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DISCURSOS DE ODIO EN DEMOCRACIA

EVA DA PORTA: "El dispositivo de los medios y las redes sociales lo hacen espectacular”

El intento de magnicidio a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner potenció la discusión sobre los mensajes de odio instalados en la sociedad y la grieta de opiniones entre adversarios que se expresan con el único fin de descalificar al contrincante.

Eva Da Porta
EVA DA PORTA. Docente e investigadora Facultad de Ciencias Sociales UNC. | Cedoc Perfil

—¿Cómo lo define? 

—Es un modo de producción de discurso. No es de nadie en particular, es social. En los últimos 10 años, ese modo de producir discursos se fue instalando como un modo dominante en medios y redes. Tiene que ver con la incitación a denigrar, difamar a una persona o un grupo sin darle la posibilidad de una respuesta, por raza, género, religión u orientación sexual. La característica propia es que está vinculado a un sentimiento de dolor y se proyecta a otros. Desde ese lugar lo aniquila, no da lugar al interlocutor porque busca la polémica, no el debate. El discurso polémico tiene historia antigua, pero el cambio fue que el dispositivo de los medios y las redes lo hizo espectacular. Es más cercano a un discurso religioso que a uno político. 

— ¿ Cómo operan las redes sociales?

—Reditúa en redes porque genera réplica. Allí es más productivo el disenso que el consenso. Pone a quien lo dice en un lugar de superioridad moral que no se discute. Por eso vivimos en sociedades de grieta. Es bipolar, trabaja sobre las dicotomías. No da posibilidad de discusión y tampoco de encuentro.

—¿Cómo se vincula con el discurso político?

— La diferencia entre el discurso político y el de odio está en que el primero permite la argumentación. En el discurso de odio no hay lugar a la tercera posición. Al espectacularizar los mensajes no permite la respuesta de la otra parte. Otro aspecto radica en que moviliza pasiones y canaliza las frustraciones. Humilla, enoja, genera y logra identificación; por eso es efectivo.

—¿Qué se necesita para que trascienda de la palabra a la acción?

—Cuando ese modo de tratar al enemigo político se hace aceptable, se aniquila la palabra. Entre el pensamiento, la palabra y la acción no hay tanta distancia. Además, es un modo de hablar que permea la vida cotidiana y se naturaliza.

—¿Es posible desmontarlo?

—Es urgente hacerlo. En los espacios educativos y en los medios. Una forma es no reproducirlo sin analizarlo. Hay que descubrir los mecanismos de los que está hecho, con qué intencionalidad. Si empezamos a problematizar, veremos que hay víctimas. Los mensajes de odio quitan responsabilidad a los que lo dicen. El ejemplo es Amalia Granata: mezcla política y la espectacularidad de las redes. Pero ella tiene responsabilidad desde la legitimidad política. No se puede decir cualquier cosa.

—¿Qué responsabilidad tienen el Estado y la escuela?

—Hay enormes responsabilidad de ambos. La escuela tiene una deuda con la actualidad. Debe enseñar a los jóvenes a ver las lógicas de este mundo. Y los gobiernos también. El discurso de odio ha logrado construirse como un discurso sin reglas. Se desresponsabiliza a quien habla. No hay sanciones. Hay que regular porque es una forma de defender a la ciudadanía.