Si bien Lula Da Silva, el presidente electo del país vecino, declaró que fueron “tomados por sorpresa”, para el profesor e investigador brasileño Fernando Oliveira Paulino, “la semilla estaba desde 2013, cuando empezó con más fuerza con la reorganización de grupos de extrema derecha”, en referencia al caldo de cultivo que representó lo que en Brasil llaman la Triple B, un movimiento que Oliveira Paulino extiende en su conformación a la última década y que, de acuerdo a su percepción, apoyó lo sucedido en Brasilia cuando un grupo de manifestantes invadió las sedes de los tres poderes del Estado de Brasil.
“La triple B se refiere a los términos ‘bala’ —grupos vinculados a la policía militar—, ‘buey’ —ciertos sectores agropecuarios y ‘biblia’ —los fundamentalistas religiosos— explica, y añade que “se articularon fuertemente y no solo enfrentaron a Dilma Rousseff en el poder, sino que organizaron la candidatura de Jair Bolsonaro en 2018”.
En una breve historización, el presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (Alaic) describe una intensificación de “la articulación entre las tres B para poner en jaque lo que pasó desde el período de redemocratización del país”.
“No deja de ser un intento de retorno a ideales del período de la dictadura militar. Se ve en las pancartas y en los principios que defienden —analiza—
Así que lo sucedido el domingo era una tragedia anunciada. Desde el gobierno de Bolsonaro dispusieron la posibilidad de un golpe como posibilidad, un intento autocrático y autoritario en el país”.
Así y todo, Oliveira Paulino, rescata —sobre todo durante el período de Bolsonaro— “la resistencia por parte de la justicia y de la sociedad civil”.
“El periodismo desarrolló un rol importante también, así como las entidades científicas, académicas, las organizaciones sociales en defensa de la democracia, en especial en los últimos cuatro años”.
Sobre las peculiaridades de lo ocurrido el domingo, el profesor dice: “La novedad es, y está siendo investigado como lo sucedido con el intento de magnicidio de Cristina Fernández, el rol de las fuerzas de seguridad. Hubo muchas fallas durante el intento de golpe, con órdenes de prisión y alejamiento de personas de las fuerzas armadas. Lo que es necesario saber es por qué hubo tantas posibilidades de llegada y toma del espacio, así como la resistencia a la prisión de estas personas. Ciertos miembros del ejército intentaron impedir que la policía los arrestara. Las dudas sobre lo que pasará me lleva a la comparación de que tengamos nuestro 1985 (en referencia al Juicio a las Juntas). Es decir, por primera vez, reformar la estructura de las fuerzas armadas, organizarlas para que finalmente estén bajo el comando y el poder civil. Porque en la historia brasileña siempre estuvieron muy presentes en la vida política”.
—¿Hay algunos ejes de comparación con lo sucedido en el Capitolio en EEUU?
—Hay una organización a nivel internacional de las fuerzas de extrema derecha, con intercambio de información y técnicos como Steve Bannon, asesorando a estos grupos, no solo en Brasil. Sin embargo, también aparecen algunas especificidades: Bolsonaro siguió el método de Donald Trump en términos de mantener siempre su gobierno en movimiento, organizando su grupo a través de redes sociales con uso de tecnologías de agitación y propaganda pero, al mismo tiempo, la institucionalidad brasileña es distinta de la estadounidense. Sabemos cómo son nuestros países en relación con la efectividad y la fuerza del Estado para responsabilizar a los delincuentes, así como instrumentar medidas preventivas hacia el futuro. Mientras en EEUU el proceso avanza, acá hay dudas si llegaremos a algo. En simultáneo, el momento de la invasión al Capitolio fue distinto a lo sucedido en Brasilia, un domingo, sin las personas trabajando en los edificios públicos, por lo que los riesgos fueron menores.
En ese contexto, hay que reforzar la idea de que Bolsonaro no es solo un Trump tropical, ni folklórico, ni un personaje. Tiene un método, bien asesorado, con prácticas que a lo largo de los años fueron estructurándose a través, por ejemplo, de sus redes sociales, y suele pasar desapercibido.
—¿Qué consecuencias tendrá, dada su experiencia y su sitio de residencia, en el clima político y social en Brasil? ¿Debilita o fortalece a Lula?
—Como muchos, percibo que fortalece al gobierno, porque hay una articulación de fuerzas políticas y sociales a su alrededor que están pactando medidas y fortaleciendo el accionar de las fuerzas policiales. Incluso apoyando la intervención en la seguridad del distrito federal, con cierta autonomía, pero no absoluta respecto al gobierno federal. La preocupación viene al mediano y largo plazo, porque esta situación puede limitar la agenda política del gobierno: las medidas económicas y culturales que se propusieron y también puede acentuar la polarización política, sobre todo si Bolsonaro decide volver a Brasil y si el poder judicial consigue o no lo condena por los crímenes relacionados con la pandemia, tanto política como sanitaria.
—¿Es una minoría intensa terrorista, tal cual la calificó la acusación? ¿Qué representación le da?
—Hay una parte significativa de la sociedad que vive dentro de esa especie de burbuja, retroalimentándose de los discursos de odio. Y como profesor e investigador creo que es nuestra tarea desarrollar una “vacuna” para estimular que las personas puedan salir de esta radicalización a la derecha que en Brasil alcanza al 25% de la población. Este fenómeno trasciende a Bolsonaro porque él no es una causa sino un efecto. Se plantea así una duda significativa sobre cómo pasaremos este año. Son difíciles las predicciones, pero la novedad del domingo es que los grupos más moderados de derechas, que estaban muy vinculados al expresidente, de alguna manera condenaron lo sucedido. Eso puede significar un “cordón sanitario” con relación a las ideas más radicales y, en consecuencia, una defensa del 70% de la población de la democracia. Sin embargo, aparece la preocupación por la seguridad de Lula.