La visión histórica de que el liberalismo decimonónico y su variante utilitaria generaron limitación de las soberanías y justificación de la esclavitud, encontró en Jeremy Bentham una formidable refutación. Bentham, que defendió el ‘principio de utilidad’, fue el que consideró ‘falacias’ a los derechos del hombre y dirigió a la Convención Francesa el siguiente mensaje: “¡Emancipad vuestras colonias!”. Al tratar temas como la independencia y la esclavitud, este utilitarista británico no invocó el concepto de utilidad sino el de justicia.
El caso de John Calhoun (1782-1850) es en la historia americana inusual: fue el único vicepresidente renunciante de ese país y singular vice de dos presidentes distintos. ¿Fue John Calhoun un liberal? Seguramente Calhoun, el defensor de la esclavitud y teórico de la anulación, debe ser considerado un enemigo de la libertad.
Sin embargo, el hecho incómodo sigue siendo que Calhoun se consideraba a sí mismo (y era tenido por tal por los sureños), como un campeón de la libertad. En un banquete político en 1830, el presidente Andrew Jackson ofreció un brindis, diciendo: "Nuestra Unión Federal debe ser preservada", a lo que Calhoun, su vicepresidente, respondió con un brindis por "la Unión, junto a nuestra libertad, la más querida “. La libertad a la que se refería era, por supuesto, la libertad de los blancos del sur de poseer esclavos y se dedicó a esta libertad hasta el punto de abogar por la secesión.
El dilema planteado, si bien ya fue zanjado hace más de dos siglos por Bentham, ha revivido en dos libros recientes sobre el liberalismo, que son diametralmente opuestos en sus enfoques ideológicos y metodológicos. “Liberalismo: la vida de una idea”, del periodista británico Edmund Fawcett, es un relato de los principales políticos y pensadores liberales de los últimos dos siglos, escrito desde una posición de solidaridad con la tradición liberal.
Por otro lado, como sugiere su título “Liberalismo: una contra-historia”, del teórico político italiano Doménico Losurdo, es un enfoque desacreditador de esa tradición. Losurdo sostiene que el liberalismo nunca ha estado interesado en la verdadera liberación universal, sino que fue una ideología mediante la cual las élites privilegiadas justificaron y celebraron su dominio sobre los trabajadores, los esclavos y los pueblos nativos conquistados.
He presentado con premura el caso de Calhoun por azar: lo que el autor de esta nota quiere alertar es que es posible dedicarse a la libertad pero no ser un liberal, de hecho, ser antiliberal. Si es así, el liberalismo, a pesar de su nombre, no es exactamente una filosofía de la libertad. Sería, más bien, lo que Fawcett considera: una práctica de la política, una forma de responder a los desafíos de la modernidad capitalista, la búsqueda de un conjunto de valores que a menudo son difíciles de conciliar.
Gestor de patrimonios financieros y Contador Público
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