Desde mi profesión de analista político, cuando se dan casos como el del presidente Alberto Fernández, que dispara frases polémicas una tras otra, sospecho de varias causas: que se intente distraer la discusión de los temas centrales, que se haya producido un error en el equipo de asesores o que sencillamente a Fernández lo haya atacado el síndrome Luis Juez, para el cual todavía no se conocen tratamientos. De ser así, el mandatario estaría padeciendo una cepa mucho más peligrosa de este mal, ya que Juez sólo desató conflictos con Ecuador y Bolivia, en tanto que Alberto ya provocó reclamos de México, Brasil y Perú, además de los pueblos originarios y los afrodescendientes, cuyos ancestros bajaron de los barcos… esclavistas.
Tal vez una de las cuestiones inconvenientes que se pretendió pasaran desapercibidas fue el incremento del 40% en la dieta de los diputados, algo que irritó a los ciudadanos casi tanto como la actitud de Juan Foyth, cuando quiso salir jugando en el último minuto y Colombia nos clavó el gol del empate en las eliminatorias. O quizás con los exabruptos del presidente se haya buscado opacar los reclamos de los exportadores de carne que querían que se dé de baja el cepo, el de los comerciantes que piden la flexibilización de las restricciones, el de los beneficiarios de planes sociales que solicitan un aumento o el de los hinchas de San Lorenzo (Francisco incluido), que exigen la renuncia indeclinable de Tinelli.
En la ciudad de Córdoba, una de las manifestaciones de protesta más “coloridas” fue la que protagonizaron los peluqueros, quienes por supuesto clamaban por un permiso para seguir trabajando, siempre bajo acatamiento de los protocolos. Se viralizó un cartel donde le preguntaban al gobernador si era él quien teñía a su esposa, para demostrar lo esencial que es ese rubro comercial. Distinta es la situación de los coiffeurs porteños, que con el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires no tienen forma de hacer valer su esencialidad. “Horacio Rodríguez Larreta va a decir si se promueve que haya clases virtuales, entonces nosotros deberíamos cortar el pelo por zoom”, se despachó un amigo peluquero que atiende en Palermo Bollywood.
A todo esto, frente a una inflación galopante que se resiste a desensillar, el gobierno nacional volvió a lanzar un plan para congelar los precios de productos esenciales, al que esta vez se denominó “súper cerca”, tal vez para contrastar con lo “súper lejos” que está mucha gente de llegar a fin de mes. La sospecha es que, para encontrar estos artículos en las góndolas, los consumidores van a tener que contar con los servicios de Indiana Jones, Lupin y Dana Scully, con cuya ayuda tal vez puedan hallar el caldo de gallina, el paquete de fideos tirabuzón y el jabón líquido para ropa (baja espuma) de las marcas que entran dentro de esta campaña.
Desde la municipalidad de Córdoba, por su parte, también han implementado mecanismos de control, aunque aquí es sobre los viajes en colectivos urbanos, para comprobar si se respetan las indicaciones recomendadas en tiempos de pandemia. Las inspecciones habrían documentado que, como los ómnibus deben circular con las ventanillas abiertas en pleno invierno, se constató la presencia dentro de diversas unidades de 17 pingüinos emperador, 12 osos polares y dos zorros del ártico, a los que se les procedió a levantar las respectivas actas porque no respetaban el distanciamiento social ni usaban barbijo.
En cuando a los permisos de la aplicación Cuidar, se sabe que ocho de cada diez personas los han gestionado, así que son menos efectivos que Popeye sin abrelatas. Está visto que lo único que puede garantizar una baja en los contagios es la llegada de vacunas, más allá de los supuestos efectos colaterales que puedan provocar. La población no debería dejarse llevar por mensajes confusos, como los que aseguran que la AstraZeneca es capaz de disminuir la potencia sexual del negro de WhatsApp o que la Sputnik convierte a un terrateniente en un propulsor de la reforma agraria. “Saquémosle el jugo a los pinchazos”, me dijo uno que no era ni epidemiólgo ni experto en virología… sino que estaba asando unos chorizos en un chulengo que tiene en el patio.
(*) Sommelier de la política