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Contexto regional: los vaivenes de las urnas

Efímeras lunas de miel, en tiempos de polarización extrema

El triunfo del “Rechazo” en el Plebiscito constituyente chileno supuso un temprano revés para el presidente Gabriel Boric, quien hoy cumple apenas seis meses en La Moneda. La atención continental se enfoca ahora en Brasil, donde Lula aspira a desalojar del Planalto a Bolsonaro.

11-9-2022-Boric
Gabriel Boric | CEDOC PERFIL

En una región donde las secuelas de la pandemia y los daños colaterales de la guerra en Ucrania potenciaron desigualdades y urgencias preexistentes, las “lunas de miel” de dirigentes políticos con los pueblos que los ungieron duran lo que un fin de semana largo. De ello puede dar fe Gabriel Boric, quien apenas fue investido en La Moneda como el presidente más joven de la historia de Chile se encontró un despacho cargado de demandas sociales insatisfechas, que en parte alimentaron el fuego del estallido de octubre de 2019, pero también dieron el empujón decisivo para que él se convirtiera en jefe de Estado.

Entre las prioridades en la agenda del mandatario asumido el 11 de marzo estaba el respaldo a la Convención Constitucional que presentó el 4 de julio su proyecto de una nueva Ley Fundamental que debía reemplazar a la de 1980, prohijada en plena dictadura de Augusto Pinochet.

La Constituyente fue el salvavidas político que el ex presidente Sebastián Piñera y los partidos tradicionales acordaron para atemperar las protestas que movilizaron a millones de chilenos antes de la llegada del Covid. La necesidad de una nueva Carta Magna tuvo un 78 por ciento de respaldo en un plebiscito que no fue obligatorio pero parecía augurar tiempos de refundación democrática, más igualitarios y plurales, al otro lado de la Cordillera.

Ostensibles errores no forzados de los propios constituyentes, tropiezos de difusión del nuevo gobierno y campañas de desinformación y fake news acerca de las implicancias que podría aparejar el nuevo texto, explican en parte el resultado del Plebiscito de Salida del domingo pasado. Que seis de cada cuatro chilenos rechazaran la nueva Constitución Política del Estado -cuyos avances en paridad de género, cuidado de recursos naturales o reconocimiento pueblos originarios habían sido ponderados más allá de las fronteras del país donde debía regir- supuso un duro revés para el joven gobierno y para los cientos de miles de personas que hace 10 días volvieron a colmar la Alameda. Revés que excedió a la consulta, esta vez obligatoria.

Boric acusó recibo con el reemplazo de casi media docena de ministros y ministras clave y la promesa de seguir con otra modalidad y velocidades la voluntad de reforma constitucional expresada hace dos años. Lo cierto es que esta semana reverdecieron protestas y encontronazos de manifestantes con carabineros, mientras los pases de factura de unos y las desilusiones de otros daban pie al juego de quienes han tratado de mantener un statu quo que les garantiza sus privilegios.

200 años después. También esta semana, un día antes del deceso de Isabel II, el foco continental se posó en el país más poblado, extenso e influyente de Latinoamérica. Brasil, que dentro de tres semanas irá a unas trascendentales elecciones presidenciales, conmemoró el miércoles los 200 años de su independencia, pero el emblemático aniversario se vio inmerso en el clima de una tensa y polarizada campaña proselitista. El actual presidente y candidato a la reelección, Jair Bolsonaro, transformó la fiesta patria en una jornada de actos partidarios propios, que tuvieron como epicentro a Brasilia, San Pablo y Río de Janeiro.

En lugar de repasar la historia o evocar a quienes forjaron la gran nación que hoy preside, el líder ultraconservador dedicó párrafos centrales de su alocución a elogiar su propia virilidad, lo que fue festejado por miles de seguidores que movilizó en esos eventos.

“Vegonzoso”, fue el calificativo más leve que dirigentes que van desde la izquierda a la derecha del espectro político usaron para reprobar la actitud y el mensaje del excéntrico mandatario. Una repulsa a tener en cuenta si se piensa que la contienda electoral puede no resolverse en primera vuelta el 2 de octubre, sino prolongar el suspenso hasta un eventual balotaje, el día 30 del mes que viene.

Por lo pronto, una nueva encuesta del Instituto Datafolha indicó que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva sigue liderando la intención de voto, aunque la brecha con Bolsonaro se achicó levemente. Según los datos divulgados en la noche del viernes por Datafolha, Lula lidera con un 45 por ciento, seguido por Bolsonaro, con 34, dos puntos más que en la medición anterior. Analistas interpretan que esa suba contempla el impacto de los actos y movilizaciones de esta última semana.

Mucho más atrás, pero con un caudal de sufragios que multiplicaría su valor ante un eventual balotaje, aparecen Ciro Gomes, del centroizquierdista Partido Democrático de los Trabajadores (PDT), con 7%; Simone Tebet, del centroderechista Movimiento Democrático Brasileño (MDB), con 5%, y Soraya Theoricke, de la coalición derechista Uniâo, con apenas el 1%.

Para quienes hemos asistido a las elecciones de Brasil desde hace casi 30 años los números no deberían sorprender demasiado. La posibilidad de que Lula pudiera ganar la contienda por nocaut en primera vuelta y regresar al Palacio del Planalto, del que se fue con 80 por ciento de popularidad tras ocho años y dos mandatos cumplidos, parece utópica.

Desde el regreso de la democracia a Brasil, en 1985, solo Fernando Henrique Cardoso se consagró en primera vuelta, en 1994 y 1998.

Lula obtuvo el 46,44% de los votos el 6 de octubre de 2002 y, tres semanas después, derrotó en balotaje a José Serra, alcanzando el 61,27% de los sufragios.

Cuatro años más tarde, el 1º de octubre de 2006, Lula ganó la primera vuelta con el 48,61% de los votos válidos. En el balotaje realizado cuatro semanas después, el ex tornero mecánico cosechó el 60,83 por ciento de sufragios para derrotar a Geraldo Alckmin, a quien este año sumó como su compañero de fórmula. Una alianza que puede ser vital para retornar al poder.

Tras un debate que hace una semana no pareció mover el amperímetro, discursos oficialistas que exacerban la polarización y amenazan con sumar violencia, y un papel clave de redes sociales para tratar de convencer con argumentos o noticias falsas a los aun indecisos o renuentes, Brasil pone cuenta regresiva hacia las urnas. También se elegirán 27 gobernadores estaduales y al nuevo Congreso.

Un factor extra se agrega a las incógnitas previas a cualquier elección. Es saber si Bolsonaro aceptará el resultado en caso de sufrir una derrota. Hace tiempo, el ex capitán agita el fantasma de “fraude”, sin asidero. No en vano se lo compara con Donald Trump, quien días atrás dio su “respaldo completo y total” al actual gobernante brasileño, a quien definió como “un hombre maravilloso” (sic)…