Este 8 de marzo, como mujeres católicas disidentes de la moral sexual religiosa hegemónica, apostamos y defendemos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, sexualidades, identidades. Somos parte de un amplio movimiento feminista que se articula en su diversidad para conseguir reivindicaciones y derechos que durante mucho tiempo nos fueron negados y postergados.
Por la fuerza de este movimiento, su multiplicación y conformación diversa, su presencia en la calle, su capacidad estratégica para la incidencia hacia las instituciones del Estado, hemos logrado en nuestro país la conformación de un plexo normativo que nos permite exigir y ejercer el derecho a vivir la sexualidad sin presiones ni violencias, a que se respete la orientación sexual y la identidad de género sin discriminación, a acceder a información sobre cómo cuidarse, disfrutar del cuerpo y de la intimidad con otras personas, a disfrutar de una vida sexual elegida libremente, sin violencias, riesgos, ni discriminaciones. La incorporación de la agenda de género en las políticas públicas en Argentina, forma parte de una búsqueda constante que articula la potencia del movimiento feminista, sus manifestaciones públicas y callejeras, con la construcción y consolidación de alianzas entre organizaciones sociales, políticas, de derechos humanos a favor del derecho a decidir.
Somos parte de la ‘marea verde’ que trabajó durante más de 15 años para la legalización del aborto y que logró, aquel histórico 20 de diciembre del 2020, la sanción de la ley 27.610 de Interrupción Voluntaria y Legal del Embarazo. Nuestra acción colectiva y organizada construye redes con organizaciones sociales, colectivos profesionales, referentes partidarios y agentes del Estado en los territorios a fin de lograr su plena aplicación y revertir años de inequidades en el acceso a la salud y los derechos sexuales y (no) reproductivos. Estamos convencidas de que defender cada conquista es necesario y urgente. Romper las barreras en el acceso, implica también trabajar sobre aquellas miradas religiosas conservadoras, culturalmente arraigadas, que obstaculizan la libre e informada decisión de las mujeres y la responsabilidad de los equipos de salud para responder a esa demanda.
Este 8M nos reafirmamos como parte de este amplio movimiento que ha sido artífice de grandes conquistas de derechos y nos sumamos al reclamo por una vida digna y ‘Buen Vivir’ para mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries. El Buen Vivir es un concepto ancestral que implica proponer una mirada multidimensional acerca de nuestras condiciones de vida. Un concepto que valora no sólo el progreso económico, sino el bienestar integral de las personas: la relación con la naturaleza, la satisfacción de nuestras necesidades sociales, espirituales, culturales, educativas, entre otras. Combatir las desigualdades étnicas, de clase social, geográficas y de género, implica lograr la sostenibilidad de la vida desde el punto de vista de la economía y la política feministas: una sociedad y un estado que nos incluya, que respete nuestros derechos al trabajo, al placer, al reconocimiento pleno de nuestras tareas de cuidados familiares y comunitarios, a remuneraciones justas, a condiciones dignas de existencia, al desarrollo de nuestros proyectos de vida en ejercicio pleno de nuestros derechos humanos, porque en nuestras casas, en las organizaciones barriales, en los sindicatos, en las escuelas, en los hospitales, en las iglesias, en la justicia, en las calles: Trabajadorxs Somos Todxs.
Presidenta de Católicas por el Derecho a Decidir Argentina y activista de la Campaña Nacional por el Aborto Legal Seguro y Grautito
