Mientras en el universo cinematográfico se está trabajando en la modificación de guiones ya escritos y prestando especial atención a las normas de distanciamiento en la escritura de sus próximos libretos -escenas de amor que se harán esperar, actores sometidos a tests periódicos de coronavirus o mayores y niños con nula o escasa participación en los rodajes- los dramaturgos se muestran reacios a plantear sus escritos en términos de distanciamiento sobre el escenario. En cambio, les preocupa mucho la cantidad de público que podrá asistir a sus obras y las condiciones en las que podrán hacerlo.
Si bien aún no hay un protocolo definido para la puesta en escena con actores, desde el sector señalan que las nuevas normativas se darán en dos instancias. El COE está trazando protocolos para distintas áreas y sectores y estos se irán adecuando luego a cada uno de los espacios. “En una primera etapa estos protocolos se pondrán en vigencia para los recursos humanos internos de los teatros y luego se verá su adecuación para los elencos que deben trabajar sobre los escenarios. De todos modos, aún no hay fecha cierta de retorno ni condiciones para hacerlo; solo son planes de trabajo”, explican.
¿Cómo sigue? En la realidad actual, obras como Cabaret Carmona o Eran cinco hermanos y ella no era muy santa, con 18 y 10 actores en escena, respectivamente, son impensables, debido a la cercanía que suponen tantos cuerpos sobre un escenario. “En lo personal, me cuesta mucho visualizar el teatro teniendo condiciones determinadas, todo tiene su cercanía, no se puede construir desde el distanciamiento; pienso en un teatro más al aire libre o callejero como una posibilidad”, comienza diciendo David Piccotto, autor de Los desentrañadores de enigmas.
Al momento del aislamiento, Piccotto se encontraba trabajando en una versión libre de La Celestina, junto a Julieta Daga y el aislamiento les ha permitido dedicarle más tiempo al texto. “La Celestina es un unipersonal con formato clown y trabajará mucho con el espectador. Así que imagino que a eso lo vamos a tener que revisar. Pero lo pensaremos a medida que salgan las reglamentaciones. No queremos apresurarnos a estrenar, quizás lo más prudente sea esperar; cuando tengamos luz verde podremos pensar en reversionar. Las de Naides, por ejemplo, es una obra que no necesitaría muchos cambios en la dramaturgia, aunque son siete actores en escena, que están juntos. Ahí habría que pensar si se puede sostener la obra con distanciamiento”, sostiene.
A Gonzalo Marull tampoco le atrae mucho la idea de pensar en escribir teniendo en cuenta el distanciamiento en escena. “No me atrae para nada. Fantaseo que la idea de comunidad, encuentro y contacto físico pueden ser más necesarias que nunca. Mis últimos escritos apuntan a eso. Obviamente se cuela la espera, el deseo de abrazar, de encontrarse. Pero también pienso en cuerpos muy juntos, en lo analógico, en las respiraciones”.
En ese sentido, el dramaturgo de Se debería llamar elogio del amor, se muestra muy introspectivo: “Detuve la ansiedad por pensar en el futuro, por hacer desesperadamente y estoy revisando el pasado y preguntándome cómo venía haciendo las cosas”.
El público, central. En el marco del aislamiento social, que mantiene a los teatros cerrados, el Teatro Nacional Cervantes lanzó una convocatoria que tiene a varios dramaturgos locales ocupados en la escritura de obras que luego serán filmadas. “Estoy escribiendo una obra para el concurso del Cervantes, pero es rarísimo porque convoca a escribir en clave teatral para algo que luego será filmado. Cuando escribís, tenés muy presente que lo que vas a contar se dará en el marco de una reunión. Entonces pienso en el uso de didascalias o notas aparte; voy a tener que escribir dos versiones de un mismo texto”, dice Belén Pistone, la dramaturga de Sensación Cuarteto.
Más allá de las adaptaciones que conlleven la puesta en escena de determinadas obras, Pistone se muestra más preocupada por la cantidad de público que asista al teatro una vez levantada la medida. “Mi nombre es Eva Duarte tiene una base muy narrativa; está Eva Bianco en escena y solo debería modificar un abrazo que se da con Constanza Albarracín, que también hace asistencia de vestuario en escena. Eso habría que ensayarlo de manera tal que no estén tan cerca”, explica.
Pistone puso en escena la última función de Mi nombre es Eva Duarte la noche anterior al DNU de Alberto Fernández anunciando el aislamiento preventivo social y obligatorio. “Esa noche actuamos con la sala al 30% de su capacidad. Entonces, como dramaturga me preocupa la cantidad de gente que haya en el público porque eso es muy potente”, asegura.
En efecto, Pistone prioriza la configuración de esa reunión, que es el teatro, como base de su dramaturgia. “Los públicos funcionan de un modo maravilloso porque a pesar de no conocerse se dan entre ellos permisos tácitos. Entonces, tenés grupos que se ríen un montón a partir de una sola persona que se ríe mucho, o grupos muy serios por dos o tres que colonizan el grupo. Y eso ocurre en la butaca: antes, un desconocido te lloraba al lado, ahora va a estar a un metro y medio de distancia; eso modifica también la experiencia de la escena. La presencia física no es un dato menor a la hora de escribir”, refiere.
Dedicado más a la ficción radial y a la escritura cinematográfica desde hace dos años (acaba de ganar el certamen ‘100 años de radio’, organizado por Argentores, con La sangre derramada), Luis Quinteros dice que lo suyo es adaptarse a lo que vaya surgiendo pero que “la proximidad o distancia de los actores, desde la dramaturgia, no me condiciona la escritura; sí me la condicionan las convocatorias para teatro filmado porque habrá una cámara mediando entre el texto y el público. Los certámenes de dramaturgia como el del Cervantes son para obras que serán filmadas y transmitidas por streaming, es decir que son obras que al menos en principio no verán escenario”, dice el dramaturgo de Par(t)idas. El camino de los elefantes.
En efecto, Quinteros señala que todas las acciones apuntan a resolverse vía streaming (talleres, cursos, charlas, ficciones) y que cuando llegue el momento en que se pueda abrir el teatro, por más que se reduzca el público a la mitad y esté distanciado, “ahí sí vamos a tener que pensar en cómo hacer una obra con distancia física, pero eso ya será más competencia del director, me parece”.
CABARET CARMONA. Esta obra costumbrista, que contempla 18 personas en escena, sería impensable de realizar en un marco de distanciamiento escénico por la cercanía física de los actores.