“A las siete de la tarde del lunes 29 de marzo, Lacoste colocó su revolver arriba del escritorio y le ordenó a su secretario que hiciera pasar a la plana mayor de la AFA que encabezaba Rafael Aragón Cabrera, presidente de River... La charla no duró más de treinta minutos y el capitán, fiel a su estilo de pedir rendiciones, puso un plazo: ´El jueves primero de abril quiero la renuncia de todos los integrantes del Comité Ejecutivo’… La delegación salió apresurada del edificio y Aragón se metió en uno de sus hoteles de la avenida Julio Roca para telefonear con urgencia a Córdoba”.
La intervención del fútbol argentino ya era un hecho en aquellos días grises de 1976 y el periodista Pablo Llonto lo cuenta con detalles en el libro “La vergüenza de todos” (Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2005). El llamado sería una formalidad. En el Hotel Crillón, del otro lado de la línea, esperaban noticias el titular de la AFA David Bracutto y su influyente ladero Paulino Niembro, hombres vinculados a Lorenzo Miguel y la UOM.
Hacía 24 horas que estaban en Córdoba como anfitriones de una delegación de la Fifa que encabezó su vice 1º Hermann Neuberger y que incluyó a Helmut Schoen, el DT del seleccionado alemán campeón mundial.
El tour abarcó la visita a las obras del nuevo estadio del Chateau Carreras, una recepción en la Casa de las Tejas, un paso fugaz por Alta Gracia y La Cumbre y una inspección a los estadios de Belgrano, Talleres, Instituto y Juniors. “Hoy más que nunca creo que Argentina está en condiciones de organizar el Mundial ’78”, dijo Neuberger antes de seguir viaje a Mendoza.
Por entonces, la selección argentina –con los cordobeses Kempes, Ardiles y Gallego- completaba una gira por Europa, que incluyó una presentación en Polonia el miércoles 24 de marzo. El partido terminó 2-1 y fue lo único que aquel día pudo verse por TV, además de los comunicados de la junta.
“La alegría por la victoria desapareció apenas volvimos al hotel. La inesperada noticia nos cayó como un balde agua helada, nos dejó en estado de shock, atontados. La angustia nos superó”, relata Kempes en su biografía “El Matador” (Planeta, 2017).
“Nuestro ánimo se derrumbó y, con la cabeza en ese bolonqui, perdimos con los húngaros y los alemanes (Hertha) y empatamos con Sevilla”, añadió en alusión a los resultados posteriores.
“La tranquilidad recién llegó cuando aterrizamos en Ezeiza y comprobamos que nuestros seres queridos estaban bien. Pero de la brutal represión, de los centros clandestinos de detención, ni noticias. Como la gran mayoría de mis compatriotas, ignorábamos que la debacle institucional había desatado, además, una feroz cacería de personas”, cuenta el exgoleador de Bell Ville.
Nombres propios
Desde hace cuatro años el “Torneo Nacional en Homenaje a los Rugbiers Desaparecidos” recuerda a 150 deportistas que fueron víctimas de la última dictadura cívico-militar, entre ellos los riocuartenses Ricardo Tissera y Juan Carlos Perchante, ex jugadores de Uré Curé Rugby Club.
Tissera era bioquímico egresado de la UNC y trabajaba en el Hospital Rawson. Militaba en la Organización Comunista Poder Obrero y tenía 25 años cuando fue asesinado el 11 de noviembre de 1976. Perchante estudiaba Derecho y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. El día que iba a rendir su última materia, el 15 de septiembre de 1976, fue detenido y llevado a La Perla. Tenía 27 años. En 2018 fue homenajeado por la escuela Vélez Sarsfield, donde hizo la primaria. Otro colegio riocuartense, el Ameghino, inauguró en 2014 el aula Ricardo “El Azulejo” Tissera.
El minucioso relevamiento de Carola Ochoa, la militante de derechos humanos sanjuanina que unió el destino de los 150 rugbiers, incluye a otros dos cordobeses: Diego Ferreyra Beltrán y Claudio Zorrilla, ambos estudiantes de Arquitectura, de 22 años y jugadores del Club La Tablada.
El libro “Deportes, Desaparecidos y Dictadura” (Al Arco, 2010), del periodista Gustavo Veiga, rescata la historia de Eduardo Requena, promisorio atleta y luego destacado futbolista de River de Villa María en los ’50 y ’60.
Tras su etapa como deportista, “El Gallego” –como le decían- enseñó historia y geografía y fue artífice de la fundación de CTERA en su rol de dirigente gremial. Tenía 38 años cuando lo secuestraron cerca de Plaza Colón el 23 de julio de 1976.
Hoy llevan su nombre el Centro Educativo en Derechos Humanos en la ex La Perla, una calle en su ciudad y el IPEM 207 de barrio Ituzaingó.
También en Córdoba, un mural en la esquina de Monseñor Pablo Cabrera y Las Vertientes recuerda a Juan Carlos Luna, ex delantero de Huracán de barrio La France y estudiante de periodismo, asesinado el 21 de abril de 1976.