“Si no juntamos los porotos, no ganamos la provincia”, me dijeron allegados al Frente Cívico, como justificativo para el locro que organizó Luis Juez por el Día del Trabajador y que reunió a la plana mayor de Juntos por el Cambio en Córdoba. Aunque muchos le adjudican a ese menú un efecto contrario, la comida “desinfló” los conflictos internos de la alianza, que se mostró tan sólida como los huesitos de cerdo sumergidos en el fondo de la olla. Sin embargo, entre todos los soldados de la causa opositora, no pasó desapercibida la presencia de efectivos del Ejército, quienes habrían sido los encargados de proveer el plato principal.
Aunque desde el oficialismo se habría querido ver en esta participación militar una prueba de “golpismo explícito” y otros pretendían emitir comunicados condenando a Juez por haber ido a “golpear las puertas de los cuarteles”, la reacción se redujo a una denuncia que busca dilucidar qué tipo de servicios prestó el personal del Tercer Cuerpo de Ejército en esta reunión partidaria. La excusa de un supuesto fanatismo de algunos uniformados por MasterChef no habría conformado a los investigadores, como tampoco que, a falta de armamento, se hubiera enviado a algunos reclutas a realizar maniobras con cucharones.
Donde se ha desatado una guerra encarnizada es en el Frente de Todos, más resquebrajado que el pavimento de algunas calles cordobesas. En su discurso al recibir un título honoris causa en Chaco, Cristina Fernández aclaró el viernes que no hay peleas sino “debate de ideas”, aunque esa forma de debatir se parezca mucho a los programas deportivos donde los panelistas discuten por un offside como si fueran barras bravas de equipos rivales disputándose la posesión de una bandera. Hubo quienes sugirieron llamar a la Policía de la Ciudad de Buenos Aires para resguardar la seguridad en las reuniones de gabinete, en especial porque de ese modo se podría conseguir que todos los ministros se pongan de acuerdo… para criticar a “la yuta de Larreta”.
Antes de que Cristina dejara sentada su opinión desde la capital chaqueña, quien había hablado de “resistencia” fue Susana Giménez, convertida en una especie de Rosa Luxemburgo esteña al llamar desde Uruguay a “que el pueblo se levante” y diga “basta”, quizás imbuida de un espíritu artiguista proclive a la rebelión popular. Alfredo Casero, en cambio, expresó su ira en el programa de Luis Majul, donde el actor puso en escena una performance digna del Martín Fierro, en la que fustigó a los políticos, a los periodistas y a los sonidistas del canal LN+, quienes temían por la integridad del micrófono corbatero que el humorista revoleaba por los aires. Al cierre de esta edición, se aguardaba la presentación de una demanda por plagio de Casero al personaje de Violencia Rivas que popularizó Diego Capusotto, su ex compañero de “Cha cha cha”.
Como abanderada de la inmersión de la farándula en las turbias aguas de la política argentina, Amalia Granata encrespó las olas de la polémica al proponer el retorno de la colimba, en una clara muestra de que disputa el mismo electorado de Patricia Bullrich, Santiago Cúneo, Ricardo Iorio y el Coronel Cañones. Casi en coincidencia con el aniversario de la sublevación golpista de los carapintadas 35 años atrás, aunque parezca insólito, Aldo Rico se ubicó a la izquierda de la diputada provincial santafesina y declaró que “las Fuerzas Armadas no son un reformatorio”, aunque su mayor logro en 1987 haya sido que se “reformara” la legislación para evitar el juzgamiento de militares involucrados en violaciones a derechos humanos.
Una reforma que también generó revuelo esta semana, es la que propuso la oposición en la Cámara de Diputados al forzar el debate por la Boleta Única Electoral. “Le hicimos la boleta al kirchnerismo”, se jactaba un asesor del bloque Córdoba Federal, desde donde se ve este logro como una punta de lanza del schiarettismo a escala nacional. Tras haberse impuesto esta iniciativa, los representantes cordobeses se ilusionaban con inscribir en la agenda del Congreso proyectos como la incorporación de un nuevo carril a la General Paz porteña, la declaración del fernet como patrimonio bebible de la humanidad y la impresión de billetes de cinco mil pesos con la imagen de la Mona Jiménez.
(*) Sommelier de la política