La inestabilidad política y económica que se presentó a partir de 1930 en nuestro país se debió en gran parte al agotamiento del modelo agroexportador y la decadencia del sector hegemónico (la burguesía ganadera). Se comenzó, además, a cuestionar su política conservadora - liberal. La oligarquía fue reemplazada por el Ejército y no (como reza la leyenda peronista) por la “revolución social” y la mitológica “burguesía nacional”.
El surgimiento del nacionalismo argentino se produjo a principios del siglo XX: según su teoría, el “ser nacional” es inmutable, eterno y sus orígenes se pierden en el tiempo. El Estado, que puede aparecer después, se identifica con la nacionalidad.
El autor de este artículo suscribe la teoría de que la “nacionalidad” no es una entidad natural, primaria e invariable, sino histórica, social y cultural. Es algo construido o inventado; un artificio, producto de la ingeniería social con cierta manipulación ideológica. Ambas, nacionalidad y Estado son contingentes y así como surgieron recientemente, (siglos XVII y XIX), es probable que desaparezcan en el futuro.
Otras teorías amalgaman nacionalidades con culturas: hay en el mundo 200 estados y más de ocho mil culturas. El ejemplo más claro es la antigua Yugoslavia: la dictadura del Mariscal Tito simulaba un Estado - Nación - Cultura que se disgregó explosivamente.
Algunos intelectuales contribuyeron al nacimiento de la idea de “Nación”. Son los autores del mito de la cultura, emanada de la pseudo ciencia del folklore, inventado, a su vez, como anónimo y colectivo. Pero debe concluirse que las teorías nacionalistas no se hubieran impuesto de no existir el capitalismo. La sociedad feudal no necesitaba de la nación; los feudos se bastaban a sí mismos.
La inexistencia del “ser nacional” por la pertenencia a una fracción de tierra es clara en el caso argentino: nuestro territorio fue espacio de tribus sin conexión, parte del Virreinato del Alto Perú y una porción del Virreinato del Río de la Plata. En este último, la unidad era una ficción, ya que incluía zonas no integradas y desiertos donde el poder central no existía. La desintegración anárquica posterior fue caótica. Tan inexistente era la nación que San Martín no llegó a distinguir lo que luego serían Argentina, Chile y Perú. Cruentas luchas marcaron los “límites”; es claro que la nación argentina es una formación contingente, una agrupación accidental: somos argentinos por azar. Un solo ejemplo: Formosa es argentina y no paraguaya, por la guerra de la Triple Alianza.
Cuesta abajo con los nacionalismos.
El eclipse de la clase dominante (la burguesía ganadera) a partir de 1930 estuvo signada por su incapacidad de reconvertirse en una clase agroindustrial exportadora. La burguesía industrial no pudo ser hegemónica por no desarrollar capacidad exportadora y depender para sus insumos de las divisas del agro y en la ausencia de un sector hegemónico, el Estado autoritario (militar - peronista - militar - radical), disimuló la inexistencia de un predominio que marcara con sus intelectuales un ritmo sostenido de crecimiento.
La realidad es que se comenzó a vivir una sociedad fragmentada donde los sectores pugnaron por trabar a sus adversarios, sin imponerse. Los gobiernos resultaron de una mediocridad alarmante y siempre con un tufillo nacionalista: este cuadro explica la debacle que llega hasta nuestros días; un país desarrollado a principios del siglo XX es subdesarrollado y declinante en la tercera década del siglo XXI.
El retorno al liberalismo no asegurará per se la reversión de la tendencia. Pues el papel inicial lo debería representar un grupo de intelectuales (como el de la Generación del ´80).
Mercado Libre tiene una capitalización bursátil de 80.000 millones de dólares. En ese sector está el grupo hegemónico que debe predominar sobre el anacronismo de las corporaciones sindical, industrial, proteccionista, comercial y financiera. El agro será siempre un aliado seguro. En la cada vez más vapuleada clase media, está el poder electoral básico para el retorno del nacionalismo populista trasnochado al modernismo liberal.
Rubén Alejandro Morero es gestor de patrimonios financieros y Contador Público.