y es trasladado por seguridad a distintas cárceles, desde donde sigue operando.
“Lo tenemos a raya en Córdoba”, señaló la fuente consultada. Desde Rafaela, donde tiene una importante base de operaciones, pretende penetrar el corredor hacia Morteros. “No hay guerra narco porque la gente de Yiyo Ramallo se siente controlada”, agregó.
Cruz del Eje es otro punto caliente. En los últimos tiempos, se desmembraron dos organizaciones. La última ofreció una escena de película. Desde el exterior del penal ingresaba droga con un drone. Se identificó a la banda: seis personas, de las cuales tres eran internos del penal, están a la espera de un juicio.
En una ocasión anterior, la logística fue más casera. Ocurrió en 2020, cuando un hombre de 33 años fue detenido en Cruz del Eje por arrojar estupefacientes al interior de la misma cárcel utilizando una gomera y una ballesta de fabricación propia.
NO HAY SOLUCIONES MÁGICAS
El fenómeno no es novedoso. Un informe nacional de la Procunar (Procuración de Narcocriminalidad) identificó, el año pasado, el liderazgo de 19 bandas narcocriminales desde las cárceles federales en el país. Especialistas advertían que las prisiones son las ‘universidades’ de los narcos más pesados. Con tiempo, paciencia y logística, se capacitan y continúan siendo los cabecillas.
Los narcos no dejan de serlo cuando caen presos. Ese mismo informe —publicado en PERFIL CÓRDOBA el 6 de febrero del año pasado— denunciaba que sin connivencia de miembros de los Servicios Penitenciarios sería imposible que sobrevivieran.
Los teléfonos cotizan a precios exorbitantes, porque son el lazo con el mundo criminal exterior que se controla desde las celdas. Pero, la ganancia en la actividad permite comprar los aparatos y las voluntades.
No hay soluciones mágicas, ni es un fenómeno que pueda erradicarse de la noche a la mañana porque, además, se juegan liderazgos e internas en una población conflictiva, en permanente tensión, atravesada –también ella– en su inmensa mayoría por consumo problemático de sustancias. Desbalancear ese equilibrio sería suicida para cualquier institución penitenciaria. Por eso, se controla, pero no desaparece