“Una escuela centrada en la persona no se puede limitar a medirse por exámenes o rankings, sino por su capacidad de transformar vidas y generar esperanza en medio de la complejidad del mundo actual”, dice Josep “Pepe” Menéndez, el prestigioso referente internacional en transformación educativa con una mirada integral. Menéndez es español, autor de ‘Educar para la vida y ‘Escuelas que valen la pena’, exdirector del Colegio Joan XXIII (Barcelona) y director adjunto de la Red de Colegios de Jesuitas de Cataluña. Entre tantas definiciones, sostiene que la educación y la escuela pueden influir poderosamente en el devenir de la humanidad.
Antes de disertar en Córdoba, en el marco del XIII Encuentro Federal de Escuelas Privadas “Escuela en movimiento”, Menéndez habló con Perfil Córdoba.
-¿Usted plantea para el mundo de hoy una “escuela humanizadora”. ¿A qué se refiere?
-Me refiero a una escuela que sitúa a la persona en el centro de la acción educativa, pensando en que viva experiencias significativas de aprendizaje. No se trata sólo de mejorar métodos o resultados académicos, sino de construir comunidades donde cada estudiante pueda desarrollarse integralmente: en lo intelectual, lo emocional, lo social y lo espiritual. Una escuela humanizadora es aquella que acompaña los procesos personales de cada alumno, que confía en su potencial y lo ayuda a descubrir quién es y qué puede aportar al mundo desde la adquisición de conocimientos y competencias. Es un espacio donde aprender de manera experiencial para conectar su proceso vital con los valores que nos hacen más humanos: la empatía, la justicia, la solidaridad, el respeto y el diálogo.
-Esto parece fundamental en los tiempos que vivimos.
-En un contexto global tan complejo y deshumanizado, la educación tiene la responsabilidad de ofrecer esperanza, de ayudar a construir personas libres y comprometidas con el bien común, desde la vivencia de esos valores en la escuela. Como decía la añorada Melina Furman, “aprender es, sobre todo, encender una chispa de curiosidad y dar herramientas para que esa chispa se mantenga viva”, para que los estudiantes recuperen la curiosidad y el asombro.
-¿Qué les diría a los directores de escuela, a los líderes educativos, a los profesores?
-Les diría que el centro de toda propuesta escolar debe ser la persona y su proceso de crecimiento integral. La escuela no puede organizarse en torno a estructuras, contenidos o tecnologías, sino en torno a los vínculos que generan sentido y promueven el conocimiento vinculado al desarrollo humano.
-¿Cuál debería ser el rol del docente?
-En este contexto, el rol del docente se transforma profundamente: deja de ser un puro transmisor de información para convertirse en referente del aprendizaje, un adulto significativo que confía en las capacidades de sus alumnos y los ayuda a construir su propio camino. Educar hoy exige mirar al estudiante con esperanza, reconocer su singularidad y crear las condiciones para que florezca (...) Educar no es imponer, sino dialogar; no es controlar, sino liberar el potencial humano. Por eso, invitaría a los líderes educativos a repensar la escuela como una comunidad que aprende, donde todos (...) son parte de un proceso global de crecimiento.

-¿Qué movimientos son deseables para una transformación educativa?
-Cuando hablamos de una escuela en movimiento, no nos referimos sólo a cambiar estructuras o metodologías, o al puro activismo, sino a poner en marcha un proceso de transformación profunda que es deseable que nazca del interior de las comunidades educativas, devolviendo el sentido al acto de educar, y haciendo de la escuela un espacio vivo, conectado con la realidad, donde se aprende con propósito y se educa con esperanza. Los movimientos que verdaderamente transforman son los que ponen en el centro la relación y la experiencia humana: el diálogo entre generaciones, la confianza en los alumnos, la cooperación entre docentes y la apertura de la escuela a su entorno social y cultural. Transformar no es copiar modelos, sino construir respuestas propias a los desafíos de cada comunidad, desde una mirada ética y compartida.
-En su libro “Educar para la vida” usted se pregunta para qué enseñamos. ¿Cuál sería la respuesta?
-Cuando me pregunto para qué enseñamos, intento ir más allá de los objetivos académicos o curriculares. Enseñamos, ante todo, para ayudar a cada persona a crecer integralmente y acompañarla en la construcción de su identidad, de su libertad y de su capacidad de convivir con los demás. Enseñar no es sólo transmitir saberes, sino ofrecer herramientas para comprender el mundo y para transformarlo desde la responsabilidad y la esperanza. En una época en que el conocimiento está al alcance de un clic, el sentido de la enseñanza no puede reducirse a la información. Lo esencial es aprender a pensar, a sentir, a elegir y a comprometerse. Educar para la vida significa educar para la comprensión, para la empatía y para la acción ética (...) Enseñar es un acto profundamente humano y político, que debe ayudar a cada persona a aprender para comprender mejor el mundo y tomar opciones. Por eso, enseñar es, en el fondo, un acto de amor y de confianza: amor por la vida y confianza en que cada ser humano puede aprender, crecer y aportar algo valioso a los demás. Cuando la educación pierde ese horizonte, deja de tener alma.
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-¿Cuál es la mejor manera de convertir la información en conocimiento?
-Aprender no es acumular información, sino darle sentido a la experiencia de la vida. La mejor manera de aprender es aquella que parte de la curiosidad, del deseo de comprender y de la posibilidad de conectar lo que se estudia con la propia vida. Cuando el aprendizaje nace de una pregunta auténtica, se convierte en conocimiento que transforma. En ese proceso, la escuela debe pasar de ser un lugar donde se “enseña”, en el sentido más profundo del término, a otro y donde se aprende en relación y en diálogo con los otros y con el mundo. El conocimiento se construye cuando la información se interpreta, se discute, se contrasta y se aplica en contextos reales. Por eso, aprender implica también equivocarse, reflexionar y volver a intentar: es un proceso vital, no un resultado estático (...) En definitiva, la mejor manera de aprender es aquella que conecta la mente con el corazón y la acción, que invita a pensar, a sentir y a hacer. Sólo así la información se convierte en conocimiento, y el conocimiento en sabiduría.
-En la era de las pantallas, ¿de qué manera se capta la atención de un alumno?
-No pasa por competir con la tecnología, sino por ofrecer experiencias educativas significativas. Los jóvenes no necesitan más estímulos, sino más sentido. Lo que verdaderamente les atrae es sentirse parte de algo auténtico, donde su voz cuenta y donde pueden conectar lo que aprenden con la vida que viven. Por eso, el gran desafío del docente hoy es despertar la curiosidad. Y la curiosidad se enciende cuando el profesor enseña desde la pasión, desde la coherencia y desde el vínculo. Un maestro que se interesa de verdad por sus alumnos, que los escucha y los respeta, tiene una autoridad distinta: la autoridad que nace del ejemplo y del compromiso (...) Si logramos que los estudiantes encuentren un “por qué” para aprender, la atención deja de ser un problema, porque el interés se vuelve motor.
-Hoy se ven muchos jóvenes tristes y angustiados, ¿puede la escuela ayudar a reconectar con la vida?
-Sí. La escuela puede y debe ayudar a reconectar con la vida. Vivimos un tiempo donde muchos niños y jóvenes experimentan angustia, soledad o desorientación, y eso nos recuerda que la educación no puede limitarse a los aprendizajes académicos. La escuela tiene que ser un lugar donde la vida se celebre y se comprenda, donde cada estudiante encuentre apoyo, reconocimiento y sentido. Para ello, es necesario que las instituciones educativas recuperen su dimensión de comunidad humana: espacios donde se pueda hablar de lo que sentimos, donde el error no sea un fracaso, y donde el vínculo sea más fuerte que la calificación. La escuela puede convertirse en un refugio, pero también en un impulso vital, si aprende a escuchar y a cuidar.
Encuentro “Escuelas en movimiento”
Del 20 al 22 de octubre, se realizará el XXIII Encuentro Federal de Escuelas Privadas “Escuela en movimiento” en el Hotel Quinto Centenario (Duarte Quirós 1300). La conferencia inaugural estará a cargo de Pepe Menéndez, el lunes 20, a las 19. Organiza la Junta Coordinadora de Asociaciones Nacionales y Provinciales de la Enseñanza Privada de la República Argentina (Coordiep). Más info: https://coordiep.org.ar