El descubrimiento de los llamados exoplanetas ha desencadenado una serie de hallazgos científicos que, por el momento, parecería no tener límite. Se trata de planetas que se encuentran fuera de nuestro sistema solar y que giran alrededor de estrellas distintas al Sol. Al presente contabilizamos ya más de 4.000 exoplanetas, la gran mayoría de los cuales se hallan en una región pequeña de la Vía Láctea, la galaxia en la cual vivimos.
Estos planetas son muy distintos unos de otros. Unos pocos tienen el tamaño de la Tierra y giran alrededor de estrellas parecidas al Sol. Otros tienen tamaños 10 veces mayores, poseen 200 veces más masa que la Tierra y giran alrededor de sus estrellas respectivas, a distancias 20 veces menores que la que separa al Sol de su planeta más cercano, Mercurio.
Hay exoplanetas en estrellas jóvenes, que aún están completando su proceso de nacimiento y otros en estrellas en las etapas finales de su evolución, soles ya moribundos. En muchos casos es probable que se trate de mundos muy exóticos, en nada similares a la Tierra. En otros casos podrían darse, al menos en principio, condiciones similares a las de nuestro planeta. Hay planetas que orbitan estrellas binarias o dobles; tendrían dos soles en el cielo.
También existen sistemas planetarios múltiples, es decir varios planetas en torno de la misma estrella. Estos exosistemas planetarios no se parecen al sistema solar. Este es, por ejemplo, el caso de Trappist-1. Está compuesto por siete planetas del tamaño de la Tierra girando alrededor de una estrella mucho más pequeña y fría que el Sol. Los siete planetas se encuentran muy cerca de su estrella, a menos distancia que Mercurio del Sol.
Sin embargo, como la estrella Trappist-1 es mucho más fría que el Sol, tres de los siete planetas podrían encontrase en la llamada zona de habitabilidad estelar, es decir estar ubicados a una distancia de la estrella en la cual podría existir agua en estado líquido en la superficie del planeta.
Entonces, ¿no existen otros sistemas planetarios como nuestro sistema solar? ¿Existirá un planeta gemelo de la Tierra en alguna parte de nuestra galaxia? Estas son algunas de las preguntas que nos gustaría responder. Para ello, en 2018, la Nasa puso en marcha un satélite llamado Tess (Transiting Exoplanet Survey Satellite) que observará todas las estrellas brillantes de la bóveda celeste en busca de nuevas Tierras.
Luego, esas observaciones deberán ser confirmadas por otras realizadas mediante telescopios terrestres y, en particular, a partir de datos que se podrán obtener en la próxima misión espacial de la Nasa, el JWST (James Webb Space Telescope). Este nuevo telescopio espacial tendrá la capacidad de determinar qué compuestos químicos están presentes en las atmósferas de los exoplanetas. Y es que el JWT podrá recoger información en la región infrarroja del espectro electromagnético.
Ésta es información muy valiosa ya que, sumada a otro tipo de datos que podemos obtener desde Tierra, nos permitirá determinar propiedades físicas de estos nuevos mundos, como por ejemplo la temperatura y la presión. ¿Son estas eventuales condiciones compatibles con la existencia de vida? Se abre entonces el camino para el desarrollo de una nueva rama de la ciencia, la astrobiología, y con ella la posibilidad de responder por primera vez y sobre bases científicas este antiguo interrogante: ¿estamos solos?
Marcela Gómez es Astrónoma del Observatorio Astronómico UNC y Conicet.